En el corazón de Oviedo, España, se encuentra la Iglesia de Santa María de la Corte, un impresionante ejemplo del legado arquitectónico y cultural de la región. Conocida localmente como la Iglesia de Santa María de la Corte, este templo invita a los visitantes a retroceder en el tiempo y descubrir la rica historia que se entrelaza en sus piedras.
Los orígenes de la Iglesia de Santa María de la Corte se remontan a mediados del siglo XVI. Los primeros diseños fueron realizados por el maestro cántabro Juan de Cerecedo, conocido como el viejo. Tras su muerte en 1568, su sobrino, Juan de Cerecedo el joven, continuó la obra entre 1570 y 1572. Sin embargo, debido a dificultades financieras, la construcción se detuvo y se retomó en 1587 bajo la dirección del arquitecto trasmerano Juan del Ribero Rada. Fue Ribero Rada quien imprimió a la iglesia su carácter clasicista definitivo, llevándola a su consagración en 1592.
Después de las desamortizaciones eclesiásticas de 1836, la parroquia de Santa María de la Corte se estableció en el edificio en 1845, adquiriendo la propiedad finalmente en 1859. Esta transición marcó un nuevo capítulo en la historia de la iglesia, consolidando su lugar como un faro espiritual y cultural en Oviedo.
La Iglesia de Santa María de la Corte ejemplifica el estilo arquitectónico de las iglesias monásticas del siglo XVI. Su diseño presenta una nave única y amplia con capillas laterales, elegantemente ubicadas entre contrafuertes y que se abren al crucero a través de arcos semicirculares. La disposición cruciforme incluye un espacio central cuadrado y dos brazos rectangulares, con un presbiterio que podría reflejar las renovaciones de Ribero.
La fachada, aunque inacabada, oculta el pórtico de entrada y el coro, elevado sobre el pórtico y el extremo de la nave. Muestra una sección central flanqueada por dos torres, de las cuales solo la izquierda fue completada. La gran entrada está marcada por un amplio arco redondeado con capiteles e impostas intrincadas, invitando a los visitantes a su espacio sagrado.
En el interior, las paredes de la iglesia están adornadas con pilastras acanaladas ligeramente salientes coronadas con capiteles jónicos, que sostienen un entablamento jónico completo. Los techos presentan bóvedas de cañón con lunetos en la nave, bóvedas de arista bajo el coro y una cúpula sobre pechinas en la antigua sacristía, todas decoradas con patrones geométricos.
Las galerías o pisos superiores de las naves laterales, que ahora sirven como salas parroquiales, dan al crucero a través de balcones con balaustradas de piedra. La galería izquierda, adyacente al monasterio, fue utilizada en su momento por el ilustre Padre Feijóo para asistir a misa, conectándose directamente con su celda.
El retablo principal, atribuido al monje benedictino Fray Juan Andrés Ricci, fue elaborado entre 1638 y 1641 por los artistas Luis Fernández de la Vega, Pedro García y Francisco González. Esta obra manierista, el único retablo asturiano compuesto por lienzos, presenta representaciones de San Vicente, Santa Escolástica y San Benito, pintadas en 1641 y retocadas posteriormente en 1779.
Otras esculturas notables incluyen obras del escultor barroco asturiano Fernández de la Vega, como las figuras de Santa Ana con la Virgen María y la Virgen con el Niño. La iglesia también alberga un retablo rococó de la Virgen, originalmente del Colegio Jesuita y trasladado a la iglesia en 1802.
Los visitantes de la Iglesia de Santa María de la Corte también pueden explorar los sepulcros dentro del crucero, incluyendo el de Fray Benito Jerónimo Feijoo, un destacado erudito y abad del monasterio de San Vicente, y Rodrigo Álvarez de las Asturias, una figura noble del siglo XIV.
El órgano de la iglesia, una pieza barroca de finales del siglo XVII, es considerado uno de los mejores de Asturias. En la sacristía, se exhibe una colección de valiosa platería de los siglos XVI al XIX, ofreciendo una visión del rico patrimonio artístico de la región.
En conclusión, la Iglesia de Santa María de la Corte es más que un lugar de culto; es un museo viviente de arte, historia y espiritualidad. Sus paredes resuenan con las historias de siglos pasados, invitando a todos los que entran a experimentar la belleza y serenidad de este notable monumento de Oviedo.
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