El Palacio Episcopal de Orihuela se erige como un magnífico ejemplo de la arquitectura barroca del siglo XVIII en el corazón de Orihuela, España. Este espléndido edificio, que fue la residencia del obispo de Orihuela, ahora alberga el Museo Diocesano de Arte Sacro, un museo que cuenta con una impresionante colección de arte sacro, incluyendo obras de Velázquez y Nicolás de Bussy. Declarado Monumento Nacional en 1975, el palacio sigue siendo un faro de importancia cultural e histórica.
El sitio donde se encuentra el palacio tiene una rica historia que se remonta al siglo XV, cuando albergaba el Hospital del Corpus. Este hospital de estilo gótico servía a los necesitados y era gestionado por el cabildo catedralicio con la ayuda de la Hermandad del Santísimo Sacramento. En el siglo XVI, el hospital fue trasladado y el obispo de Orihuela buscó adquirir el lugar para su residencia. A pesar de la oposición del cabildo, que quería establecer una casa para canónigos, el obispo finalmente tuvo éxito, lo que llevó a la construcción de un edificio de estilo renacentista que precedió al actual palacio.
Para el siglo XVIII, muchos canónigos habían construido sus propias residencias, dejando el antiguo edificio vacío. El obispo aprovechó esta oportunidad para construir un nuevo palacio junto a la Santa Iglesia Catedral, incorporando elementos del edificio anterior, como la escalera de mármol rojo cubierta por una cúpula renacentista.
El palacio cuenta con dos fachadas: la principal al norte en la Calle Mayor y la fachada sur a lo largo del río Segura. La fachada principal se divide en tres secciones, cada una con características arquitectónicas únicas. La primera sección incluye la Capilla de Loreto, que se transformó en la capilla privada del obispo, mostrando decoraciones barrocas con molduras y pilastras.
La sección central fue construida bajo el obispo Flores Osorio en el siglo XVIII. Presenta una entrada principal bellamente adornada con el escudo del obispo destacado arriba. Junto a esto, la entrada de estilo renacentista de la Curia, marcada por el escudo del obispo Almeida de Cartagena, conduce a un patio cuadrado con una escalera de piedra dividida. La intrincada herrería y los azulejos valencianos del siglo XVIII de la fachada añaden a su encanto.
La tercera sección, conocida como el Palacio de Campo Salinas, conecta el Palacio Episcopal con el Palacio de los Condes de Campo Salinas. Esta sección es relativamente sencilla, excepto por su elaborada herrería, que recuerda a la Capilla de la Comunión de la Iglesia de Santiago.
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El interior del palacio es igualmente cautivador, con sus dos plantas principales y una planta baja. El piso noble servía como residencia del obispo, presentando las habitaciones más prestigiosas, incluyendo la sala de audiencias, la sala del trono, la escalera principal, la capilla y la Galería de los Obispos. El segundo piso albergaba a otros sacerdotes y sirvientes, mientras que la planta baja contenía los cuartos de los sirvientes, cocinas, establos, garajes y el patio principal.
Uno de los aspectos más destacados del palacio es su pequeño pero exquisito claustro clásico barroco, adornado con grandes pilastras. Las ventanas del piso noble están ricamente decoradas en estilo Rococó, añadiendo elegancia al claustro.
Construida en el siglo XVIII sobre la Capilla de Loreto, la capilla privada del obispo fue originalmente la fábrica de velas de la Hermandad del Santísimo Sacramento. Este espacio cuadrado barroco está adornado con pilastras y capiteles compuestos, que alguna vez albergó el San Tomás de Velázquez, ahora ubicado en la Catedral de Orihuela.
Accesible a través del claustro, la escalera principal conduce al piso noble. Construida en el siglo XVI, esta obra maestra renacentista cuenta con escalones de mármol rojo y un pasamanos bellamente forjado. La escalera culmina en una cúpula renacentista semicircular con un tambor octogonal, adornada con esgrafiado y azulejos vidriados, permitiendo que la luz inunde el espacio.
Las galerías del palacio, diseñadas para el paseo del obispo y para conectar diversas salas, ofrecen impresionantes vistas del río y la ciudad de Orihuela. La galería sobre el claustro albergó una vez los registros episcopales de la diócesis, ahora ubicados en el Seminario Diocesano de San Miguel.
En conclusión, el Palacio Episcopal de Orihuela no es solo una maravilla arquitectónica, sino una ventana a la rica historia religiosa y cultural de Orihuela. Sus paredes resuenan con historias del pasado, convirtiéndolo en una parada esencial para cualquiera que visite esta histórica ciudad. Ya sea que seas un entusiasta del arte o un aficionado a la historia, el palacio promete un viaje en el tiempo, lleno de belleza e intriga.
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