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Palacio de los Marqueses de Peñaflor

Palacio de los Marqueses de Peñaflor Écija

Palacio de los Marqueses de Peñaflor

El Palacio de los Marqueses de Peñaflor, también conocido como el Palacio de los Balcones Largos, es un impresionante ejemplo de la majestuosidad de la arquitectura barroca del siglo XVIII en el corazón de Écija, una pintoresca localidad de la provincia de Sevilla, en Andalucía. Esta residencia palaciega, con su rica historia y diseño exquisito, ofrece a los visitantes una fascinante visión del opulento estilo de vida de la nobleza española.

Los Orígenes y la Evolución Histórica

Los orígenes del Palacio de los Marqueses de Peñaflor se remontan a 1499, cuando Pedro de Aguilar construyó los edificios iniciales que más tarde formarían la base de este gran palacio. Estas primeras estructuras formaban parte del mayorazgo de Gallape. A lo largo de los siglos, el palacio experimentó varias expansiones y restauraciones, especialmente en 1584 cuando Luis de Aguilar Ponce de León adquirió casas adyacentes, lo que llevó a importantes renovaciones entre 1587 y 1594.

La transformación más significativa del palacio, sin embargo, tuvo lugar a principios del siglo XVIII bajo la dirección del cuarto Marqués de Peñaflor, Antonio Fernández de Henestrosa. La construcción, que se extendió hasta 1775, contó con la experiencia de numerosos profesionales hábiles, incluidos los arquitectos Diego Antonio Díaz y José Páez de Carmona, los albañiles José Pérez Bueno y Bartolomé Bautista de Morales, y los carpinteros José de Herrera, Luis Castellanos y Bartolomé González Cañero, entre otros.

El Esplendor Arquitectónico

El Palacio de los Marqueses de Peñaflor es famoso por su llamativa arquitectura barroca, caracterizada por sus formas curvas y la profundidad creada por su fachada. La extensión horizontal del palacio se ve dramáticamente interrumpida por la verticalidad de la monumental entrada, que presenta columnas sobre una base y un frontón mixtilíneo que alberga el escudo de armas de la familia fundadora.

El segundo nivel de la fachada está adornado con un balcón flanqueado por columnas salomónicas que descansan sobre cabezas de leones, realzando la estética barroca. La torre-mirador cuadrada rompe aún más las líneas horizontales del edificio, añadiendo complejidad arquitectónica.

En el interior, el palacio se organiza alrededor de un patio central que data de mediados del siglo XVIII. Este patio está rodeado de habitaciones distribuidas en dos pisos y cuenta con veinte columnas de mármol blanco con capiteles ornamentados. En su centro se encuentra una elegante fuente de mármol con doce caños, complementada por otras fuentes dispersas por la residencia. La galería inferior está adornada con un friso único hecho de mármol negro de Córdoba, mármol rosa de Cabra y ágata de Lanjarón.

Las Obras Maestras Decorativas

Uno de los elementos artísticamente más significativos del palacio es la decoración de la escalera que conduce al piso superior. Esta escalera está precedida por tres arcos semicirculares apoyados en columnas dobles sobre pedestales, culminando en una cúpula de media naranja adornada con elaborados trabajos de yesería. La cúpula está dividida por ocho nervios que convergen en una roseta central y está decorada con querubines, conchas, hojas de acanto y dos estípites que flanquean el retablo de Nuestra Señora del Rosario. Este programa decorativo fue realizado por Cristóbal Portillo a finales del siglo XVIII.

El interior del palacio cuenta con amplios salones, algunos de los cuales presentan delicadas rosetas y marquetería intrincada en sus cúpulas. Las caballerizas también son dignas de mención, con una hermosa entrada de estilo dórico y tres naves abovedadas sostenidas por robustas columnas.

El Balcón Largo y los Frescos

El largo balcón del palacio, que sigue la curva de la calle, es famoso por sus frescos policromados que representan paisajes con perfiles arquitectónicos y efectos de trampantojo. Estos frescos fueron creados por el artista madrileño Antonio Fernández y añaden un toque vibrante al exterior del palacio. El balcón también cuenta con exquisitas yeserías y conserva gran parte de su mobiliario original.

La Era Moderna y la Restauración

El Palacio de los Marqueses de Peñaflor permaneció como residencia de la familia Peñaflor hasta 1958, cuando la viuda Marquesa Isabel Angulo y Rodríguez de Toro falleció sin herederos. En su testamento, estipuló que sus bienes fueran gestionados por la Fundación de los Excelentísimos Señores Marqueses de Peñaflor y Cortes de Graena y que el palacio se convirtiera en una escuela profesional y religiosa gratuita para niños. Sin embargo, el edificio fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1962 y actualmente es un Bien de Interés Cultural.

En 1992, el edificio fue adquirido por el Ayuntamiento de Écija, pero cayó en desuso y fue catalogado como un sitio patrimonial en peligro. En 2004, se celebró un concurso público para convertir el palacio en un hotel, pero el proyecto fue abandonado debido a problemas legales. El destino del palacio comenzó a cambiar en julio de 2015 cuando se aprobó una subvención de un millón de euros para su restauración. La primera fase de restauración, completada en 2017, incluyó el patio de entrada, la torre, la entrada principal y la cúpula de la escalera principal. La segunda fase, centrada en el patio central, las galerías y la fuente ornamental, se completó en octubre de 2019, y el palacio se abrió al público en diciembre de ese año.

Hoy en día, el Palacio de los Marqueses de Peñaflor se presenta como una joya arquitectónica bellamente restaurada, ofreciendo a los visitantes la oportunidad de retroceder en el tiempo y experimentar la grandeza y la historia del noble pasado de Écija. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un amante de la arquitectura o simplemente un viajero curioso, este palacio es un destino imprescindible que promete encantar e inspirar.

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