En el corazón de Vélez-Málaga, entre las encantadoras calles de este histórico pueblo andaluz, se encuentra el Real Monasterio de Nuestra Señora de Gracia. Este notable convento, conocido a menudo como el Convento de Las Claras, es un testimonio de las ricas tradiciones monásticas que florecieron en la región durante los siglos XVI y XVII. Fundado en 1503 por Beatriz de Arellano, esta joya arquitectónica combina de manera armoniosa estilos renacentistas mudéjar y barroco, ofreciendo a los visitantes un cautivador viaje en el tiempo.
El Real Monasterio de Nuestra Señora de Gracia es una maravilla arquitectónica, dividida en secciones distintas que satisfacen las necesidades espirituales y cotidianas de sus habitantes. El complejo está ingeniosamente diseñado con un plano trapezoidal que integra perfectamente la iglesia, el claustro, el huerto y las áreas de vivienda. Este diseño no solo refleja las sensibilidades estéticas de su época, sino que también se adapta a las necesidades prácticas de la vida monástica.
En el corazón del monasterio se encuentra la iglesia, un ejemplo clásico de la arquitectura conventual. Su única nave, adornada con columnas corintias y elaborados trabajos de yeso, emana una sensación de grandeza y serenidad. El interior está salpicado de una serie de arcos y nichos, cada uno embellecido con motivos decorativos que añaden un toque de opulencia al espacio sagrado.
El presbiterio, elevado sobre la nave, está coronado por una magnífica cúpula adornada con elaborados estucos. Esta obra maestra barroca es un festín para los ojos, con sus decoraciones rococó doradas y colores vibrantes. El retablo principal, una adición más reciente, alberga la venerada imagen de la Virgen de Gracia, flanqueada por estatuas de San Francisco y Santa Clara, creando un punto focal espiritual para los fieles.
El convento en sí es un santuario de paz y reflexión, organizado alrededor del claustro central. Este patio rectangular, con sus galerías de dos niveles, sirve como el corazón de la comunidad monástica. La galería inferior se caracteriza por sus elegantes arcos sostenidos por pilares octogonales de ladrillo, mientras que la galería superior presenta columnas esbeltas y un encantador techo de tejas.
La tranquila atmósfera del claustro se ve realzada por dos fuentes, una con una pila octogonal adornada con coloridos azulejos, y la otra con una pila semicircular con surtidores en forma de cabezas de león. Estos elementos acuáticos añaden un componente relajante al entorno sereno, invitando a la contemplación y la introspección.
El claustro no es solo un lugar de belleza, sino también un espacio funcional que conecta las diversas partes del convento. El mural de Jesús Nazareno llevando la Cruz, que data de finales del siglo XVI, es un recordatorio conmovedor de la devoción espiritual que permea el monasterio. La escalera principal, una maravilla imperial con su trabajo en azulejos florales y escalones de madera, es un testimonio de la artesanía de la época.
Adyacente al claustro, el refectorio y la capilla devocional ofrecen vislumbres de la vida diaria de las monjas que una vez residieron aquí. La capilla, con sus pinturas de finales del siglo XVI de Santa Clara y San Bernardo, sirve como un retiro tranquilo para la oración y la reflexión.
El huerto del monasterio, ubicado al noroeste, es un oasis verde donde la naturaleza y la espiritualidad coexisten. La parcela rectangular irregular está centrada alrededor de una piscina cuadrada sombreada por una exuberante pérgola, proporcionando un escape refrescante del confinamiento del claustro. Este espacio verde no solo sustenta a la comunidad, sino que también ofrece un lugar para la meditación y la tranquilidad.
El exterior del convento es tan acogedor como su interior, con su fachada principal en la Calle Félix Lomas mostrando una armoniosa mezcla de elementos arquitectónicos. La entrada a la iglesia está marcada por una serie de arcos y pilastras, coronada por un frontón curvo con un nicho y una veleta inscrita con DE GRACYA. Esta entrada acogedora conduce al atrio, un espacio que establece el tono para el viaje espiritual en su interior.
La entrada al compás, o patio abierto, es igualmente impresionante con sus puertas de hierro y adornos cerámicos. La inscripción AÑO 1880 en la puerta sirve como un marcador histórico, conectando pasado y presente en este santuario atemporal.
En conclusión, el Real Monasterio de Nuestra Señora de Gracia es más que un monumento histórico; es un testimonio vivo del legado perdurable de la vida monástica en Andalucía. Su belleza arquitectónica, ambiente espiritual e historia rica lo convierten en un destino imprescindible para cualquiera que explore los tesoros culturales de Vélez-Málaga. Ya sea que te atraiga su esplendor artístico o su atmósfera serena, este monasterio ofrece una visión única de un mundo donde la fe y el arte se entrelazan sin esfuerzo.
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