En el corazón de Vélez-Málaga, en la animada Plaza de las Carmelitas, se encuentra el Convento de Jesús, María y José, una joya histórica que nos transporta al rico período barroco. Este convento, fundado en el siglo XVIII, no solo es una maravilla arquitectónica, sino también un testimonio de la evolución socio-cultural de la región.
La fundación del convento se remonta al siglo XVIII, cuando estaba originalmente ubicado en las afueras de la zona urbana, rodeado de mansiones y huertos exuberantes. Con el tiempo, a medida que la ciudad creció, el convento se convirtió en el punto focal de un vecindario en expansión, lo que llevó a la formación de la Plaza de las Carmelitas. Hoy en día, esta plaza es el bullicioso epicentro de Vélez-Málaga, hogar de numerosos edificios oficiales y administrativos.
La importancia histórica del convento se acentúa aún más por su evolución arquitectónica única. Muestra un fenómeno común de la época: la adaptación e interconexión de casas preexistentes para satisfacer las necesidades espaciales de una comunidad monástica en crecimiento. El convento incorpora dos residencias nobles del siglo XVII, una de las cuales cuenta con el encantador Patio de las Flores, un patio adornado con una galería.
Al acercarse al convento, lo primero que llama la atención es su estructura expansiva y horizontal, que consta de dos pisos principales. Este diseño solo se ve interrumpido por la iglesia más alta y la torre mirador adyacente. La fachada principal, que da a la Plaza de las Carmelitas, es una mezcla de elementos conventuales, eclesiásticos y de torre.
La entrada al convento está ligeramente descentrada, marcada por una gran puerta de dintel de piedra caliza coronada con una modesta cornisa. Esto conduce a la portería, donde se encuentra el torno tradicional. Más allá de esto, se encuentra el claustro principal, un patio cuadrado flanqueado por galerías con columnas tanto en el piso inferior como en el superior. La galería inferior está sostenida por doce columnas lisas de piedra, mientras que la galería superior presenta soportes de hierro fundido añadidos después del terremoto de 1884. En el centro del claustro, aún se pueden ver restos de una antigua fuente.
Una de las características más llamativas del convento es la escalera principal, ubicada en el lado occidental del claustro. Accesible a través de un arco semicircular, la escalera consta de dos tramos y un rellano. Su principal atractivo radica en el techo artesonado y las paredes adornadas con azulejos figurativos del siglo XVIII. Estos azulejos, probablemente fabricados en los talleres de Triana, representan figuras cortesanas, animales, aves y flores, ofreciendo una vívida representación del estilo de vida de la época.
Otra área notable es el Patio de las Flores, el patio original de una de las casas adaptadas. Este espacio ajardinado está cerrado por una pared en un lado, mientras que los otros tres lados presentan galerías con arcadas en el piso inferior y una terraza en forma de L en el piso superior. El patio está bellamente ajardinado con plantas ornamentales y árboles frutales, creando un refugio tranquilo dentro del convento.
La iglesia es una estructura transversal que da a la plaza, con su entrada principal situada al pie del edificio. El interior está diseñado en un solo nave, cubierto por una bóveda de cañón reforzada con arcos transversales y lunetos. La zona antes del presbiterio está coronada con una cúpula hemisférica que descansa sobre pechinas. En la parte trasera de la iglesia, detrás del altar mayor, se encuentra el camarín, una pequeña cámara cuadrada a la que se accede por una puerta lateral. Esta cámara está rematada con una cúpula semiesférica adornada con intrincados trabajos de yeso policromados y dorados, con motivos de follaje, conchas, perlas y diversas molduras.
El interior de la iglesia está adornado con murales del mismo período, que representan principalmente a santos asociados con la orden carmelita. Estos murales están enmarcados por elementos decorativos como frisos, follaje y molduras, añadiendo a la riqueza artística de la iglesia.
Junto a la fachada principal de la iglesia se encuentra la robusta torre mirador, una estructura rectangular con cuatro niveles. Los tres primeros niveles presentan pequeñas ventanas enrejadas, mientras que el nivel superior, el mirador, cuenta con grandes aberturas rectangulares enmarcadas por pilastras y rematadas con frontones triangulares. El exterior de la torre está coronado con un techo de tejas a cuatro aguas, ofreciendo vistas panorámicas de la zona circundante.
En la parte trasera del convento se encuentra el extenso jardín, un espacio abierto trapezoidal utilizado para cultivar árboles frutales, vegetales y plantas ornamentales. Este jardín también alberga un estanque de riego, reflejando el estilo de vida autosostenible del convento.
En conclusión, el Convento de Jesús, María y José no es solo un monumento histórico, sino un testimonio vivo del rico patrimonio cultural y arquitectónico de Vélez-Málaga. Sus paredes y patios resuenan con las historias de una época pasada, convirtiéndolo en un destino imprescindible tanto para los entusiastas de la historia como para los visitantes ocasionales.
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