La Iglesia de Santo Domingo y San Martín, conocida localmente como Iglesia de Santo Domingo y San Martín, es un brillante ejemplo del esplendor barroco en el corazón de Huesca, España. Este tesoro arquitectónico, con su rica historia y diseño elaborado, invita a los visitantes a retroceder en el tiempo y descubrir las fascinantes historias que se esconden entre sus muros.
Los orígenes de la Iglesia de Santo Domingo y San Martín se remontan a mediados del siglo XIII, cuando fue fundada como un convento dominico por el Infante Don Alfonso de Aragón en 1254. Sin embargo, su historia no ha sido sencilla. En 1362, por orden de Pedro IV de Aragón, la estructura original fue demolida para reforzar la ciudad contra posibles invasiones de Castilla. Tras esta destrucción, se llevó a cabo una rápida reconstrucción, solo para que el convento fuera nuevamente demolido y reconstruido en 1687, adoptando el estilo barroco que estaba de moda en ese momento.
A finales del siglo XVII, el nuevo convento fue completado bajo la dirección del fraile Antonio Falcón. Aunque el convento en sí no ha sobrevivido al paso del tiempo, la iglesia sigue siendo un testimonio de su antigua gloria. La iglesia fue preservada durante la secularización del siglo XIX en España, que resultó en la disolución de muchas instituciones religiosas. El convento dominico fue abandonado, pero la iglesia fue conservada y más tarde se convirtió en una parroquia, incorporando la parroquia de San Martín tras su demolición.
La Iglesia de Santo Domingo y San Martín es un ejemplo clásico de la arquitectura barroca, caracterizada por su uso dramático del espacio y sus detalles ornamentales. La fachada de la iglesia, hecha completamente de ladrillo, es un deleite visual. Presenta un cuerpo central con una puerta de arco redondeado, un nicho y una gran ventana, todo coronado por un frontón triangular con un óculo. La fachada está flanqueada por dos secciones más estrechas conectadas a la parte central por paredes cóncavas, creando un equilibrio armonioso.
En el interior, la iglesia sigue un modelo jesuita, con una amplia nave central y capillas más pequeñas situadas entre los contrafuertes. Una magnífica cúpula, adornada con exquisitos frescos barrocos, corona el crucero, mostrando un dominio de la perspectiva y el arte. El techo de la nave está decorado con medallones que representan diversas advocaciones marianas, añadiendo a la rica tapicería visual.
Al entrar, la iglesia revela su verdadera magnificencia. El coro alto al fondo de la nave principal y las galerías sobre las capillas laterales conservan su carpintería original, ofreciendo un vistazo al pasado. El púlpito está adornado con símbolos de los dominicos y la Inquisición, incluyendo el emblema del Domini canis, una referencia al papel de la orden en la salvaguardia de la fe.
El retablo principal, que data de principios del siglo XVIII, es una obra maestra del estilo churrigueresco, elaborado por el fraile dominico Pedro de Nolivos. Esta estructura de madera dorada y policromada presenta columnas salomónicas y una pintura central de la Asunción de María por Vicente Berdusán, basada en una obra de Paulus Pontius. El retablo está flanqueado por esculturas de santos dominicos, añadiendo a su grandiosidad.
Las capillas laterales de la iglesia son verdaderos tesoros de arte religioso. Cada capilla alberga su propio retablo único, desde el Retablo de San Martín de Tours, con una pintura de Basilio Gagier Ronifibbi, hasta la Capilla de la Piedad, que fue el lugar de enterramiento de la familia Lastanosa. La Capilla de Santa Rosa de Lima y la Capilla del Cristo del Perdón también son destacables por sus exquisitas esculturas y pinturas.
En el lado opuesto, las capillas continúan impresionando con el Retablo de Pentecostés y la Capilla de las Ánimas del Purgatorio, que presenta una conmovedora representación de la Virgen y Santa Rosa de Lima. La Capilla de San Cosme y San Damián y la Capilla de Nuestra Señora del Rosario completan la colección, cada una con su propio encanto distintivo e importancia histórica.
Hoy en día, la Iglesia de Santo Domingo y San Martín se erige como un vibrante testimonio del rico patrimonio cultural y religioso de Huesca. Sus muros resuenan con las historias del pasado, desde los frailes dominicos que una vez caminaron por sus pasillos hasta los feligreses que continúan reuniéndose allí para el culto. Una visita a esta notable iglesia ofrece no solo un viaje a través de la historia, sino también una oportunidad para maravillarse con la belleza perdurable del arte y la arquitectura barroca.
En conclusión, la Iglesia de Santo Domingo y San Martín no es solo un lugar de culto; es un museo viviente de arte e historia, invitando a todos los que entran a explorar sus muchas maravillas y descubrir los relatos de una era pasada. Ya sea que seas un entusiasta del arte, un aficionado a la historia o simplemente un viajero curioso, esta iglesia promete una experiencia inolvidable en el corazón de Huesca.
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