En el corazón de Västerås, entre el Ayuntamiento y el Castillo de Västerås, se encuentra un tesoro histórico que ha sido crucial para el desarrollo de la ciudad: Turbinhuset. Este encantador edificio de ladrillo rojo, con su mezcla arquitectónica de estilos gótico y romántico, es más que un simple punto de referencia pintoresco; es un símbolo del patrimonio industrial de Västerås y un testimonio del poder transformador de la electricidad.
La historia de Turbinhuset comienza a finales del siglo XIX, una época en la que el mundo estaba a punto de entrar en una revolución eléctrica. En 1884, la Catedral de Västerås fue iluminada por primera vez con luz eléctrica, un espectáculo que atrajo a multitudes dispuestas a pagar una entrada para presenciar este milagro. Este evento fue orquestado por el emprendedor Ludvig Fredholm y los hermanos Wenström, Göran y Jonas, quienes también estuvieron detrás del primer alumbrado público eléctrico en Estocolmo en 1881.
A medida que su empresa, Elektriska Aktiebolaget, buscaba expandirse, Västerås surgió como un candidato ideal para su nueva base de operaciones. El acceso de la ciudad a la energía hidráulica, esencial para generar electricidad, la hacía una elección atractiva. Así, en 1891, se construyó Turbinhuset en las orillas del Svartån, equipado con tres turbinas que aprovechaban la energía del río para impulsar la creciente industria eléctrica.
La creación de Turbinhuset marcó un punto de inflexión significativo para Västerås. La disponibilidad de energía eléctrica confiable fue un factor crucial para atraer a ASEA (Allmänna Svenska Elektriska Aktiebolaget), una empresa que se convertiría en una piedra angular de la economía de la ciudad. En diciembre de 1890, ASEA decidió trasladarse a Västerås, una decisión que tendría implicaciones de gran alcance.
La presencia de ASEA en Västerås impulsó un rápido crecimiento y desarrollo. La población de la ciudad comenzó a aumentar y su paisaje industrial se transformó. Aunque ASEA inicialmente alquiló Turbinhuset por 6,000 coronas al año, la expansión de la empresa pronto superó la capacidad del edificio. Para 1902, ASEA había superado a Turbinhuset y lo devolvió a la ciudad, pero se había sentado la base para que Västerås se convirtiera en un centro de innovación e industria.
Después de que ASEA se trasladara, Turbinhuset continuó sirviendo como una central eléctrica municipal. Una gran renovación en 1910-11 vio la instalación de nueva maquinaria, aumentando la capacidad de la estación a 200 caballos de fuerza. Turbinhuset permaneció en operación hasta la década de 1950, cuando los avances en tecnología eléctrica hicieron obsoletos sus sistemas de corriente continua.
En los años siguientes, el papel de Turbinhuset cambió de la generación de energía al almacenamiento. Sin embargo, no se olvidó su importancia histórica. A finales de la década de 1960, surgió un movimiento creciente para preservar Turbinhuset como un museo, celebrando su papel en el patrimonio industrial de Västerås. A pesar de los desafíos financieros, el proyecto ganó impulso y en 1974, el Rey Carl XVI Gustaf inauguró el Museo Turbinhuset. El museo presentaba una turbina restaurada de Dalarna, que impulsaba el generador original de 1910, iluminando el edificio con lámparas de filamento de carbono y ofreciendo a los visitantes una mirada al pasado.
La historia de Turbinhuset no terminó con su transformación en museo. En el otoño de 1995, comenzaron los esfuerzos para devolver a Turbinhuset a la operación comercial. Se reforzaron los cimientos del edificio y se instalaron dos nuevas turbinas, conectando Turbinhuset a la red eléctrica municipal. Con una capacidad de 110 kW, Turbinhuset volvió a ser una fuente de electricidad, cerrando la brecha entre el pasado y el presente.
Simultáneamente, el museo fue renovado, mejorando sus exhibiciones y reafirmando su papel como custodio del patrimonio eléctrico de Västerås. Los visitantes de Turbinhuset ahora pueden explorar más de un siglo de avances tecnológicos y obtener una comprensión más profunda del impacto del agua y la electricidad en el crecimiento de la ciudad.
En 2019, Turbinhuset añadió otro capítulo a su rica historia con la finalización de un paso de fauna, o escalera para peces, diseñada para ayudar a la vida acuática a navegar por la presa. Equipado con cámaras automáticas, el paso registra las especies que pasan, proporcionando datos valiosos para los esfuerzos de conservación. Esta iniciativa es parte del compromiso de Västerås con la sostenibilidad y los objetivos globales de las Naciones Unidas.
Hoy en día, Turbinhuset se erige como un vibrante enlace entre el pasado y el futuro de Västerås. Es un lugar donde la historia cobra vida, donde el zumbido de las turbinas y el brillo de las lámparas antiguas cuentan la historia del viaje de una ciudad desde la era del vapor hasta la era de la electricidad. Una visita a Turbinhuset no es solo un paso atrás en el tiempo; es un recordatorio inspirador del poder de la innovación y el legado perdurable de aquellos que se atrevieron a soñar con un futuro más brillante y electrificado.
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