Ubicada en el corazón del casco antiguo de Tudela, la Casa del Almirante se erige como un testimonio del rico patrimonio arquitectónico y cultural de esta encantadora ciudad española. Este palacio renacentista, uno de los ejemplos más fascinantes de la arquitectura civil del siglo XVI en España, ofrece una ventana a la grandeza y elegancia de una era pasada.
La Casa del Almirante, también conocida como el Palacio de los Cabanillas Berrozpe, se construyó entre 1520 y 1560, reemplazando una mansión del siglo XV. Los primeros propietarios conocidos del palacio fueron la familia Cabanillas Berrozpe, herederos del linaje Gómez Peralta. A lo largo de los siglos, la propiedad del palacio cambió de manos varias veces, pasando por las familias Castillo Cabanillas y Gómez de Peralta en el siglo XVII, las familias Ximénez de Cascante y Ximénez de Antillón en el siglo XVIII, y finalmente al Barón de la Torre en el siglo XIX.
En el siglo XIX, el palacio se convirtió en la residencia de verano de Joaquín Ezquerra del Bayo, un distinguido ingeniero de minas y miembro fundador de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Sus contribuciones a la ciencia y su conexión con la corte real le valieron varios honores, incluyendo la Orden de Carlos III y el título de Gentilhombre de Cámara.
La Casa del Almirante es una mansión de tres pisos construida en ladrillo que ejemplifica el estilo plateresco, caracterizado por su decoración intrincada y ornamentada. La fachada, que data del siglo XVII, está adornada con dos grandes balcones en el primer piso, cada uno con espléndidas decoraciones platerescas con figuras antropomorfas en alto relieve. Estas figuras incluyen dos femeninas flanqueando una figura masculina central, todas sostenidas por troncos entrelazados, añadiendo un toque de fantasía y elegancia a la estructura.
Por encima de los balcones, un friso en relieve recorre la fachada, culminando en un alero de madera profusamente decorado. La galería de arcos en la parte superior del edificio es otro rasgo llamativo, que recuerda al estilo arquitectónico prevalente en el Valle del Ebro durante ese período. El patio rectangular dentro del palacio está diseñado con la sobria elegancia típica de la arquitectura aragonesa de la época.
En 1976, María Carmen Forcada González, una decoradora de Tudela, adquirió el palacio y emprendió extensos trabajos de restauración para preservar y consolidar la estructura. Sus esfuerzos incluyeron la limpieza y refuerzo de la magnífica fachada, asegurando que el palacio mantuviera su integridad histórica mientras se preparaba para su uso moderno.
En 2002, Forcada ofreció el palacio a la Universidad Pública de Navarra para actividades culturales. Sin embargo, después de cuatro años de inactividad, revocó la donación y en su lugar cedió el edificio a la ciudad de Tudela. La corporación municipal aceptó unánimemente la donación en 2007, con la intención de utilizar el palacio para fines culturales y educativos.
La ciudad invirtió tres millones de euros en una restauración adicional y en la renovación interior entre 2009 y 2010, bajo la dirección de la arquitecta Belén Esparza Estaún. El palacio fue inaugurado como la sede de la Fundación María Forcada en diciembre de 2010, marcando el comienzo de un nuevo capítulo en su rica historia.
Hoy en día, la Casa del Almirante sirve como un vibrante centro cultural, acogiendo una variedad de actividades que enriquecen a la comunidad de Tudela. La Fundación María Forcada gestiona el palacio, organizando exposiciones de artes plásticas y contemporáneas, así como cursos, seminarios y conferencias. La restauración no solo ha preservado el esplendor arquitectónico del edificio, sino que también lo ha revitalizado como un núcleo para actividades culturales y educativas.
Los visitantes de la Casa del Almirante pueden maravillarse con los intrincados detalles de su fachada, explorar sus interiores históricos y participar en los diversos eventos culturales que se celebran dentro de sus muros. El palacio se erige como un símbolo del rico patrimonio de Tudela, ofreciendo una mirada al pasado mientras sirve las necesidades presentes y futuras de la comunidad.
Ya seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura o simplemente un viajero curioso, la Casa del Almirante promete una experiencia cautivadora. Su combinación de importancia histórica, belleza arquitectónica y vitalidad cultural la convierte en un destino imprescindible en el corazón de Tudela.
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