Ubicada en el corazón de Tongeren, la ciudad más antigua de Bélgica, se alza una figura imponente de la historia y la leyenda: la estatua de Ambiorix. Este impresionante monumento no solo rinde homenaje a un héroe local, sino que también celebra la resistencia y la valentía que resuenan a lo largo de los siglos. Una visita a Tongeren no está completa sin detenerse en la Grand-Place, donde Ambiorix vigila la ciudad con una mirada tan feroz como las historias que lo rodean.
Ambiorix fue el jefe de los Eburones, una tribu belga que habitó estas tierras. Su nombre se ha convertido en sinónimo de desafío contra el Imperio Romano. En el año 54 a.C., Ambiorix lideró una exitosa revuelta contra las legiones romanas, una hazaña que grabó su nombre en los anales de la historia. Aunque finalmente fue derrotado, su legado como símbolo de libertad y resistencia ha perdurado, inspirando a generaciones a recordar el valor de aquellos que se enfrentan a grandes adversidades.
La estatua de Ambiorix fue erigida en 1866, una obra maestra del artista francés Jules Bertin. Bertin, que residía en Tongeren en ese momento, creó este gigante de bronce bajo la dirección artística de Guillaume Geefs. Con una altura de 390 cm y un peso de 1,100 kg, la estatua es un testimonio del fervor artístico e histórico del siglo XIX. Fue inaugurada en una ceremonia grandiosa a la que asistieron el rey Leopoldo II y la reina María-Henriette, marcando su importancia como un tesoro nacional.
La estatua es una vívida representación de Ambiorix como guerrero, con un bigote, un hacha de guerra en la mano y una espada a su lado. Se le muestra de pie sobre una corona de laurel y fasces romanos, símbolos de autoridad romana, que pisa desafiante. Su mano izquierda reposa sobre su pecho, en un gesto de orgullo y desafío. La vestimenta de inspiración celta, incluyendo un casco alado adornado con un dragón, añade un aura mítica a la escultura. El pedestal, que asemeja un dolmen prehistórico, eleva la estatua tanto física como simbólicamente.
La decisión de erigir un monumento en honor a Ambiorix fue iniciada en 1860 por la Sociedad de Anticuarios de Tongeren. Buscaron conmemorar el legado del héroe local, y para 1865, se aseguraron los fondos necesarios. La estatua ahora se encuentra donde una vez estuvo el perrón de la ciudad, un lugar central y simbólico que subraya su importancia.
A lo largo de los años, la estatua ha sido testigo de sus propias aventuras. En 1965, un grupo de estudiantes entusiastas dañó accidentalmente el águila romana que sostiene Ambiorix, un incidente que se convirtió en parte del folclore local. El águila fue eventualmente restaurada y reinstalada, consolidando aún más el lugar de la estatua en la memoria colectiva de la ciudad.
Para 1991, se hizo evidente que la estatua necesitaba restauración. Fue retirada de su pedestal en 1992 para un proceso exhaustivo de examen y restauración. Después de un cuidadoso trabajo por expertos en Bruselas, la estatua fue devuelta a su lugar en 1994, con su pátina restaurada a su tono oscuro original, asegurando que Ambiorix continuara de pie con orgullo para las generaciones futuras.
La historia de Ambiorix no es solo una de rebelión, sino de identidad cultural. Su estatua en Tongeren sirve como recordatorio de la rica historia de la región y el espíritu perdurable de su gente. Es un punto focal tanto para locales como para turistas, ofreciendo una conexión tangible con un pasado que aún resuena hoy en día.
Al estar frente a la estatua de Ambiorix, uno no puede evitar sentir una sensación de asombro. La Grand-Place, con su encantadora arquitectura y vibrante atmósfera, proporciona el telón de fondo perfecto para esta monumental obra de arte. Ya seas un entusiasta de la historia o un visitante casual, la estatua te invita a sumergirte en las historias de valentía que dieron forma a esta tierra.
En conclusión, la estatua de Ambiorix es más que solo un monumento; es un símbolo de resiliencia e identidad. Su presencia en Tongeren es un tributo al legado perdurable de un guerrero que se atrevió a desafiar un imperio, convirtiéndola en un destacado imperdible para cualquiera que explore el tapiz histórico de Bélgica.
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