Ubicado majestuoso en el extremo sur de la Isola del Borgo Antico en Taranto, Italia, el Castello Aragonese es una joya histórica que ha resistido el paso del tiempo. Esta impresionante fortaleza, también conocida como Castel Sant'Angelo, ofrece un fascinante recorrido a través de siglos de arquitectura militar e ingenio estratégico. Su imponente estructura cuadrangular y su amplio patio central son un testimonio de la destreza arquitectónica de sus creadores y de la importancia estratégica que tuvo a lo largo de la historia.
Los orígenes del Castello Aragonese se remontan al año 780 d.C., cuando los bizantinos comenzaron su construcción para defenderse de los incesantes ataques de los sarracenos y la República de Venecia. La fortificación inicial consistía en torres altas y estrechas desde las cuales los defensores repelían a los invasores con lanzas, flechas, piedras y aceite hirviendo. Esta estructura temprana sentó las bases para futuras expansiones y fortificaciones del castillo.
La transformación más significativa del castillo ocurrió en 1486 bajo la dirección de Fernando I de Nápoles. Encargó al renombrado arquitecto e ingeniero militar Francesco di Giorgio Martini rediseñar y expandir el castillo. La visión de Martini era adaptar la fortaleza para resistir la tecnología bélica en evolución de la época, particularmente la aparición de los cañones. El resultado fue una estructura robusta con torres anchas, bajas y circulares diseñadas para absorber el impacto del fuego de cañón. Estas torres estaban interconectadas por murallas, permitiendo el fácil movimiento de piezas de artillería. El nuevo diseño incluía siete torres, cuatro de las cuales formaban un cuadrilátero, mientras que las tres restantes se alineaban con el foso hacia el Mar Piccolo.
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Las cuatro torres principales del castillo—San Cristoforo, San Lorenzo, Bandiera y Vergine Annunziata—se erigen como centinelas silenciosas, cada una con su historia y propósito únicos. Estas torres de 20 metros de altura y ancho estaban conectadas por murallas de 40 metros de largo, creando una formidable barrera contra los invasores. El castillo contaba con dos puentes levadizos: el Puente Soccorso, que unía el castillo con el campo (ahora Borgo), y el Puente Avanzata, que lo conectaba con el antiguo pueblo, aislando así la estructura de la ciudad para una defensa mejorada.
En 1491, se añadió un revellín triangular entre las torres Bandiera y San Cristoforo, fortaleciendo aún más las defensas del castillo contra los ataques del Mar Grande. La construcción se completó en 1492, como lo conmemora una inscripción en la Porta Paterna, adornada con el escudo de armas aragonés. Esta inscripción celebra la reconstrucción del castillo en una fortaleza más formidable y resistente capaz de soportar los asaltos más poderosos.
Bajo el dominio español, las defensas del castillo se mejoraron aún más con fosos ampliados y la adición de una nueva fortificación que comprendía tres torres. Sin embargo, con la llegada de los Habsburgo en 1707, la importancia militar del castillo disminuyó y se convirtió en una prisión. Este cambio de función marcó un nuevo capítulo en la historia del castillo, que sería revisitado durante la era napoleónica cuando volvió a servir su propósito defensivo original.
En 1883, la Torre Sant'Angelo fue demolida para dar paso a la construcción del Ponte Girevole, un proyecto de infraestructura clave completado en 1887. Después de esto, el castillo se convirtió en la sede de la Marina Real, marcando un cambio significativo en su rol y propósito. A principios del siglo XX se iniciaron esfuerzos de restauración destinados a preservar la integridad histórica del castillo. Estos esfuerzos continuaron hasta 2005, culminando en la restauración del interior del castillo a su condición de la era aragonesa.
Hoy en día, los visitantes del Castello Aragonese pueden sumergirse en su rica historia y esplendor arquitectónico. El castillo alberga un pequeño museo naval que muestra la evolución de la tecnología militar y la arquitectura de fortalezas desde la época medieval hasta la moderna. Las exhibiciones del museo brindan fascinantes perspectivas sobre la importancia estratégica del castillo y las innovaciones que dieron forma a su diseño.
Una de las características más intrigantes del castillo es la Capilla de San Leonardo. Originalmente sirviendo diversas funciones a lo largo de los siglos, incluyendo guardia y establo, la capilla fue reconsagrada en 1933. En su interior, los visitantes pueden admirar los escudos de armas del Rey Felipe II de España y dos losas de piedra carparo que representan a un obispo santo y a un guerrero medieval. La cripta de la capilla, excavada en noviembre de 2003, reveló fragmentos de cerámica de los siglos XIII y XIV y una moneda que data de 1245, añadiendo al tapiz histórico del castillo.
En conclusión, el Castello Aragonese en Taranto no es solo una fortaleza; es una crónica viva de la tumultuosa historia y evolución arquitectónica de la región. Sus muros resuenan con las historias de épocas pasadas, desde los inicios bizantinos hasta las innovaciones aragonesas y más allá. Una visita a este magnífico castillo ofrece una oportunidad única para retroceder en el tiempo y explorar el ingenio estratégico y la importancia histórica de una de las fortalezas más notables de Italia.
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