Ubicado en el tranquilo paisaje de Rueil-Malmaison, el Château de Vert-Mont, conocido localmente como Domaine de Vert-Mont, es un símbolo de elegancia arquitectónica y profundidad histórica. Este encantador castillo, con su encanto neoclásico, invita a los visitantes a retroceder en el tiempo y descubrir las historias que se esconden en sus muros.
Los orígenes del Château de Vert-Mont se remontan a mediados del siglo XIX, cuando fue construido inicialmente para Gustave d'Eichthal, un destacado helenista y etnólogo. La finca, originalmente llamada domaine des Fossés, se formó a partir de parcelas de tierra adquiridas de agricultores locales entre 1855 y 1858. La visión de d'Eichthal era crear un refugio de tranquilidad, y la finca rápidamente se convirtió en un hito distinguido cerca del famoso Château de Malmaison.
Sin embargo, el viaje del castillo no estuvo exento de dificultades. En 1870, la estructura original sufrió daños significativos debido a un devastador incendio. No fue hasta que el financiero y filántropo estadounidense Edward Tuck adquirió la propiedad en 1898 que el castillo comenzó su transformación hacia la elegante estructura que conocemos hoy. Tuck, quien se estableció permanentemente en París alrededor de 1890, renombró la finca como Château de Vert-Mont y emprendió un gran proyecto de reconstrucción. Para 1900, el castillo había renacido en un estilo neoclásico que recordaba a la era de Luis XVI, con un diseño distintivo de dos pisos que destaca la evolución de su arquitectura.
Los visitantes del Château de Vert-Mont son recibidos por una impresionante fachada adornada con frontones triangulares y decoraciones ornamentales que reflejan la grandeza de sus raíces neoclásicas. El edificio principal del castillo se complementa con un encantador jardín de invierno, conocido como la salle de verdure, que se añadió antes de 1910. Este espacio encantador ofrece un refugio exuberante dentro del castillo, reflejando el amor de Tuck por la naturaleza y la belleza.
El interior del castillo es igualmente cautivador, con su baño decorado con faïence veneciana y motivos vegetales intrincados, ofreciendo un vistazo al lujoso estilo de vida de sus antiguos habitantes. El paisaje de la finca, rediseñado por el propio Tuck, abarca una variedad de edificios de estilo regional, incluidos establos, invernaderos y un invernadero de naranjos. Una adición intrigante es la antigua planta eléctrica, ahora transformada en una casa para el cuidador, mostrando el espíritu innovador que Tuck aportó a la finca.
La influencia de Edward Tuck se extendió más allá de las mejoras arquitectónicas del Château de Vert-Mont. En 1924, transfirió la finca a su sobrina, Dorothy Morgan Hall, conservando los derechos de usufructo hasta su fallecimiento. El castillo vivió tiempos turbulentos durante la Segunda Guerra Mundial, sirviendo como base para las fuerzas alemanas, americanas y británicas, cada una dejando su huella en la propiedad.
En 1954, la finca se vendió bajo la condición de que continuaría encarnando los ideales de Tuck. Esta visión se materializó en 1990 con el establecimiento de la Fundación Tuck, en colaboración con el IFP Energies nouvelles. La fundación tiene como objetivo fomentar la cooperación internacional, particularmente entre Francia y América, en los campos de la educación y la investigación relacionada con los hidrocarburos y el impacto ambiental.
Hoy en día, el Château de Vert-Mont es más que un monumento histórico; es un vibrante centro de intercambio intelectual e innovación. La Fundación Tuck apoya a estudiantes e investigadores, financia proyectos de investigación y organiza seminarios y coloquios internacionales. La finca en sí está reconocida como un monumento histórico y cuenta con la etiqueta de patrimonio del siglo XX, subrayando su importancia cultural e histórica.
Los visitantes del castillo pueden disfrutar de paseos tranquilos por su parque bellamente conservado, que abarca seis hectáreas. El parque, que alguna vez fue parte de un dominio de 12 hectáreas, sigue siendo un oasis verde que invita a la reflexión y la exploración. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, amante de la arquitectura o simplemente busques un escape pacífico, el Château de Vert-Mont ofrece un viaje inolvidable a través del tiempo y la elegancia.
En conclusión, el Château de Vert-Mont se erige como un faro de historia, cultura y filantropía. Sus muros susurran relatos de su pasado legendario, mientras que sus terrenos continúan inspirando a futuras generaciones. Una visita a esta encantadora finca es un viaje al corazón del patrimonio francés, donde el pasado y el presente coexisten en esplendor armonioso.
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