Cal Llonch, conocido localmente como Cal Lloncn, es un recordatorio conmovedor de una época pasada en el corazón de Rubí, España. Este edificio histórico, situado en el número 28-30 de la Carrer de Terrassa, no solo es una maravilla arquitectónica, sino también un recipiente de ricas narrativas históricas que han moldeado la cultura y el patrimonio local. Al pasear por las estrechas calles de Rubí, la vista de la fachada desgastada de Cal Llonch te invita a retroceder en el tiempo y explorar las historias incrustadas en sus muros.
Cal Llonch es un edificio en esquina con planta baja y dos pisos superiores, que cuenta con un jardín anexo que, lamentablemente, ha visto mejores días. La fachada principal es un estudio de simplicidad y elegancia, con una sola fila de aberturas. La puerta de entrada, enmarcada por sillares de arenisca roja, una vez oculta bajo yeso moderno y zócalo de conglomerado, ahora revela su grandeza original. Sobre la entrada, un balcón con una losa de piedra biselada y una barandilla de hierro forjado adornada con motivos florales añade un toque artístico a la estructura. El segundo piso cuenta con un balcón más pequeño, reducido a una ventana ampliada, ofreciendo un vistazo al pasado del edificio.
La cornisa que corona el edificio, adornada con pequeñas ménsulas, unifica toda la fachada. El muro estucado, con sus líneas de sillar en la planta baja y extremos almohadillados, junto con líneas horizontales moteadas a nivel de los balcones, añade al atractivo estético del edificio. Una característica notable es la discontinuidad en el lado derecho, marcando una adición posterior, que incluye una pequeña puerta que conduce directamente al jardín desde la calle, rematada por dos ventanas tapiadas.
La logia sur, que da al jardín, es sin duda el elemento más llamativo de Cal Llonch. Esta logia de tres pisos presenta nueve arcadas semicirculares sobre pilares de ladrillo, con los tres arcos centrales ligeramente más anchos que los demás. La logia está coronada por una continuación de la cornisa de la fachada principal, rematada con una barandilla ciega centrada con un frontón triangular, armonizando bellamente con el techo a dos aguas. Este estilo arquitectónico recuerda a las casas de los americanos o indianos, inspiradas en la arquitectura colonial americana, particularmente de Cuba, donde los porches arcados y las galerías sobre columnas toscanas (la llamada arcada florentina del Renacimiento italiano) son una vista común.
A mediados del siglo XX, la finca de Cal Llonch formaba parte de los dominios del Castillo de Rubí, propiedad de la Marquesa de Moja y Cartellà, Josepa de Sarriera i de Copons. En 1860, la estableció en enfiteusis a Vicenç Llugany i Muixí, un albañil. Vicenç, junto con su esposa Eulàlia Salvatella i Casajoana y su hija Lluïsa, vivían en una de las pequeñas casas de la Carrer de la Justícia dentro de la finca.
En 1872, Lluïsa Llugany se casó con Jaume Llonch, lo que impulsó la construcción de una nueva residencia familiar, diseñada por el maestro de obras de Terrassa, Jaume Comerma i Torrella. El proyecto original carecía del segundo piso y presentaba dos ventanas que nunca se abrieron o que fueron tapiadas posteriormente. Jaume Llonch falleció en 1879, y en 1886, Lluïsa se volvió a casar con Pere Calders i Valls. A la muerte de Vicenç Llugany en 1894, su finca fue heredada por Lluïsa.
En 1899, Gabriel Llonch i Llugany, heredero de Lluïsa, estableció una pastelería en la Plaça de Catalunya, mudándose con su madre. Su hermano Antoni Llonch i Llugany se trasladó más tarde a La Habana, donde estableció un negocio de construcción. Durante estos años, la casa en la Carrer de Terrassa permaneció deshabitada. A la muerte de Lluïsa en 1917, la propiedad pasó a Antoni Llonch, quien la alquiló a varias familias a lo largo de los años. En 1946, Antoni redimió el censo de la finca del Marqués de Barberà por 2.400 pesetas. A la muerte de Antoni en 1963 sin descendencia, la propiedad fue heredada por su hermano Miquel y sus sobrinas Eulàlia y Josepa, quienes también murieron sin descendencia, pasando la finca a su prima Montserrat Vila i Majó. En 2001, Montserrat vendió la propiedad al cerrajero Suabad, promotor del Hotel Ciutat de Rubí.
A finales de 2003, seis de las arcadas superiores de la logia colapsaron, y dos décadas después, el edificio permanece abandonado y en un estado de degradación avanzada. A pesar de su condición actual, Cal Llonch continúa siendo un testimonio de la significancia arquitectónica e histórica de Rubí. Sus muros, aunque desgastados y deteriorados, resuenan con las historias de las familias que vivieron y amaron dentro de sus confines, y con el rico tapiz cultural de la región.
Para aquellos con un interés agudo en la historia y la arquitectura, una visita a Cal Llonch es un viaje a través del tiempo, ofreciendo un vistazo al pasado y una reflexión sobre el paso del tiempo. Mientras el edificio espera su restauración, sigue siendo un hito querido, un testigo silencioso del paisaje siempre cambiante de Rubí.
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