La iglesia de San Bartolomeo, conocida localmente como Chiesa di San Bartolomeo, es un fascinante edificio religioso ubicado en la encantadora ciudad de Rovigo, Italia. Esta histórica iglesia, situada en el Piazzale San Bortolo junto a la Via Antonio Oroboni, es uno de los pocos ejemplos de arquitectura religiosa del siglo XVI en la región de Polesine. Su combinación de cimientos renacentistas con elementos barrocos como estucos y frescos del siglo siguiente la convierte en un sitio notable para los aficionados a la arquitectura y la historia.
La estructura actual de San Bartolomeo surgió para reemplazar una iglesia renacentista anterior del monasterio, también dedicada a San Bartolomé Apóstol, establecida en el siglo XIII por la congregación de los Humiliati. Estos monjes se asentaron en la parte oriental de Rovigo, cerca del río Adigetto, que en ese entonces era una rama principal del río Adige que fluía hacia el norte. El complejo original, autorizado por el obispo Guglielmo d'Este el 10 de junio de 1255, prosperó junto con el comercio de lana de la comunidad. Sin embargo, a finales del siglo XIII, la fortuna de la comunidad decayó, lo que llevó a una disminución de la presencia monástica y a la eventual degradación estructural del complejo.
En 1444, el monasterio fue confiado al recién nombrado obispo de Adria, Bartolomeo Roverella. Con la influencia de la poderosa familia Roverella, incluyendo a Lorenzo Roverella, obispo de Ferrara, y Nicolò Roverella, abad general de los Olivetanos, el monasterio experimentó un renacimiento. La autorización del Papa Sixto IV en 1474 permitió la anexión del monasterio a la abadía olivetana de San Pietro en Maone y la iglesia de Santa Maria dei Sabbioni. Esto marcó el comienzo de extensas renovaciones, incluyendo la demolición del antiguo convento y la construcción de un nuevo complejo con un claustro y doce habitaciones circundantes.
La reconstrucción de la iglesia siguió a la restauración del monasterio. Según el abad Alessandro Rossi, el proyecto fue encargado a Bartolomeo Bonrizzo, y la primera piedra se colocó el 21 de marzo de 1562, durante la fiesta de San Benito. La construcción, que se extendió hasta 1565, se benefició de la colaboración del arquitecto ferrarese Alberto Schiatti, a quien el historiador local Alberto Gabrielli atribuye el diseño del campanario. El campanario, completado en 1592, es un testimonio de la destreza arquitectónica de la época.
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San Bartolomeo alberga un órgano notable diseñado y construido por Gaetano Callido en 1778. Este instrumento, ubicado en un coro lateral junto al altar mayor, cuenta con un teclado de 45 teclas con una octava scavezza y un pedalero de 18 pedales. El órgano posee una rica variedad de registros, incluyendo el Principale bassi, Ottava, Decimaquinta, Vigesimasesta y Tromboncini bassi, entre otros. La importancia histórica del órgano se destaca aún más por su restauración realizada por Alfredo Piccinelli de Padua en 1980, que reveló algunas partes no originales e introdujo cambios como un pedalero reconstruido y un nuevo registro de Trombón en el pedal.
Los visitantes de San Bartolomeo son recibidos por su impresionante fachada, adornada con esculturas y una prominente inscripción que dedica la iglesia a San Bartolomé Apóstol. El interior de la iglesia es un tesoro de arte barroco, con intrincados estucos y frescos que transportan a los visitantes al siglo XVII. La serena atmósfera de la iglesia, junto con su importancia histórica y arquitectónica, la convierte en un destino imprescindible en Rovigo.
Adyacente a la iglesia se encuentra el claustro, un refugio pacífico que una vez albergó a los monjes olivetanos. El diseño del claustro, con doce habitaciones y varias áreas de servicio, refleja el estilo de vida monástico de la época. Los visitantes pueden explorar los restos del antiguo convento e imaginar la vida diaria de los monjes que una vez habitaron este espacio sagrado.
San Bartolomeo no es solo una iglesia; es un viaje a través del tiempo. Desde sus humildes comienzos en el siglo XIII hasta su renacimiento bajo la familia Roverella, y su continua importancia como iglesia parroquial desde 1956, San Bartolomeo encarna la rica historia y el patrimonio cultural de Rovigo. Sus muros resuenan con las historias de los monjes Humiliati, la orden olivetana y las innumerables personas que han encontrado consuelo dentro de sus confines sagrados.
En conclusión, una visita a San Bartolomeo ofrece una combinación única de exploración histórica y admiración arquitectónica. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura o simplemente un viajero curioso, San Bartolomeo promete una experiencia enriquecedora e inolvidable. Así que, la próxima vez que te encuentres en Rovigo, asegúrate de entrar en esta joya histórica y sumergirte en su belleza atemporal y tranquilidad espiritual.
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