La Basílica de Nuestra Señora de la Asunción, conocida localmente como Notre-Dame-de-l’Assomption, es una joya arquitectónica impresionante ubicada en la encantadora ciudad de Neuchâtel, Suiza. Esta majestuosa estructura, cariñosamente llamada la iglesia roja por su distintivo color, es un símbolo del renacimiento y la aceptación del catolicismo en la región a principios del siglo XX.
La historia de la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción está profundamente ligada al resurgimiento del culto católico en Neuchâtel. Tras la Reforma que abolió las prácticas católicas en 1530, no fue hasta 1806 que la fe volvió a celebrarse, marcando una nueva era para la comunidad católica. La creciente población católica pronto superó la modesta capilla construida en 1827, lo que llevó a la necesidad de un lugar de culto más amplio.
A finales del siglo XIX, el crecimiento de la comunidad católica hizo necesaria la construcción de un edificio más grandioso. La decisión de erigir una iglesia monumental no solo fue un hito espiritual, sino también un símbolo de la integración de la comunidad en el predominantemente protestante Neuchâtel. La construcción de la iglesia, desde 1897 hasta 1906, representó un periodo de florecimiento de la identidad religiosa y cultural.
El diseño de la Basílica es una fusión armoniosa de referencias neo-medievales y técnicas de construcción contemporáneas. Esta innovadora propuesta fue ideada por Guillaume Ritter, un ingeniero y arquitecto local. La visión de Ritter era crear una estructura que fuera grandiosa y económicamente viable, lo que llevó al uso de piedra artificial, una mezcla de cemento, cal y grava, teñida de rojo para imitar la arenisca natural de la región.
Esta elección no solo redujo costos, sino que también permitió una libertad creativa en el diseño de la iglesia. Las dimensiones de la Basílica son impresionantes, con una longitud de 66 metros, un ancho de 32 metros y una altura imponente de 53.5 metros. Su estilo neo-gótico se evidencia en su planta basilical, que presenta un pórtico, nave, crucero y un coro poligonal con deambulatorio. La fachada está adornada con un rosetón y pináculos intrincados, otorgándole un aire de grandeza medieval.
El camino hacia la construcción de la Basílica estuvo lleno de desafíos, desde asegurar un sitio adecuado hasta superar obstáculos financieros. La ubicación elegida, cerca de la infraestructura católica existente y con fácil acceso en tranvía, fue inicialmente considerada demasiado remota por algunos. Sin embargo, su visibilidad desde el lago y su sólida base de roca la hicieron ideal.
La construcción comenzó en 1897, pero se detuvo temporalmente para acomodar las festividades del Jubileo de la República de Neuchâtel en 1898. La primera piedra fue bendecida en 1900, y para 1904, la estructura principal estaba completa, aunque la torre quedó sin terminar debido a limitaciones financieras. La iglesia fue finalmente inaugurada en 1906, aunque los embellecimientos interiores continuaron durante años, culminando con la consagración de un nuevo altar mayor en 1937.
El uso de piedra artificial por parte de Ritter fue pionero. El material se elaboraba en el sitio, lo que permitía la producción de bloques simples y elementos decorativos elaborados. Aunque este método ofrecía versatilidad estilística y reducía costos, también presentó problemas de conservación, ya que las decoraciones exteriores resultaron frágiles con el tiempo.
El diseño de la Basílica prescinde de algunos elementos medievales tradicionales, como los arbotantes, en favor de soluciones modernas como pisos y pilares de concreto reforzado. Esta mezcla de lo antiguo y lo nuevo es un testimonio del espíritu innovador de Ritter y su profundo entendimiento de los estilos medievales, resultando en una síntesis creativa y original.
Hoy en día, la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción no solo es un lugar de culto, sino también un hito cultural. Su vibrante fachada roja y su imponente presencia la convierten en una visita obligada para los visitantes de Neuchâtel. El interior de la iglesia, con sus ornados altares y vitrales impresionantes, ofrece un escape sereno y una visión de la rica historia de la comunidad católica en la región.
Ya sea que te atraiga su belleza arquitectónica, su importancia histórica o su ambiente espiritual, la Basílica se erige como un faro de fe y resiliencia, invitando a todos los que la visitan a reflexionar sobre su pasado lleno de historia y su vibrante presente.
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