Castel dell'Ovo, situado majestuosamente en el paseo marítimo de Nápoles, Italia, es una fascinante combinación de historia, leyenda y esplendor arquitectónico. El nombre Castel dell'Ovo se traduce como Castillo del Huevo en inglés, y esta antigua fortaleza ocupa un lugar significativo en el corazón de la ciudad, ofreciendo a los visitantes una mirada a su pasado lleno de historia y vistas impresionantes del Golfo de Nápoles.
El nombre Castel dell'Ovo está arraigado en una leyenda fascinante. Se dice que el poeta romano Virgilio, quien se creía poseía poderes mágicos, escondió un huevo mágico en los cimientos del castillo. Este huevo supuestamente mantenía el castillo unido, y su ruptura habría llevado a la destrucción del castillo y a una serie de eventos catastróficos para Nápoles. Para calmar los temores de la población después de que el castillo sufriera daños durante el reinado de la Reina Juana I en el siglo XIV, la reina juró que había reemplazado el huevo, asegurando así la estabilidad del castillo.
La historia de Castel dell'Ovo es tan rica y variada como las leyendas que lo rodean. El castillo se encuentra en la pequeña isla de Megaride, que originalmente estaba conectada al continente por un estrecho istmo. Esta isla tiene una historia que se remonta al siglo VIII a.C., cuando fue el lugar donde se fundó la antigua colonia griega de Parténope por colonos de Cumas.
En el siglo I a.C., el patricio romano Lucio Licinio Lúculo adquirió la isla y construyó una lujosa villa, conocida como la Villa de Lúculo. Esta villa era famosa por su opulencia, incluyendo una rica biblioteca, estanques de peces y jardines exóticos. La memoria de esta villa persistió a través de los siglos, y el sitio mantuvo el nombre de Castrum Lucullanum hasta bien entrado el período romano tardío.
Hacia mediados del siglo V, la villa fue fortificada por el emperador romano Valentiniano III, y más tarde sirvió como lugar de exilio para el último emperador romano, Rómulo Augústulo, en el 476 d.C. Tras la caída del Imperio Romano Occidental, la isla se convirtió en un retiro monástico para monjes basilianos, quienes establecieron un importante scriptorium y adoptaron la regla benedictina en el siglo VII.
Durante la Edad Media, la isla experimentó numerosos cambios de propiedad y propósito. En el 872 d.C., la isla, entonces conocida como San Salvatore, fue utilizada por los sarracenos para encarcelar al obispo de Nápoles, Atanasio. Las fuerzas combinadas del Ducado de Nápoles y la República de Amalfi finalmente lo liberaron y expulsaron a los sarracenos.
Para el siglo X, los duques de Nápoles demolieron el complejo monástico para evitar que fuera utilizado como base para futuras invasiones. Sin embargo, en 1128, se estableció una nueva fortificación, conocida como Arx Sancti Salvatoris, en el sitio. Esta fortificación incluía una iglesia construida por los monjes basilianos, cuyos restos aún se pueden ver hoy en día.
En 1140, Roger el Normando conquistó Nápoles y construyó un castillo en la isla, que fue completado por el arquitecto Buono. Aunque el castillo se utilizaba principalmente con fines defensivos, ocasionalmente servía como residencia real. Bajo los normandos, el sitio experimentó una sistemática fortificación, incluyendo la construcción de la Torre Normandía.
Durante el reinado de Federico II, el castillo fue aún más fortificado con torres adicionales, transformándolo en una residencia real y una prisión estatal. Los reyes angevinos, particularmente Carlos I de Anjou, continuaron mejorando las defensas del castillo y lo usaron como depósito de tesoros reales y prisión para cautivos de alto perfil, como Corradino de Suabia.
El castillo continuó desempeñando un papel crucial en la defensa y administración de Nápoles durante el Renacimiento. Alfonso V de Aragón, quien comenzó la dominación aragonesa de Nápoles, emprendió importantes renovaciones, incluyendo la mejora del palacio real, la restauración del muelle y el fortalecimiento de las estructuras defensivas.
Su hijo, Fernando I, enfrentó desafíos de las fuerzas francesas, lo que llevó a que el castillo fuera bombardeado y dañado. El castillo sufrió más daños durante los conflictos entre los franceses y los españoles, quienes finalmente tomaron el control bajo el liderazgo de Gonzalo Fernández de Córdoba.
Hoy en día, Castel dell'Ovo se erige como un testimonio de la rica historia y herencia cultural de Nápoles. Los visitantes pueden explorar las antiguas murallas, torres y patios del castillo, y disfrutar de vistas panorámicas del Golfo de Nápoles y el horizonte de la ciudad. El castillo también alberga varios eventos culturales, exposiciones y festivales, lo que lo convierte en una parte vibrante de la escena cultural contemporánea de Nápoles.
Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un amante de las leyendas o simplemente busques disfrutar de impresionantes vistas costeras, Castel dell'Ovo es un destino imprescindible en Nápoles. Su mezcla de mito, historia y belleza ofrece una experiencia única e inolvidable para todos los que cruzan sus antiguas puertas.
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