El Monasterio de Santa Cruz, conocido localmente como Mosteiro de Santa Cruz, es una joya histórica y arquitectónica situada en el corazón de Coimbra, Portugal. Fundado en el siglo XII, este monasterio agustino ha jugado un papel importante en la historia religiosa y cultural del país. Con su impresionante arquitectura manuelina, rica historia y como lugar de descanso final de los primeros reyes de Portugal, el Monasterio de Santa Cruz es una visita obligada para cualquiera que explore la región.
Los orígenes del Monasterio de Santa Cruz se remontan a 1131, cuando fue fundado por Dom Tello, el archidiácono de la Diócesis de Coimbra. El terreno, ubicado fuera de las murallas de la ciudad en ese momento, fue concedido por el Rey Afonso I. La comunidad adoptó la Regla de San Agustín y eligió a Teotonio, quien más tarde sería venerado como el primer santo de Portugal, como su prior. La iglesia románica inicial y los edificios del monasterio, construidos entre 1132 y 1228, no han sobrevivido al paso del tiempo.
Durante la Edad Media, el Monasterio de Santa Cruz se convirtió en uno de los centros intelectuales más prestigiosos de Portugal, con una extensa biblioteca y un importante scriptorium. Figuras notables como San Antonio de Padua y el célebre poeta Luís de Camões pasaron tiempo dentro de sus muros.
A principios del siglo XVI, el Rey Manuel I inició una significativa reconstrucción del monasterio en estilo manuelino, un estilo arquitectónico portugués único caracterizado por su ornamentación intrincada y exuberante. Esta renovación incluyó la creación de las magníficas tumbas de los primeros reyes portugueses, Afonso I y su hijo Sancho I. El monasterio fue declarado Monumento Nacional en 1910, consolidando su importancia en el patrimonio portugués.
Al acercarse al Monasterio de Santa Cruz, lo primero que llamará su atención es la impresionante fachada del portal. Construida en dos fases entre 1507 y 1526, la fachada cuenta con dos imponentes torres y un portal ricamente decorado diseñado por Diego de Castillo y ejecutado por Nicolas de Chantereine. El portal está adornado con estatuas de ángeles, el Rey David con su arpa, la Virgen María y varios profetas y Padres de la Iglesia, creando una entrada impresionante al espacio sagrado.
Al entrar en la iglesia, será recibido por la grandeza de la estructura de una sola nave, flanqueada por capillas a ambos lados. La amplia nave está dividida en cuatro tramos y cubierta por una magnífica bóveda de nervaduras adornada con claves que llevan el escudo de armas real y una esfera armilar. Un arco triunfal, enmarcado por un motivo de cuerda, conduce al coro empotrado donde se encuentran las tumbas reales.
Las tumbas reales de Afonso I y Sancho I, creadas en 1530, son el centro del coro. Estos monumentos góticos tardíos, que se elevan a doce metros de altura, están adornados con hasta 50 figuras cada uno. Los reyes están representados yaciendo en estado con su armadura, rodeados de apóstoles, evangelistas y otros santos bajo doseles góticos. Los intrincados detalles y la escala de estas tumbas son un testimonio de la artesanía de la época y la reverencia hacia estos monarcas.
El púlpito, creado por Nicolas de Chantereine en 1522, es una obra maestra del arte renacentista. Sus paneles ricamente decorados presentan pequeñas escenas, putti, grotescos y figuras de los Padres de la Iglesia, sibilas y profetas. La parte inferior del púlpito está adornada con cabezas de ángeles alados, sirenas y cabezas de animales, añadiendo a su intrincada belleza.
Los coros, que datan del período manuelino, son otro punto destacado del interior de la iglesia. Los coros de dos niveles están lujosamente decorados con tallas doradas, mostrando la habilidad y el arte de su creador, un maestro conocido como Machim, que también trabajó en Braga.
El órgano de la iglesia, que presenta el registro de una trompeta española, es un notable ejemplo de la artesanía de principios del siglo XVI. Originalmente creado por Heitor Lobo alrededor de 1530, el órgano fue ampliado más tarde por Manuel Benito Gómez de Herrera entre 1719 y 1724. Su ubicación como órgano de nido de golondrina añade al esplendor visual y auditivo de la iglesia.
La sacristía, construida entre 1622 y 1624 bajo la dirección de Pedro Nunes Tinoco, es otra joya dentro del monasterio. Su bóveda de cañón artesonado y paredes revestidas de azulejos del siglo XVIII crean un espacio sereno y hermoso. Originalmente, la sacristía albergaba importantes obras de la escuela portuguesa, incluidas pinturas de Grão Vasco, Cristóvão de Figueiredo y André Gonçalves.
Desde el claustro, un portal manuelino conduce a la sala capitular, construida por Diogo Boitaca. Adyacente a la sala capitular se encuentra la Capilla de São Teotónio, adornada con pinturas que representan escenas de la vida del Rey Afonso I y San Teotonio. Las paredes laterales de la capilla presentan esculturas de los evangelistas con sus símbolos, añadiendo a su significado espiritual y artístico.
El Monasterio de Santa Cruz cuenta con dos hermosos claustros. El Claustro do Silêncio, construido entre 1517 y 1522 por Marcos Pires, tiene un diseño de dos pisos con arcos apuntados con tracería en la planta baja y arcos triples en forma de asa de cesta en el piso superior, ahora acristalados. Las esquinas del claustro están adornadas con relieves renacentistas tempranos que representan la Pasión de Cristo, basados en grabados de Albrecht Dürer. La fuente central, que data del siglo XVII, añade a la tranquilidad del espacio.
El Claustro da Manga, creado en 1533 por Jean de Rouen, debe su nombre a la leyenda de que el Rey Juan III dibujó el diseño en su manga. Aunque solo quedan las estructuras redondas centrales, originalmente estaban rodeadas por canales de agua y eran accesibles a través de puentes levadizos estrechos, creando un entorno único y pintoresco.
En conclusión, el Monasterio de Santa Cruz no es solo un monumento histórico, sino un testimonio vivo del rico patrimonio cultural y religioso de Portugal. Su impresionante arquitectura, obras de arte intrincadas y el lugar de descanso de los primeros reyes de la nación lo convierten en un destino imprescindible para cualquiera que visite Coimbra. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un amante del arte o simplemente un viajero curioso, el Monasterio de Santa Cruz ofrece un viaje a través del tiempo y una visión del alma de Portugal.
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