Bracara Augusta, la antigua ciudad romana que floreció y se convirtió en lo que hoy conocemos como Braga en el norte de Portugal, es un fascinante mosaico de historia, cultura y maravillas arquitectónicas. Fundada por el emperador Augusto entre el 15 y el 13 a.C., esta ciudad fue un faro de la civilización romana en la Península Ibérica. Al recorrer sus restos, uno se transporta al pasado, siendo testigo de la grandeza y la importancia estratégica que tuvo en el Imperio Romano.
El nombre de la ciudad rinde homenaje a sus raíces, combinando el nombre de la tribu indígena, los Bracares, con el del emperador Augusto. Antes de su fundación romana, la zona probablemente era un sitio significativo para las tribus locales, posiblemente sirviendo como campamento militar, lugar sagrado de reunión o incluso un mercado bullicioso. El hallazgo de baños termales prerromanos sugiere una rica historia aún por descubrir.
Bracara Augusta fue planificada meticulosamente, con un diseño ortogonal típico del urbanismo romano. Las calles se cruzaban en ángulos rectos, creando una cuadrícula que facilitaba el comercio, el gobierno y la vida diaria. La ciudad se dividía en bloques cuadrados, cada uno lleno de actividad, desde la metalurgia hasta la cerámica y el comercio. Los primeros años de Bracara Augusta vieron un rápido crecimiento, impulsado por su estatus como capital del conventus, un distrito judicial en la provincia romana.
Durante las dinastías Flavia y Antonina, Bracara Augusta prosperó, convirtiéndose en un centro de comercio y cultura. La ciudad experimentó una reestructuración significativa, con la construcción de edificios públicos, teatros, baños y templos. La Vía Nova conectaba Bracara con Astorga, mejorando las rutas comerciales y el intercambio cultural. La riqueza de la ciudad atrajo a una élite poderosa, como lo demuestran las lujosas importaciones de cristalería, cerámica y artículos decorativos.
Plinio el Viejo señaló que el conventus de Braga era uno de los más poblados del noroeste de la Península Ibérica, con una población de 285,000 ciudadanos libres. La economía de la ciudad era diversa, con exportaciones que incluían cerámica y metales de alta calidad. La presencia de individuos adinerados llevó al desarrollo de residencias opulentas, especialmente en la parte oriental de la ciudad.
El siglo III trajo desafíos a Bracara Augusta, ya que el Imperio Romano enfrentaba una inestabilidad generalizada. El crecimiento de la ciudad se ralentizó y las medidas defensivas se convirtieron en una prioridad. Se construyó una formidable muralla, de 5 a 6 metros de espesor, alrededor del centro de la ciudad, alterando su paisaje. Esta fortificación fue una respuesta a amenazas externas, como el saqueo de la cercana Tarraco por los francos.
A pesar de estos desafíos, Bracara Augusta siguió siendo un centro urbano vital. El establecimiento de la provincia Hispania Nova Citerior Antonina, más tarde conocida como Gallaecia, marcó un nuevo capítulo en la historia de la ciudad. Como capital provincial, Bracara Augusta continuó influyendo en el panorama político y económico de la región.
Bajo las reformas del emperador Diocleciano, Bracara Augusta se convirtió en la capital de la recién establecida provincia de Gallaecia. Este período vio un resurgimiento en el desarrollo urbano, con edificios públicos siendo renovados y nueva infraestructura introducida. La población de la ciudad disfrutó de una prosperidad creciente, como se evidencia en la construcción de baños privados y mosaicos intrincados.
Bracara Augusta también emergió como un centro eclesiástico. A finales del siglo IV, ya contaba con un obispado establecido, que jugó un papel crucial en la cristianización de la región. La presencia del obispo Paternus en el Primer Concilio de Toledo en el año 400 d.C. subraya la creciente importancia religiosa de la ciudad.
Hoy en día, los visitantes de Braga pueden explorar los restos de Bracara Augusta e imaginar la vibrante vida que una vez prosperó aquí. Los sitios arqueológicos ofrecen un vistazo al pasado de la ciudad, desde los grandes baños públicos hasta los mosaicos intrincados que adornaban las casas de los ricos. El legado de Bracara Augusta es un testimonio de la influencia perdurable de la cultura romana en Portugal.
Ya sea que seas un entusiasta de la historia o un viajero casual, la historia de Bracara Augusta es un cautivador viaje a través del tiempo. Al caminar por sus antiguas calles, uno recuerda el papel fundamental de la ciudad en la configuración del paisaje cultural e histórico de la Península Ibérica. Una visita a Braga no es solo un paso atrás en el tiempo, sino una celebración de una ciudad que ha resistido la prueba del tiempo, evolucionando y prosperando a lo largo de los siglos.
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