En el corazón de Berna, Suiza, entre las encantadoras calles y la arquitectura histórica, se encuentra un monumento peculiar y fascinante: el Kindlifresserbrunnen, o la Fuente del Devorador de Niños. Esta obra de arte intrigante no es solo una fuente, sino una narrativa congelada en el tiempo, una mezcla de historia, folclore y arte que invita al viajero curioso a desentrañar sus misterios.
El Kindlifresserbrunnen fue creado en 1545 por el talentoso Hans Gieng, reemplazando una fuente de madera del siglo XV. Originalmente conocida como Platzbrunnen, no fue hasta 1666 que el nombre Kindlifresserbrunnen, que se traduce literalmente como Fuente del Devorador de Niños, fue documentado por primera vez. La fuente fue ligeramente reubicada en 1997 durante las renovaciones de la línea de tranvía, revelando su fecha original de creación grabada en el suelo de la base.
Esta fuente es una de las muchas fuentes figurativas del siglo XVI en el casco antiguo de Berna, un testimonio de la vibrante cultura y arte de la época. El Kindlifresserbrunnen, con su impactante y algo macabra imagen, sigue siendo un tema de intriga y especulación.
En la cima de la columna corintia de la fuente se sienta la infame figura: un personaje grotesco en el acto de devorar a un niño. Esta imagen inquietante se complementa con un saco colgado sobre su hombro, lleno de más niños, sugiriendo una figura folclórica amenazante destinada a infundir miedo. El personaje lleva un peculiar sombrero puntiagudo, que recuerda a las representaciones de Saturno (Cronos) en el arte del siglo XVI, aunque con un estilo propio.
Debajo, la columna está adornada con una procesión de osos armados, un guiño humorístico al animal emblemático de Berna. Estos osos, equipados con mosquetes, espadas y banderas suizas, marchan alrededor de la columna, añadiendo un elemento de fantasía al tema oscuro.
El verdadero significado detrás del Kindlifresserbrunnen sigue siendo un tema de debate. Algunas interpretaciones sugieren que la figura representa un hombre del saco del folclore medieval y moderno temprano europeo, una criatura utilizada para asustar a los niños y hacer que se comporten bien. Otros especulan sobre conexiones con Saturno, conocido en la mitología por devorar a sus hijos, aunque la falta de una hoz, un atributo clave de Saturno, deja esta interpretación abierta.
Las leyendas locales y las interpretaciones académicas también han alimentado teorías que vinculan la figura con imágenes antisemitas o como un personaje de tradiciones carnavalescas, aunque esto último es poco probable dado el enfoque histórico de Berna sobre tales festividades tras la Reforma. El creador de la fuente, Hans Gieng, pudo haberse inspirado en varios elementos iconográficos de su tiempo, fusionándolos en una obra de arte singular y cautivadora.
Más allá de su misterioso atractivo, el Kindlifresserbrunnen es un monumento cultural querido. Refleja el estilo artístico y las narrativas sociales del Berna del siglo XVI, ofreciendo un vistazo al pasado. La fuente también sirve como recordatorio del rico patrimonio de la ciudad en arte público y su dedicación a la preservación de monumentos históricos.
En 1997 y nuevamente en 2015, la fuente fue restaurada para mantener su integridad estructural y colores vibrantes, asegurando que continúe cautivando a visitantes y lugareños por igual. A pesar de su tema ominoso, la fuente es una atracción popular, atrayendo a aquellos intrigados por su enigmática historia y expresión artística única.
Ubicada en la bulliciosa Kornhausplatz, el Kindlifresserbrunnen es fácilmente accesible y una visita obligada para cualquiera que explore Berna. Al pararse frente a esta fuente histórica, tómese un momento para apreciar los intrincados detalles y reflexionar sobre las historias que ha inspirado a lo largo de los siglos.
Ya sea que lo vea como una pieza caprichosa de folclore o un símbolo cultural más profundo, el Kindlifresserbrunnen es un testimonio del poder perdurable del arte para provocar pensamiento y curiosidad. Su presencia en el casco antiguo de Berna no solo es un tributo al legado artístico de la ciudad, sino también una invitación a explorar el rico tapiz de historias que definen este encantador destino.
En conclusión, el Kindlifresserbrunnen es más que una simple fuente; es una narrativa tallada en piedra, una pieza de historia que continúa inspirando y desconcertando. Mientras pasea por Berna, deje que este emblemático monumento sea un recordatorio del vibrante pasado de la ciudad y de los relatos atemporales que continúan dando forma a su paisaje cultural.
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