En la encantadora localidad de Avilés, situada en el corazón del Principado de Asturias, se encuentra una joya oculta que atrae tanto a los amantes de la historia como a los aficionados a la arquitectura: la Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery. Conocida localmente como la Iglesia de Santo Tomás de Canterbury, este antiguo templo es un testimonio perdurable de la arquitectura románica y del rico entramado cultural de la región.
La Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery, cariñosamente llamada por los lugareños la vieja iglesia de Sabugo, data del siglo XIII. Su nombre proviene de su dedicación a Santo Tomás Becket, el Arzobispo de Canterbury, cuyo martirio en 1170 dejó una huella imborrable en la historia cristiana. La ubicación de la iglesia en el histórico barrio pesquero de Sabugo, ahora parte de Avilés, la sitúa en el corazón de una comunidad que ha estado ligada al mar durante siglos.
La construcción de la iglesia comenzó en estilo románico, caracterizado por su diseño robusto y sólido. A lo largo de los siglos, ha sido testigo de numerosas transformaciones y renovaciones, cada una añadiendo una capa de historia a su ya rica narrativa. Las más significativas de estas modificaciones ocurrieron durante los siglos XV, XVI y XVIII, cuando la iglesia experimentó extensos cambios para adaptarse a las necesidades evolutivas de su congregación.
Al acercarse a la Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery, lo primero que capta la atención es su impresionante fachada. La entrada principal, adornada con una serie de arquivoltas intrincadamente talladas, es una obra maestra del arte románico. Estos cuatro arcos apuntados, embellecidos con molduras y perfiles de medio punto, descansan sobre columnas rematadas con capiteles elaboradamente esculpidos. Aquí, se puede encontrar una fascinante mezcla de motivos decorativos, que incluyen diseños vegetales y antropomórficos, ofreciendo un vistazo a la sensibilidad artística de la época.
Al entrar, la iglesia revela un espacioso interior que emana una sensación de tranquilidad y reverencia. La nave única, típica de la arquitectura románica, conduce a un ábside semicircular en el extremo oriental, donde se encuentra el altar. Este diseño, con su planta basilical, crea una atmósfera de solemnidad y enfoque, dirigiendo la mirada hacia el altar y el cielo.
El techo original de madera de la nave ha sido reemplazado por un techo abovedado con lunetos, resultado de las renovaciones mencionadas anteriormente. Estos cambios, aunque alteraron la apariencia de la iglesia, han añadido a su significado histórico, mostrando la adaptabilidad y resistencia de esta venerable estructura.
Uno de los aspectos más cautivadores de la Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery es su portal sur. Esta entrada, resguardada por un dosel de piedra sostenido por ménsulas, presenta tres arcos semicirculares adornados con una variedad de elementos decorativos, incluyendo figuras humanas y animales. Este portal es un excelente ejemplo de la capacidad del estilo románico para combinar funcionalidad con expresión artística, proporcionando tanto una entrada grandiosa como un festín visual para los visitantes.
En la base de la pared sur, se encuentra un largo banco de piedra, un vestigio del papel de la iglesia como lugar de reunión para la comunidad pesquera local. Este banco, que una vez estuvo protegido por un porche de madera, servía como punto de encuentro para el gremio de marineros, que se reunían aquí para discutir asuntos de interés común y buscar refugio de los elementos.
Otra característica digna de mención es la galería elevada en el extremo occidental de la nave. Esta plataforma elevada, accesible por una escalera, ofrece un punto de vista único desde el cual contemplar el interior de la iglesia. Se cree que esta galería se utilizaba para ceremonias y eventos especiales, añadiendo un elemento de grandeza al diseño ya impresionante de la iglesia.
Visitar la Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery es como retroceder en el tiempo. Al explorar sus sagrados pasillos, casi se pueden escuchar los ecos de siglos pasados: las oraciones susurradas de los pescadores pidiendo un paso seguro, los cantos solemnes de los monjes y las alegres celebraciones de bodas y bautismos. Cada piedra, cada talla y cada arco cuenta una historia, invitándote a ser parte del legado perdurable de la iglesia.
Ya seas un devoto peregrino, un entusiasta de la historia o simplemente un viajero curioso, la Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery ofrece una experiencia única y enriquecedora. Su mezcla de belleza arquitectónica, significado histórico y serenidad espiritual la convierte en un destino imprescindible en Avilés.
Así que, mientras paseas por las pintorescas calles de esta encantadora localidad, tómate un momento para detenerte y reflexionar en la Iglesia de Santo Tomás de Cantorbery. Deja que sus antiguas piedras y su belleza intemporal te transporten a una era pasada, donde la fe, la comunidad y el arte convergieron para crear un monumento duradero al espíritu humano.
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