Situado en la pintoresca Collina di Beauregard, en la parte noreste de Aosta, el Castello Jocteau es una joya escondida que ofrece una fascinante visión de la historia militar de Italia y su elegancia arquitectónica. Ubicado a una altitud de 654 metros, este encantador castillo no solo proporciona impresionantes vistas panorámicas de los picos Monte Emilius y Beca di Nona, sino que también es un testimonio del arte y diseño del siglo XX.
El Castello Jocteau, también conocido como Castello Duca degli Abruzzi o Castello Generale Cantore, fue construido en 1907 bajo el patrocinio de la condesa Candida Jocteau Bombrini, esposa de Charles-Albert Jocteau. Los Jocteau, una familia noble de Grenoble, fueron figuras prominentes en el Reino de Italia, sirviendo a la nación diligentemente durante el Risorgimento. Durante casi tres décadas, el castillo permaneció en manos de la familia Jocteau, quienes le imprimieron su encanto y elegancia aristocrática.
En la década de 1930, el gobierno italiano reconoció la necesidad de mejorar sus capacidades militares alpinas. Así, el 9 de enero de 1934, se inauguró la Escuela Central Militar de Alpinismo (Scuola Centrale Militare di Alpinismo) dentro del castillo. Esta iniciativa fue calurosamente acogida por el Papa Pío XI, conocido como el Papa Alpinista. El Reino de Italia adquirió el Castello Jocteau por una suma considerable de un millón de liras, transformándolo en el centro de mando para las tropas alpinas de élite.
Posteriormente, el castillo fue renombrado en honor a Luigi Amedeo de Saboya-Aosta, Duque de los Abruzzos, quien falleció en 1933. Este cambio de nombre reflejó el nuevo papel del castillo como un centro de entrenamiento y operaciones militares alpinas.
El estilo arquitectónico del Castello Jocteau es una espléndida mezcla de eclecticismo y elegancia. Diseñado por el renombrado arquitecto Carlo Ceppi y construido por el ingeniero Ottavio Invrea, el diseño del castillo se inspiró en el cercano Castel Savoia. Su estructura se caracteriza por una combinación armoniosa de torres redondas y cuadradas, creando una apariencia visualmente impactante y robusta.
Una característica notable del castillo es su capilla neogótica, ubicada en el ala noroeste. La capilla tiene un diseño rectangular con bóvedas de crucería, y su fachada está adornada con frescos. El campanario, equipado con dos campanas y ventanas dobles, añade encanto a la capilla. En su interior, la capilla alberga una puerta de hierro con un relieve de un sacerdote y dos soldados, un regalo de Rivetti.
El interior del castillo es igualmente cautivador, con numerosas salas, salones y habitaciones subterráneas. La decoración incluye trabajos de estuco floral y el escudo de armas baronial de la familia Jocteau, reflejando el estilo Art Nouveau popular en la época de su construcción. El salón de honor La Rotonda, con su diseño ovalado, es particularmente notable. Adyacentes a él se encuentran la Sala Azul, la oficina del Comandante General, la sala de asambleas y la biblioteca.
El Castello Jocteau alberga un pequeño museo dedicado al alpinismo, mostrando la rica historia y logros de las tropas alpinas italianas. El museo cuenta con una colección de premios y recuerdos de las patrullas de esquí alpino militar de élite de la década de 1930, incluyendo figuras notables como Zeno Colò y Achille Compagnoni.
La biblioteca, aunque parcialmente saqueada durante la Segunda Guerra Mundial, aún contiene valiosos volúmenes sobre historia militar, vida alpina, botánica y geografía internacional. Las paredes de la biblioteca están adornadas con fotografías que documentan los 100 años de historia de la escuela alpina. La oficina del Comandante General conserva su decoración baronial original, mientras que la sala de asambleas está meticulosamente amueblada con bocetos de madera de técnicas alpinas, restaurados por el escultor Mario Stuffer.
Rodeando el castillo hay un vasto parque diseñado por Giuseppe Roda, un renombrado arquitecto paisajista de Turín. El parque cuenta con una diversa colección de árboles, incluyendo abetos, alerces, hayas, castaños de Indias, cedros, abedules, tilos y arces. También incluye un jardín botánico con especies de plantas raras, mantenido meticulosamente por el departamento regional de agricultura y silvicultura.
Uno de los aspectos más destacados del parque es el klettergarten, o jardín de escalada, creado a principios del siglo XX. El general y alpinista Giuseppe Inaudi, junto con el instructor de escalada Emilio Comici, diseñaron esta área de escalada para entrenar a las tropas en diversas técnicas de escalada. El klettergarten incluye rutas de diferentes niveles de dificultad, convirtiéndolo en un valioso terreno de entrenamiento para los escaladores militares.
A lo largo de su historia, el Castello Jocteau ha recibido a varios visitantes ilustres. En la década de 1930, huéspedes notables incluyeron a Benito Mussolini en 1938 y al emperador Hirohito de Japón en 1939. El rey Umberto II y la princesa María José de Bélgica también honraron el castillo con su presencia. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuatro presidentes de la República Italiana visitaron el castillo: Giovanni Leone, Giuseppe Saragat, Francesco Cossiga y Carlo Azeglio Ciampi. El Papa Juan Pablo II, un visitante frecuente del Valle de Aosta, también visitó el castillo, dejando una impresión duradera con su presencia.
La capilla del castillo, dedicada a la Madonna, es un lugar de serena belleza y significancia artística. Cuenta con muebles de madera, incluyendo bancos, una balaustrada y un altar. Sobre el altar cuelga una pintura de la Madonna y dos ángeles, enmarcada en madera. La capilla también alberga fotos votivas de soldados caídos, a quienes el Papa Juan Pablo II ofreció una oración durante su visita. El coro tiene un suelo de madera de roble, mientras que el resto de la capilla presenta un suelo de piedra.
En conclusión, el Castello Jocteau no es solo un monumento histórico; es un testimonio viviente del rico patrimonio militar y esplendor arquitectónico de Italia. Sus paredes resuenan con historias de valentía, resiliencia y nobleza, convirtiéndolo en un destino imprescindible para los entusiastas de la historia y los aficionados a la arquitectura. Aunque no está abierto al público, su legado continúa inspirando y cautivando a quienes conocen su rica historia.
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