En el pintoresco paisaje de Antequera, España, se encuentra un notable testimonio de la ingeniosidad y profundidad espiritual de nuestros antepasados neolíticos: el Dolmen de Viera, conocido localmente como Dolmen de Viera. Este antiguo monumento megalítico, parte del famoso Sitio de los Dólmenes de Antequera, ofrece una fascinante visión de la vida y la muerte prehistóricas, convirtiéndose en una visita obligada para los entusiastas de la historia y los viajeros curiosos.
El Dolmen de Viera es un ejemplo clásico de una tumba de corredor, un tipo de estructura megalítica prevalente en la Península Ibérica y vinculada a la tradición atlántica. Construido con grandes piedras verticales conocidas como ortostatos y cubierto por losas, este dolmen está orientado hacia el amanecer durante los equinoccios, simbolizando el paso del tiempo y los ciclos de la naturaleza.
La tumba cuenta con una cámara cuadrada que mide 210 cm de altura y 180 cm de ancho, situada al final de un corredor de 21 metros de largo que tiene 185 cm de alto y 120 cm de ancho. La sección exterior norte del corredor está adornada con cazoletas, un motivo común en el arte esquemático, mientras que en el interior se pueden observar trazos de pintura roja y óxidos, lo que sugiere posibles rituales y significados simbólicos atribuidos al sitio por sus constructores.
Cubriendo toda la estructura hay un túmulo con un diámetro de 50 metros, similar al del cercano Dolmen de Menga. Este impresionante túmulo no solo protegió al dolmen de los elementos, sino que también sirvió como un prominente punto de referencia en el antiguo paisaje.
Datado aproximadamente entre 3510-3020 a.C., durante el período Neolítico, el Dolmen de Viera fue descubierto en febrero de 1903 por los hermanos José y Antonio Viera Fuentes, quienes inicialmente lo llamaron Cueva Chica en contraste con el más grande Dolmen de Menga. Más tarde, el renombrado arqueólogo Manuel Gómez-Moreno Martínez lo renombró Dolmen de Viera en honor a los hermanos que lo desenterraron.
La primera restauración documentada del dolmen tuvo lugar en 1941 bajo la supervisión del arquitecto Francisco Prieto-Moreno y Pardo. Esta intervención incluyó la limpieza del corredor, la creación de tres escalones para facilitar el acceso, la reconstrucción de las pendientes con piedras y la reparación de la puerta para asegurar el sitio. La restauración más reciente, llevada a cabo en 2004 por el arquitecto Ciro de la Torre Fragoso, se centró en abordar problemas de conservación causados por la infiltración de agua. Este proyecto reforzó la estructura, mejoró el drenaje y mejoró la apariencia externa del túmulo, resultando en la forma actual que vemos hoy.
El Dolmen de Viera no solo es una hazaña arquitectónica notable, sino también un profundo artefacto cultural. Su alineación con los equinoccios, permitiendo que la luz del sol penetre en la cámara funeraria durante estos momentos clave del año, destaca la importancia de los ciclos solares y las estaciones agrícolas para las comunidades neolíticas de Antequera. Esta alineación simboliza la transición de la vida a la muerte, de la luz a la oscuridad, y el ciclo eterno de la naturaleza, reforzando el papel del dolmen en rituales y ceremonias relacionados con estos temas.
Este fenómeno ha sido estudiado extensamente por el arqueoastrónomo Michael Hoskin, quien exploró el significado de las orientaciones de las tumbas en su obra Tombs, Temples, and Their Orientations: A New Perspective on Mediterranean Prehistory (2001). El Dolmen de Viera, junto con sus megalitos vecinos, sirve como una conexión tangible con las vidas espirituales y prácticas de las personas que construyeron estas estructuras monumentales.
El Dolmen de Viera, junto con el Dolmen de Menga y el Tholos de El Romeral, ha sido reconocido por su importancia histórica y cultural a través de diversas medidas de protección. En 1923, los dólmenes de Menga y Viera fueron declarados conjuntamente Monumento Nacional. En 2009, los Dólmenes de Antequera fueron designados como Sitio de Interés Cultural, abarcando los tres dólmenes principales y su paisaje circundante. Finalmente, en 2016, los Dólmenes de Antequera fueron inscritos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, consolidando aún más su estatus como tesoros culturales invaluables.
Explorar el Dolmen de Viera ofrece una oportunidad única para retroceder en el tiempo y experimentar los logros asombrosos de nuestros antepasados prehistóricos. A medida que caminas por el corredor y entras en la cámara funeraria, no puedes evitar maravillarte ante la habilidad y dedicación requeridas para construir un monumento así hace más de 5,000 años. Los tranquilos alrededores y la alineación del dolmen con el mundo natural proporcionan una atmósfera contemplativa, invitando a los visitantes a reflexionar sobre la conexión perdurable entre la humanidad y el cosmos.
En conclusión, el Dolmen de Viera es más que solo una antigua tumba; es un testimonio de la ingeniosidad, espiritualidad y resistencia de las personas neolíticas que lo construyeron. Ya seas un aficionado a la historia, un entusiasta de la arqueología o simplemente un viajero curioso, una visita a este notable sitio en Antequera seguramente dejará una impresión duradera y profundizará tu apreciación por el rico tapiz de la historia humana.
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