El Dolmen de Menga, conocido localmente como Dolmen de Menga, es una impresionante estructura megalítica situada en la encantadora localidad de Antequera, en Andalucía, España. Este antiguo monumento, posiblemente el más famoso de su tipo en España, invita a los visitantes a retroceder en el tiempo y explorar los misterios de la ingeniosidad y la cultura prehistóricas.
El Dolmen de Menga se encuentra a solo un kilómetro al noreste de Antequera, muy cerca del Dolmen de Viera y el Tholos de El Romeral. Juntos, estos tres forman el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2016. Esta ubicación estratégica entre el Mediterráneo y el Atlántico lo convirtió en un importante punto de paso en tiempos antiguos, aumentando así su relevancia histórica.
Mencionado por primera vez en registros históricos a finales del siglo XVI, el Dolmen de Menga ha intrigado a estudiosos y viajeros durante siglos. En 1587, Agustín de Tejada Páez escribió sobre una "cueva llamada Menga", especulando que era un sitio para rituales nocturnos y sacrificios. Su sobrino, Francisco de Tejada y Nava, creía que era obra de seres sobrenaturales, utilizada para rituales demoníacos. A lo largo de los años, muchos han visitado este sitio, incluyendo a Rafael Mitjana, quien documentó sus visitas en el siglo XIX y contribuyó a su reconocimiento internacional.
El Dolmen de Menga es un impresionante ejemplo de ingeniería neolítica. Los constructores nivelaron meticulosamente el área de construcción, y las excavaciones arqueológicas han revelado que el sitio fue utilizado incluso antes de que se construyera el dolmen. El túmulo, o montículo, mide casi 50 metros de diámetro y consta de aproximadamente 3,000 metros cúbicos de tierra y piedras, dispuestas cuidadosamente en capas alternas.
La estructura interior es un dolmen de galería, casi rectangular en forma, que mide 27.5 metros de longitud, con una anchura máxima de 6 metros y una altura que varía de 2.7 a 3.5 metros. El peso combinado de los veinticuatro ortostatos (piedras verticales), tres pilares centrales y cinco enormes losas de cubierta es de unos impresionantes 835.7 toneladas. Las losas de cubierta por sí solas pesan entre 44 y 149 toneladas cada una, lo que requiere los pilares centrales para su soporte.
Una de las características más intrigantes del Dolmen de Menga es el pozo descubierto en su interior en 2005. Si este pozo fue parte del diseño original o una adición posterior sigue siendo un misterio. Otro aspecto fascinante es su orientación axial. A diferencia de la mayoría de los monumentos megalíticos ibéricos, que se alinean con el amanecer, el Dolmen de Menga está orientado hacia la cara norte de la Peña de los Enamorados, una montaña cercana con arte rupestre neolítico y microlitos. Esta alineación única sugiere una conexión más profunda, quizás ritual, con la montaña, en lugar de una mera coincidencia.
El Dolmen de Menga ha permanecido accesible desde su construcción, atrayendo un interés y actividad humanos continuos. Aunque Rafael Mitjana no encontró artefactos arqueológicos durante sus excavaciones en 1842, el sitio ha producido algunos hallazgos significativos a lo largo de los años. Los únicos artefactos oficialmente atribuidos, ahora en el Museo de Málaga, incluyen una cabeza de hacha pulida, tres hojas y dos lascas de sílex retocadas. Excavaciones recientes también han descubierto tumbas romanas y medievales cerca del túmulo, destacando aún más la importancia histórica del sitio.
La datación por radiocarbono de muestras del interior del monumento y fragmentos de cerámica hecha a mano sugiere que el Dolmen de Menga data del segundo cuarto del cuarto milenio a.C. Estas fechas, que van entre 3790 y 3384 a.C., coinciden con el período Neolítico, ofreciendo una visión de la vida y las prácticas de las comunidades prehistóricas.
Una visita al Dolmen de Menga es un viaje al pasado distante, donde se puede admirar la ingeniosidad y el esfuerzo de los antiguos constructores. Al acercarse a la entrada, enmarcada por enormes piedras, casi se puede sentir el peso de la historia. Al entrar, el interior fresco y tenuemente iluminado evoca un sentido de reverencia y asombro, transportándote a una época en la que este espacio posiblemente se utilizaba para rituales, entierros o reuniones comunitarias.
El Dolmen de Menga no es solo un sitio arqueológico; es un testimonio de la creatividad y la resistencia humanas. Su presencia duradera en el paisaje de Antequera invita a reflexionar sobre las conexiones entre el pasado y el presente, y las formas en que los pueblos antiguos entendían e interactuaban con su mundo. Ya seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arqueología o simplemente un viajero curioso, el Dolmen de Menga ofrece una fascinante visión de los misterios de nuestro patrimonio humano compartido.
Así que, la próxima vez que te encuentres en Andalucía, no pierdas la oportunidad de explorar el Dolmen de Menga. Es un monumento notable que se erige como un testigo silencioso de miles de años de historia, esperando compartir sus secretos con aquellos dispuestos a escuchar.
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