La Iglesia de la Asunción de María y San Juan Nepomuceno, conocida localmente como Nagyboldogasszony- és Nepomuki Szent János-templom, se erige majestuosamente en el corazón de Székesfehérvár, Hungría. Esta joya arquitectónica, frecuentemente llamada simplemente la Iglesia Cisterciense, es un testimonio del esplendor de la arquitectura barroca húngara y un símbolo del rico tapiz histórico de la ciudad.
La historia de esta magnífica iglesia comienza a finales del siglo XVII, poco después de la expulsión de los otomanos de Székesfehérvár en 1688. Los jesuitas, que habían llegado a la ciudad, inicialmente construyeron su primera iglesia en el sitio de la actual iglesia franciscana. Sin embargo, al reconocer la necesidad de una estructura más grandiosa, comenzaron la construcción de una nueva iglesia en el sitio de una antigua mezquita turca. La construcción de la iglesia y el monasterio actuales comenzó en 1742 y se completó en 1756.
Aunque el arquitecto principal sigue siendo desconocido, la leyenda local atribuye el diseño a Paul Hatzinger, discípulo del monje carmelita Martin Witwer. La primera piedra se colocó el 31 de julio de 1745 y la iglesia fue consagrada en 1756. Tras la disolución de la orden jesuita en 1773, la iglesia fue entregada a los monjes paulinos y más tarde, en 1813, a los cistercienses, quienes fueron sus custodios hasta 1950. Después de un breve período de uso secular, la iglesia fue devuelta a los cistercienses tras los cambios políticos de los años 90. La iglesia fue sometida a una renovación integral en 2014, que incluyó la consagración de tres nuevas campanas.
Al acercarse a la Iglesia de la Asunción de María y San Juan Nepomuceno, uno queda inmediatamente impresionado por su imponente fachada barroca. La iglesia está estratégicamente ubicada en la calle principal del casco antiguo de Székesfehérvár, lo que la convierte en un punto de referencia prominente. Sus torres gemelas, coronadas con cúpulas de cebolla y adornadas con relojes, son características esenciales de la arquitectura de las iglesias jesuitas. Las torres están conectadas por una sección central que presenta un frontón curvado suavemente y una serie de ventanas decorativas. El portal de piedra, con sus decoraciones de volutas y la fecha 1751 inscrita en el dintel, sugiere la importancia histórica de la iglesia. Sobre el portal, el emblema jesuita se erige con orgullo como recordatorio de los fundadores originales de la iglesia.
Al ingresar, los visitantes son recibidos por un interior espacioso y bien iluminado que exuda una sensación de serenidad y grandeza. El techo está adornado con bóvedas de cañón separadas por delicadas nervaduras, y las paredes están revestidas con vibrantes frescos del pintor austriaco Caspar Franz Sambach. Los frescos, que representan escenas de las vidas de varios santos, son un festín visual. Destacan la glorificación de San Ignacio de Loyola, el fresco de la Patrona de Hungría con San Esteban y San Emerico, y el fresco de la cúpula que representa la Santísima Trinidad rodeada de una multitud de ángeles.
El altar principal es una obra maestra en sí misma, con un fresco de la glorificación de San Juan Nepomuceno, el santo patrón de la confesión. El fresco crea una ilusión de espacio extendido, fusionando el mundo real y el celestial. Debajo de este, una pintura más pequeña de la Asunción de María, la otra patrona de la iglesia, está flanqueada por figuras angelicales.
La iglesia cuenta con cuatro altares laterales, cada uno dedicado a diferentes santos. A la derecha de la entrada está el altar de San Francisco Javier, creado en 1752, frente al cual se encuentra el altar del Ángel de la Guarda. Más adelante, el altar de San Ignacio de Loyola, pintado por Michelangelo Unterberger, enfrenta al altar de la Santa Cruz, que representa a Cristo en la cruz. Los muebles de la iglesia, incluidos los bancos y los confesionarios, fueron elaborados por los jesuitas en su propio taller, siguiendo diseños de F. Baumgartner Bernát. El exquisito púlpito rococó, adornado con escenas de la vida de Cristo y el emblema de los jesuitas, es obra del escultor Károly Bebo.
Una de las posesiones más preciadas de la iglesia es su sacristía rococó, considerada una de las mejores de Europa. Elaborada por el monje paulino Hyngeller János entre 1764 y 1767, los muebles de roble oscuro envuelven la sala en tres lados. La sección inferior cuenta con cajones y portavelas, mientras que los gabinetes superiores reflejan los altares de la iglesia. El sagrario, diseñado para parecerse a un altar, representa el lamento de Cristo, flanqueado por imágenes de los santos patronos de la iglesia. Cada esquina alberga un confesionario, y las puertas están adornadas con relieves de varios santos, incluidos San Pedro y San Pablo.
La iglesia alberga cuatro campanas, cada una con su propia historia única. La Campana de la Trinidad, fundida en 2014 por Miklós Gombos, pesa 305 kg y lleva la inscripción Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto. La Campana de San Esteban, también fundida por Gombos en 2014, pesa 147 kg y está dedicada a San Esteban, el primer rey de Hungría. La Campana de San Tomás, que pesa 86 kg, fue donada por Gábor Hunyadi en 2014, mientras que la campana más pequeña, la Campanilla de Santiago, fue fundida en 1817 en Italia y pesa solo 12 kg. Estas campanas, consagradas en 2014, añaden un encanto melódico a la vida diaria de la iglesia.
En conclusión, la Iglesia de la Asunción de María y San Juan Nepomuceno no es solo un lugar de culto, sino un museo viviente de arte y arquitectura barroca. Su rica historia, impresionantes frescos y exquisitos muebles la convierten en una visita obligada para cualquiera que explore Székesfehérvár. Ya seas un entusiasta de la historia, un amante del arte o simplemente un viajero curioso, esta iglesia ofrece una visión del patrimonio espiritual y cultural de Hungría.
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