La Basílica de San Luis, Rey de Francia, comúnmente llamada la Vieja Catedral, es un testimonio de la rica historia y esplendor arquitectónico de San Luis, Misuri. Situada cerca del histórico paseo fluvial y rodeada por el Parque Nacional Gateway Arch, esta basílica es un faro de fe y patrimonio, siendo la primera catedral al oeste del río Misisipi.
Los orígenes de la Basílica de San Luis se remontan a la fundación de la ciudad de San Luis. Cuando Pierre Laclède y Auguste Chouteau establecieron la ciudad, dedicaron un terreno para la Iglesia Católica. Los primeros registros indican que en 1766 un sacerdote itinerante utilizaba una tienda de campaña, pero para 1770, el Reverendo Pierre Gibault consagró una pequeña casa de troncos. Esta modesta estructura fue ampliada en 1776 para convertirse en una iglesia de troncos, reflejando el crecimiento de la comunidad católica en la zona.
En 1818, el Obispo Louis William Valentine Dubourg ordenó la construcción de una iglesia de ladrillo más sustancial, diseñada por Gabriel Paul. Esta iglesia fue completada en 1821, marcando un desarrollo significativo en el paisaje religioso de San Luis. La iglesia de ladrillo también estableció un cementerio donde muchos de los fundadores de la ciudad fueron enterrados, aunque la mayoría de los cuerpos fueron trasladados al Cementerio Bellefontaine durante las décadas de 1840 y 1850.
El creciente número de habitantes de San Luis llevó al establecimiento de la Diócesis de San Luis en 1826. Para acomodar a la creciente comunidad, el Obispo Joseph Rosati inició la construcción de una nueva catedral. La primera piedra se colocó el 1 de agosto de 1831, marcando el comienzo de una nueva era para la Iglesia Católica en San Luis. La firma de arquitectura Laveille y Morton, una de las primeras firmas al oeste del río Misisipi, fue encargada del diseño y construcción de la nueva catedral.
Completada en 1834, la nueva catedral fue consagrada el 26 de octubre de 1834, en una ceremonia grandiosa a la que asistieron la milicia local y los feligreses. Este evento marcó la culminación de años de esfuerzo y dedicación, resultando en una estructura magnífica que serviría como el corazón de la comunidad católica en San Luis.
Tras la elevación de la Diócesis de San Luis al estatus de arquidiócesis en 1847, la catedral se convirtió en un centro de actividades caritativas. Aquí se estableció un capítulo temprano de la Sociedad de San Vicente de Paúl, dedicada a ayudar a inmigrantes y pobres. Esta tradición de cuidado continuó a principios del siglo XX bajo la dirección del Reverendo John Tannrath, quien no solo renovó la iglesia, sino que también restableció una escuela parroquial y organizó el cuidado de niños y adultos discapacitados.
En 1914, se consagró una iglesia más grande en el barrio Central West End de la ciudad, convirtiéndose en la nueva sede del arzobispo de San Luis. Sin embargo, la importancia de la catedral original fue reconocida por el Papa Juan XXIII, quien la designó como basílica el 27 de enero de 1961. Esta designación fue seguida por una importante renovación en 1963 por la destacada firma de arquitectura de San Luis, Murphy y Mackey.
La restauración más reciente tuvo lugar en 2015, asegurando que la basílica siga siendo un hito preciado. La restauración incluyó reparaciones en el exterior de piedra caliza y arenisca, reemplazo de las ventanas con vidrio eficiente en energía pero históricamente preciso, reparaciones en el campanario, techos y canaletas, restauración de las puertas frontales y mejoras en el estacionamiento, pavimentos de entrada y paisajismo. El vestíbulo interior también fue renovado, y los pisos de madera fueron reparados, eliminando todas las alfombras. La carpintería decorativa y las estatuas fueron meticulosamente restauradas, preservando la integridad histórica y arquitectónica de la basílica.
La Basílica de San Luis es un impresionante ejemplo de arquitectura del Renacimiento Griego, con altares de mármol y una pintura de San Luis venerando la Corona de Espinas, un regalo de Luis XVIII, Rey de Francia y Navarra. Una copia precisa de la pintura de la Crucifixión de Diego Velázquez, instalada en la segunda mitad del siglo XX, añade a los tesoros artísticos de la basílica.
Sobre la entrada principal, la inscripción In honorem s. Ludovici. Deo uni et trino dicatum. A. MDCCCXXXIV se traduce como En honor de San Luis. Dedicado al Dios uno y trino. A.D. 1834. Letras hebreas destinadas a escribir el Tetragrámaton también están inscritas sobre la grabación, añadiendo un toque único a la fachada de la basílica.
El sótano de la iglesia alberga numerosos artefactos asociados con la historia de la Arquidiócesis Católica Romana de San Luis, incluyendo una campana donada por el gobernador del Territorio de Luisiana a principios del siglo XIX. El Obispo Joseph Rosati, quien ordenó la construcción de la iglesia, está enterrado en una bóveda debajo del santuario, cimentando aún más la importancia histórica de la basílica.
Hoy en día, la Basílica de San Luis sirve como una iglesia parroquial personal, atendiendo a un número leal pero pequeño de feligreses locales, trabajadores y turistas. Su ubicación a lo largo del río Misisipi y cerca del icónico Gateway Arch la convierte en un destino popular para bodas y visitantes, ocupando el segundo lugar en la arquidiócesis en número de matrimonios católicos.
En conclusión, la Basílica de San Luis, Rey de Francia, se erige como un monumento de fe, historia y comunidad. Sus muros resuenan con las historias del pasado, mientras que su uso continuo y preservación aseguran que siga siendo una parte vibrante del paisaje cultural y espiritual de San Luis. Una visita a esta histórica basílica ofrece una visión del rico tapiz de la historia de San Luis y el legado duradero de su comunidad católica.
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