El Palacio de Navarra, ubicado en el centro de Pamplona, España, es un magnífico símbolo de la arquitectura neoclásica del siglo XIX y un bastión de la rica historia de la región. Este majestuoso edificio, que originalmente fue construido para ser la sede de la Diputación Foral de Navarra, ahora alberga al Gobierno de Navarra. Su importancia histórica y esplendor arquitectónico lo convierten en una visita obligada para cualquiera que explore la vibrante ciudad de Pamplona.
La historia del Palacio de Navarra está profundamente entrelazada con la historia de Navarra misma. Antes de mediados del siglo XIX, la Diputación Foral de Navarra no contaba con un edificio propio y operaba en el Palacio del Marqués de Castelfuerte. Sin embargo, la necesidad de un espacio dedicado llevó a la construcción del Palacio de Navarra en los terrenos de un antiguo convento carmelita. Este lugar, rico en historia, fue anteriormente hogar del Convento de Santiago y el Castillo de Santiago.
La construcción del palacio comenzó en 1840 bajo la dirección del arquitecto José de Nagusía. El proyecto enfrentó numerosos desafíos, incluyendo disputas sobre terrenos y el uso de materiales con fines militares durante la Primera Guerra Carlista. A pesar de estos obstáculos, la construcción se completó en 1856, resultando en el edificio civil más significativo de su tiempo en Navarra.
El Palacio de Navarra es un impresionante ejemplo de arquitectura neoclásica, caracterizado por su diseño simétrico y elementos grandiosos. La piedra utilizada en su construcción se extrajo de las canteras cercanas de Ansoáin y Ezcaba, otorgándole al edificio una presencia robusta y duradera. La fachada que da al Paseo de Sarasate es particularmente impactante, con su pórtico de orden dórico clásico y una galería de arcos que se extiende hacia la Plaza del Castillo.
En 1929, el palacio fue ampliado por los arquitectos José y Javier Yárnoz para satisfacer las crecientes necesidades del gobierno. Esta expansión, que se extendió hacia la Avenida Carlos III, mantuvo el estilo arquitectónico original, asegurando una integración armoniosa entre las secciones antigua y nueva del edificio. Las esculturas y relieves en la fachada trasera, creados por Fructuoso Orduna en 1932, representan a Navarra y su patrimonio cultural y artístico.
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Al entrar en el Palacio de Navarra, los visitantes son recibidos por una majestuosa escalera que establece el tono de la opulencia interior. Aunque el interior del palacio es principalmente administrativo, cuenta con varias salas de valor histórico y artístico significativo.
El Salón del Trono es el punto central del interior del palacio, irradiando un aire de majestuosidad y grandeza. Diseñado en estilo Isabelino entre 1861 y 1865, fue creado en anticipación de la visita de la Reina Isabel II a Navarra. La sala está adornada con paredes de rico color rojo, bases de mármol y espejos enmarcados en oro. Pilastras corintias sostienen un friso decorado intrincadamente, que presenta representaciones de figuras y eventos destacados de la historia medieval de Navarra.
El techo, pintado por Miguel Ángel Azparren en 1862, es una obra maestra en sí misma. Presenta una alegoría de Navarra, representada por una matrona coronada sosteniendo palmas y laureles, mirando hacia el templo de la sabiduría. El fondo muestra un paisaje natural resaltado por símbolos de progreso, como una fábrica y el acueducto de Noáin atravesado por un ferrocarril. La escena está rodeada por las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, simbólicamente enlazadas por cadenas que recuerdan a las del escudo de armas de Navarra.
En lo alto de las paredes del Salón del Trono se encuentra una galería con 32 retratos de los reyes de Navarra, desde el siglo VIII hasta el XV, concluyendo con Carlos III. Esta galería es un testimonio de la rica historia real de la región y es un punto destacado para muchos visitantes. Los retratos, pintados en 1864 por artistas como Joaquín Espalter, Francisco Aznar, Constancio López Corona, Alfredo Ferrán y Francisco Mendoza, ofrecen un recorrido visual por el linaje de la monarquía navarra.
Las paredes del Salón del Trono están además adornadas con escenas históricas que capturan momentos cruciales en la historia de Navarra. Estas incluyen el descubrimiento del cuerpo de San Fermín, la liberación del Rey Carlos II de Navarra, la Batalla de Roncesvalles y la concesión del Privilegio de la Unión a Pamplona por Carlos III en 1423. Cada escena es una ventana al pasado, que vividamente trae a la vida los eventos que dieron forma a la región.
Entre las características destacadas de la sala se encuentra el propio trono, elevado sobre una plataforma de tres escalones bajo un dosel de terciopelo. Este trono está reservado exclusivamente para el uso de los monarcas españoles. Detrás del trono cuelga el Tapiz de la Batalla de Las Navas de Tolosa, una reproducción del estandarte conservado en el Monasterio de Las Huelgas en Burgos.
El Palacio de Navarra no es solo un edificio gubernamental; es un museo viviente de la historia y cultura de Navarra. Sus paredes susurran historias del pasado, invitando a los visitantes a explorar y apreciar el rico tapiz de eventos y figuras que han dado forma a esta región única. Ya sea que seas un entusiasta de la historia o un viajero casual, el Palacio de Navarra ofrece una fascinante visión del corazón del patrimonio navarro.
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