En el encantador pueblo de Oerlinghausen, ubicado en el corazón de Renania del Norte-Westfalia, Alemania, se encuentra un edificio que ha sido testigo de siglos de historia: el Langer Gottfried. Este edificio histórico, situado en Hauptstraße 53, no es solo una casa, sino un depósito de historias que se remontan a principios del siglo XVII. Conocido localmente como el Langer Gottfried, este edificio es el más antiguo de Oerlinghausen y un testimonio del rico tapiz cultural de la región.
La historia del Langer Gottfried comienza en 1618 cuando Johann Barkhausen, un recién nombrado alguacil, recibió permiso del Conde Simón VII de Lippe para construir una casa a lo largo del Passweg sobre el Tönsberg. Esta no era una vivienda común; estaba estratégicamente ubicada frente a la Alexanderkirche, sirviendo como taberna y centro de comercio de lino e hilo. La taberna rápidamente ganó popularidad entre los viajeros, superando a otras posadas locales.
Tras la muerte de Johann en 1636, su hijo Simón se hizo cargo del establecimiento. Simón expandió el negocio aventurándose en la destilación de aguardiente y la elaboración de cerveza. Su espíritu emprendedor dio frutos, y para 1652, la familia poseía una cantidad considerable de ganado, incluidos caballos, vacas, cerdos y ovejas. A pesar del floreciente negocio, Simón dejó importantes deudas al morir en 1681, lo que amenazó la propiedad familiar. Solo gracias a la intervención financiera de Johann Arnold zu Barkhausen, la casa permaneció en la familia.
A mediados del siglo XVIII, la propiedad cambió de manos, marcando el comienzo de un nuevo capítulo. Henrich Ernst Wistinghausen, el nuevo propietario en 1745, encargó una expansión en el lado este en el tradicional estilo de entramado de madera. Esta adición arquitectónica aumentó aún más el encanto y la importancia histórica del edificio.
Más tarde, bajo la propiedad de Lübbertsmeier, la casa se transformó en una panadería. Fue durante este periodo que el edificio adquirió su cariñoso apodo, Langer Gottfried. Sin embargo, las dificultades financieras plagaron a Lübbertsmeier, llevando a una subasta forzosa en 1859, lo que resultó en la pérdida de la licencia de taberna.
Los propietarios posteriores, Moses y Heinemann Paradies, aportaron una nueva dimensión al Langer Gottfried. Como fábrica de cigarros, el edificio no solo contribuyó a la economía local, sino que también se convirtió en un centro de vida judía en la zona. Alrededor de 1860, se instaló un mikveh en el sótano, proporcionando un lugar para la purificación ritual de las mujeres judías. La casa también albergó una escuela primaria judía hasta 1892, convirtiéndose en un punto focal para la comunidad.
A pesar de sus esfuerzos, los hermanos Paradies enfrentaron la ruina financiera, y la propiedad fue vendida a Friedrich Wiskemann, un comerciante que suministraba bebidas alcohólicas a las posadas locales. La presencia de barriles de cerveza en el sótano hizo que el mikveh fuera inutilizable, marcando el fin de su papel en las prácticas religiosas judías.
A lo largo del siglo XX, el Langer Gottfried cambió de propietarios varias veces, cada uno agregando su propio capítulo a su rica historia. En 2011, el historiador local Werner Höltke señaló que una depresión en el suelo del sótano todavía marcaba el sitio del antiguo mikveh. Entre 2011 y 2012, el edificio fue objeto de extensas renovaciones y se convirtió en ocho apartamentos residenciales, combinando la vida moderna con la preservación histórica.
Hoy, el Langer Gottfried se alza como un orgulloso monumento al pasado de Oerlinghausen. Los visitantes pueden admirar su belleza arquitectónica y reflexionar sobre las innumerables historias incrustadas en sus paredes. Aunque el edificio en sí no está abierto al público, su exterior ofrece un vistazo a los estilos arquitectónicos e influencias históricas que han dado forma a la región.
Paseando por las calles de Oerlinghausen, uno puede apreciar el compromiso del pueblo con la preservación de su patrimonio. El Langer Gottfried, con su rico tapiz de historia, sirve como un recordatorio de la resiliencia y adaptabilidad de las personas que han llamado a este pueblo su hogar a lo largo de los siglos.
En conclusión, el Langer Gottfried es más que un edificio; es un símbolo del legado perdurable de Oerlinghausen. Sus paredes han sido testigos del flujo y reflujo de la historia, desde bulliciosas tabernas y negocios prósperos hasta transformaciones culturales y renovaciones modernas. Para aquellos que buscan explorar las profundidades de la historia alemana, una visita a este sitio notable es un enriquecedor viaje a través del tiempo.
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