En el número 132 de Grand Street en Newburgh, Nueva York, se erige con orgullo la Iglesia Reformada Holandesa, una joya arquitectónica que atrae a los entusiastas de la historia y a los admiradores de la belleza clásica. Diseñada por el renombrado arquitecto Alexander Jackson Davis en 1835, esta obra maestra del estilo neogriego no solo es un testimonio de la destreza arquitectónica de su época, sino también un símbolo del rico patrimonio cultural de la ciudad. Su historia y los esfuerzos continuos por preservar su grandeza la convierten en un punto de referencia imprescindible para cualquiera que explore el Valle del Hudson.
La historia de la Iglesia Reformada Holandesa es un relato de resiliencia y espíritu comunitario. La iglesia fue encargada por el Rev. William Cruickshank, quien fue enviado por los ancianos de la Iglesia Reformada Holandesa de la ciudad de Nueva York para establecer una nueva congregación en Newburgh. El diseño de Davis, completado en julio de 1835, era una audaz declaración de belleza clásica, con un gran pórtico y cuatro columnas jónicas, cada una de 37 pies de altura. La primera piedra se colocó en octubre del mismo año, y la iglesia se completó y dedicó dos años después.
A pesar de su esplendor arquitectónico, la iglesia enfrentó desafíos financieros desde el principio. Para 1839, la congregación tuvo que hipotecar el edificio para cubrir los costos de construcción. Problemas estructurales llevaron a la remoción de la cúpula y el farol originalmente diseñados entre 1842 y 1845. No obstante, la iglesia continuó prosperando, expandiendo su propiedad y añadiendo nuevas características a lo largo de los años, incluyendo una casa parroquial de estilo neogótico en 1852 y transeptos de ladrillo a finales del siglo XIX.
La Iglesia Reformada Holandesa es un ejemplo impresionante de la arquitectura neogriega, un estilo que fue inmensamente popular en los Estados Unidos durante principios del siglo XIX. Su imponente fachada, con las grandes columnas jónicas y el frontón superior, evoca la grandeza de los antiguos templos griegos. La ubicación de la iglesia en un acantilado a 250 pies sobre el río Hudson añade a su presencia dominante. En la década de 1830, la iglesia se erigía sola en su entorno, simbolizando la ciudad para el tráfico fluvial de la época, al igual que el Partenón o el Templo de Poseidón en Grecia.
El interior de la iglesia, aunque no completamente restaurado, todavía conserva rastros de su esplendor original. El púlpito empotrado, el estudio del pastor y los motivos griegos en las paredes ofrecen vislumbres del pasado de la iglesia. A pesar de los estragos del tiempo y los elementos, la estructura sigue siendo un testimonio de la visión de Davis y la artesanía de los constructores que la hicieron realidad.
El viaje de la Iglesia Reformada Holandesa a lo largo del siglo XX estuvo lleno de desafíos. Para la década de 1960, la congregación había disminuido y la iglesia fue desconsagrada en 1967. Pronto se programó su demolición como parte de los esfuerzos de renovación urbana de Newburgh. Sin embargo, la historiadora de la ciudad, Helen Gearn, y otros conservacionistas se unieron para salvar el edificio. Sus esfuerzos dieron fruto en 1970 cuando la iglesia fue añadida al Registro Nacional de Lugares Históricos, asegurando su protección contra fondos federales de demolición.
La lucha por salvar la iglesia marcó el comienzo del movimiento moderno de preservación histórica de Newburgh. A lo largo de los años, varias organizaciones e individuos han trabajado incansablemente para preservar y restaurar la iglesia. El Hudson Valley Freedom Theater compró el edificio en 1977 con planes de convertirlo en un teatro, pero el proyecto se estancó y el edificio volvió a la ciudad. En 1998, la visita de la Primera Dama Hillary Clinton como parte de la gira Save America’s Treasures trajo una renovada atención a la iglesia, resultando en una subvención federal para estabilizar su galería superior.
Hoy en día, la Iglesia Reformada Holandesa se erige como un faro de esperanza y un recordatorio de la importancia de preservar nuestro patrimonio cultural. Los esfuerzos para restaurar la iglesia continúan, encabezados por activistas locales y organizaciones como la Asociación de Preservación de Newburgh. Aunque el camino hacia la restauración completa está lejos de ser terminado, la presencia duradera de la iglesia es un testimonio de la resiliencia y dedicación de la comunidad.
Los visitantes de la Iglesia Reformada Holandesa pueden maravillarse con su belleza arquitectónica y reflexionar sobre su rica historia. Las columnas de la iglesia, aunque faltan sus capiteles jónicos, todavía se erigen altas, un símbolo de la belleza clásica que Davis imaginó. El distrito histórico circundante, con su colección de edificios notables, añade al encanto y la significancia histórica del área.
En conclusión, la Iglesia Reformada Holandesa en Newburgh es más que un hito arquitectónico; es un símbolo de la rica historia de la ciudad y el espíritu perdurable de su gente. Ya sea que seas un aficionado a la historia, un entusiasta de la arquitectura o simplemente alguien que aprecia la belleza del pasado, una visita a esta iglesia icónica seguramente será una experiencia memorable. Al pararte frente a su grandiosa fachada, no puedes evitar sentir una sensación de asombro y admiración por las generaciones que han trabajado para preservar este tesoro para las futuras generaciones.
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