La Catedral de Montpellier, conocida localmente como Cathédrale Saint-Pierre de Montpellier, se erige como un magnífico testimonio de la arquitectura gótica en el corazón del casco antiguo de Montpellier, Francia. Esta imponente estructura, con su presencia majestuosa y rica historia, es la iglesia más grande de la antigua región de Languedoc-Rosellón y un ejemplo emblemático de una catedral-fortaleza.
Los orígenes de la Catedral de Montpellier se remontan a 1364, cuando fue inicialmente establecida como la capilla del monasterio-colegio Saint-Benoît Saint-Germain por el Papa Urbano V. No fue hasta 1536 que esta capilla fue elevada al estatus de catedral, coincidiendo con el traslado de la sede episcopal de Maguelone a Montpellier.
La transformación de la catedral de una capilla a una catedral estuvo marcada por hitos arquitectónicos e históricos significativos. Cuatro torres se alzaron en las esquinas de la nave, aunque una fue demolida durante los movimientos iconoclastas protestantes de 1567. Este período de conflicto religioso dejó su huella en la catedral, que fue fortificada para resistir ataques, ganándose el apodo de Fort Saint-Pierre a finales del siglo XVI.
La entrada a la catedral está dominada por un enorme pórtico, caracterizado por dos pilares cilíndricos y una bóveda que conecta los pilares con la fachada de la iglesia. Estos elementos son algunos de los pocos restos de la arquitectura medieval que aún se pueden ver hoy en día. La estructura original presentaba una sola nave con cinco tramos, delineando catorce capillas laterales dedicadas a varios santos, incluyendo a San Germán, San Víctor, San Blas, entre otros.
La historia de la catedral está inextricablemente ligada al turbulento período de las Guerras de Religión. El 20 de octubre de 1561, la catedral fue sitiada y atacada por fuerzas protestantes. Los relatos del evento varían, con algunos cronistas reportando tan solo ocho muertes y otros sugiriendo hasta ochocientas bajas. Independientemente del número exacto, el ataque condujo a un saqueo y destrucción significativos.
En 1567, otro asalto por fuerzas protestantes resultó en el colapso de una de las torres de la catedral, causando daños extensos a la estructura. Los canónigos de la catedral buscaron refugio en pueblos cercanos hasta el fin del sitio por Luis XIII en 1622. Posteriormente se llevaron a cabo esfuerzos de restauración, incluyendo la reconstrucción de las bóvedas, el pavimento de la nave y la fachada, bajo la dirección de Pierre Froment y Bertrand Delane.
El siglo XIX vio mejoras adicionales en la Catedral de Montpellier bajo la dirección de Henri Antoine Revoil. Entre 1855 y 1875, se reconstruyeron la torre y el campanario, y se añadieron capillas radiantes al coro. El techo del coro fue adornado con tejas vidriadas al estilo borgoñón, y la decoración escultórica de la torre y el tímpano fue rehecha por Auguste Baussan en el estilo del siglo XIII.
Las vidrieras de la catedral, creadas por Édouard Didron y Paul Nicod, fueron instaladas entre 1870 y 1872. Además, una pintura de Sébastien Bourdon, que representa La Caída de Simón el Mago, un episodio apócrifo de la vida de San Pedro, se encuentra en el transepto derecho.
El gran órgano de la Catedral de Montpellier es una obra maestra por derecho propio. Encargado por el obispo Monseigneur de Malide en 1775, el órgano fue construido por Jean-François Lépine. A lo largo de los años, el órgano ha pasado por numerosas restauraciones y mejoras, incluyendo la adición de un soplador eléctrico en 1923 y una restauración importante en 1978 por la compañía Kern de Estrasburgo.
En 1985, como parte de las celebraciones del milenio de Montpellier, la iluminación de la catedral fue completamente renovada, sacando el gran órgano de la oscuridad. Restauraciones más recientes en 2011 mejoraron aún más las capacidades del órgano, asegurando su continua prominencia en la vida musical de la catedral.
La catedral cuenta con una notable colección de siete campanas, incluyendo cuatro campanas oscilantes utilizadas para fines religiosos y tres campanas de repique para el reloj. Las cuatro campanas oscilantes, fundidas en 1867 por Hildebrand A. en París, fueron donadas por el obispo Monseigneur Lecourtier e instaladas en 1870. La mayor de estas campanas, conocida como François, pesa casi cuatro toneladas y es la campana oscilante más profunda de la región de Languedoc-Rosellón.
Las tres campanas de repique, fundidas en 1730 por Pierre Gor y su hijo Jacques, están alojadas en un campanario de hierro forjado en la parte superior de la torre. Estas campanas han sido una parte integral de la historia de la catedral durante siglos, marcando el paso del tiempo para la ciudad de Montpellier.
La Catedral de Montpellier no es solo una reliquia histórica; es un monumento vivo que continúa desempeñando un papel vital en la vida religiosa y cultural de la ciudad. Designada como basílica menor en 1847 y elevada a catedral metropolitana en 2002, se erige como un símbolo de resiliencia y continuidad en medio de las cambiantes mareas de la historia.
Los visitantes de la Catedral de Montpellier seguramente quedarán cautivados por su impresionante arquitectura, rica historia y el sentido de intemporalidad que impregna sus antiguas paredes. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura o simplemente un viajero curioso, una visita a este grandioso edificio es una experiencia inolvidable que ofrece una visión del alma de Montpellier y el legado duradero de su pasado.
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