En el corazón de Módena, Italia, se encuentra la majestuosa iglesia de San Francesco, conocida localmente como Chiesa di San Francesco. Esta obra maestra gótica, con su rica historia y esplendor arquitectónico, invita a los visitantes a adentrarse en un mundo donde la historia y el arte se entrelazan. Su exterior modesto oculta un rico tapiz de historias y tesoros artísticos que se encuentran dentro de sus muros.
La historia de San Francesco comienza en 1221, con una modesta iglesia y convento situados fuera de las murallas de la ciudad. Esta estructura inicial se encontraba en una zona pantanosa, lo que provocó su traslado en 1244 al más hospitalario campo dell'erba, dentro de los límites de Módena. Dedicada a San Francisco de Asís poco después de su muerte, la iglesia tardó varias décadas en completarse, como lo demuestran los registros de 1296 y 1318 que indican la construcción en curso.
La estructura sufrió cambios significativos a lo largo de los siglos. Un poderoso terremoto en 1501 requirió reparaciones importantes, incluida la reconstrucción completa del campanario. En el siglo XVI se eliminaron las capillas laterales y se trasladó el coro al ábside. El interior se modificó aún más cuando el órgano fue movido y reconstruido por Giovanni Cipri, un artesano de Ferrara.
Para el siglo XVIII, San Francesco enfrentó más desafíos cuando el Duque de Módena redujo el número de parroquias, lo que llevó a la partida de la comunidad monástica. La iglesia fue profanada durante la era napoleónica y reutilizada para fines militares, lo que llevó a la destrucción de muchos de sus muebles sagrados.
En 1826, el Duque Francesco IV de Módena encargó al arquitecto Gusmano Soli la restauración de la iglesia. Esta restauración buscó recuperar la estética del siglo XIII, con nuevas mesas de altar y decoraciones de escayola. El órgano, elaborado por Giuseppe y Paolo Benedetti, fue instalado en el coro de madera. La iglesia reabrió para el culto en 1829, tras una renovación de tres años.
El exterior de San Francesco es un ejemplo de la sobriedad gótica, con su fachada simple pero elegante y su flanco norte. Sin embargo, al entrar, se revela un tesoro de arte e historia. Las tres naves de la iglesia albergan una de las obras maestras de Antonio Begarelli, la Deposición de Cristo de la Cruz. Esta dramática escultura de terracota presenta trece figuras capturadas en un momento de profunda emoción, mostrando la habilidad de Begarelli para transmitir la experiencia humana.
Fuera de la iglesia, una encantadora fuente adornada con una estatua de San Francisco, creada por Giuseppe Graziosi en 1938, añade al ambiente sereno. Esta adición artística sirve como un recordatorio de la dedicación de la iglesia a su homónimo y su legado perdurable.
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A finales del siglo XIX, se emprendieron más esfuerzos de restauración por Carlo Barbieri, quien infundió a la iglesia un estilo neogótico. La iglesia fue reconsagrada en 1901, marcando un nuevo capítulo en su rica historia. Hoy en día, San Francesco se erige como un testimonio de la resiliencia del patrimonio cultural de Módena, habiendo resistido las tormentas del tiempo y emergido como un faro de historia y arte.
Los visitantes de San Francesco pueden sumergirse en la rica historia y belleza artística que definen este emblemático monumento. Ya sea que te atraigan los intrincados detalles de las esculturas de Begarelli o la serena atmósfera de los alrededores, una visita a San Francesco ofrece una visión del alma del pasado de Módena.
En conclusión, San Francesco es más que una iglesia; es un monumento viviente al viaje artístico e histórico de Módena. Sus muros resuenan con las historias de siglos, invitando a todos los que entren a explorar y apreciar el legado perdurable de este notable edificio. Una visita a San Francesco es una experiencia esencial para cualquiera que busque conectarse con el rico tapiz cultural de esta encantadora ciudad italiana.
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