Situada majestosamente en la colina de La Croix-Rousse en Lyon, la Iglesia de Saint-Bruno des Chartreux, conocida localmente como église Saint-Bruno des Chartreux, es un testimonio del rico patrimonio religioso y arquitectónico de la ciudad. Esta obra maestra barroca, una de las pocas en Lyon, ofrece a los visitantes un vistazo a un pasado lleno de devoción espiritual y grandeza artística.
La historia de la Iglesia de Saint-Bruno des Chartreux está intrínsecamente ligada a los movimientos de renovación espiritual de finales del siglo XVI. Durante esta época, la monarquía y la iglesia buscaban reafirmar el catolicismo estableciendo nuevos conventos y ampliando los existentes. Fue en 1580 cuando se decidió establecer un monasterio cartujo en Lyon, dando lugar a la creación de la Cartuja de Lyon.
Los monjes cartujos de Grenoble fueron los primeros en instalarse aquí, trayendo consigo un legado de buena voluntad con el clero de Lyon. Su relación se remonta al siglo XII, cuando ayudaron a los clérigos de Lyon, ganándose privilegios como exenciones de peajes. En 1584, durante una visita del rey Enrique III, los monjes aprovecharon la oportunidad para solicitar permiso para establecer un monasterio. El rey no solo accedió a su petición, sino que también nombró al monasterio Chartreuse du Lys Saint Esprit.
La construcción de la iglesia comenzó en 1590, seis años después de la aprobación real. El proyecto se extendió a lo largo de dos siglos, con la primera fase concluyendo en 1690 y la segunda en el siglo XVIII. El diseño de la iglesia evolucionó con el tiempo, con contribuciones de arquitectos notables como Ferdinand-Sigismond Delamonce y Jacques-Germain Soufflot, quienes dieron forma a su aspecto final.
La Iglesia de Saint-Bruno des Chartreux es una joya de la arquitectura barroca, una rareza en Lyon. Su característica más llamativa es la cúpula, que se eleva a una altura de 50 metros y es visible desde el centro de la ciudad y más allá. Esta cúpula, construida en el siglo XVIII, es un testimonio de la ambición de sus creadores, quienes pretendían que fuera un hito visible desde lejos.
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La fachada de la iglesia, rediseñada en el siglo XIX por Louis Sainte-Marie-Perrin, es una mezcla armoniosa de elementos clásicos. Presenta tres niveles progresivamente retranqueados, con la sección central destacada prominentemente. La entrada está enmarcada por columnas jónicas y pilastras dóricas, y sobre la puerta, una inscripción en latín invita a las almas cansadas a encontrar descanso en su interior.
La cúpula en sí es una maravilla arquitectónica, cubierta de pizarra y adornada con ocho ventanas de buhardilla. Se asienta sobre un tambor hecho de piedra dorada, salpicado de ventanas de óculo. En su cima, una linterna coronada con un globo y una cruz simboliza la Orden Cartuja, alcanzando el cielo como un faro de fe.
Al entrar, los visitantes son recibidos por un rico tapiz de arte e historia. El interior de la iglesia está adornado con obras de artistas renombrados como Thomas Blanchet y Daniel Sarrabat. El pequeño claustro presenta trece frescos de François Perrier, que representan la vida de San Bruno, el fundador de la Orden Cartuja.
El coro, un vestigio de la iglesia original del siglo XVII, cuenta con exquisitas obras de madera de roble en estilo rococó. Esculpidas por Marc II Chabry y François Vanderheyde, las sillas del coro y las boiseries están adornadas con intrincados motivos de conchas y guirnaldas florales, mostrando la artesanía de la época.
El transepto alberga dos pinturas monumentales de Pierre Charles Trémolières, que representan la Asunción de la Virgen y la Ascensión de Cristo. Estas pinturas están enmarcadas por diseños de Soufflot y ejecutadas por François Vanderheyde. Los pechinas de la cúpula están adornadas con esculturas de los cuatro Evangelistas por Jean-Baptiste Pigalle, añadiendo al esplendor artístico de la iglesia.
La Iglesia de Saint-Bruno des Chartreux no es solo un lugar de culto; es un hito cultural e histórico que continúa inspirando asombro y reverencia. Su belleza barroca y su significado espiritual la convierten en una parada esencial para los visitantes de Lyon. Ya sea que te atraiga su grandeza arquitectónica, su rica historia o su atmósfera serena, una visita a esta iglesia promete un viaje a través del tiempo y una conexión más profunda con el corazón espiritual de Lyon.
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