Ubicada en el corazón del bullicioso distrito de Presqu'île de Lyon, la Basílica de San Buenaventura, conocida localmente como Basilique Saint-Bonaventure, es un testimonio de la rica historia y esplendor arquitectónico de la ciudad. Este maravilla medieval, que ha sobrevivido entre los desarrollos modernos, ofrece una fascinante visión del pasado, invitando a los visitantes a explorar sus pasillos llenos de historia y sus intrincadas fachadas.
Los orígenes de la Basílica de San Buenaventura están profundamente ligados a los monjes franciscanos, conocidos como Cordeliers, que se establecieron en Lyon a principios del siglo XIII. La iglesia del convento original, fundada en terrenos donados por el senescal de Grolée, se convirtió en un sitio religioso significativo. Fue aquí, en 1274, donde el Cardenal Buenaventura de Bagnoregio falleció durante el Concilio de Lyon, dejando un legado que eventualmente llevaría a la iglesia a llevar su nombre.
La construcción de la iglesia más grande comenzó alrededor de 1325, iniciada por Jacques de Grolée para acomodar a la creciente congregación. Orientada de manera única hacia el sur, la construcción de la basílica se extendió durante varias décadas, alcanzando su finalización en 1484. Fue entonces dedicada a San Buenaventura, quien había sido canonizado, ganándose el apodo de Doctor Seraphicus por sus contribuciones teológicas.
La Basílica de San Buenaventura ha presenciado numerosos trastornos históricos. Durante las Guerras de Religión en Francia en 1562, la iglesia fue saqueada por las fuerzas del Barón des Adrets. Más tarde, la Revolución Francesa vio la basílica reutilizada como establo y almacén, despojándola de sus artefactos religiosos. La restitución a la Iglesia Católica llegó en 1806, seguida de extensos esfuerzos de restauración a lo largo del siglo XIX, a pesar de desafíos como la Revuelta de los Canuts de 1834 y la inundación del Saona en 1840.
En 1927, la basílica fue oficialmente reconocida como monumento histórico, preservando su legado para las generaciones futuras. El siglo XX vio más esfuerzos para restaurar y mejorar la basílica, culminando en su designación como basílica menor por el Papa Francisco en 2019.
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La fachada de la basílica, una vez austera en consonancia con los principios franciscanos, experimentó una transformación en el siglo XIX bajo el arquitecto Claude-Anthelme Benoit. Adornó la iglesia con una grandiosa fachada de piedra, completa con intrincados rosetones y estatuas de San Buenaventura y San Antonio de Padua. Los adornos de la fachada, incluidos figuras angelicales y escudos heráldicos, añaden una verticalidad que dirige la mirada hacia arriba, creando una sensación de grandeza.
En el interior, la arquitectura de la basílica refleja sus orígenes medievales, con un diseño basilical clásico que presenta una nave central y pasillos laterales. La simplicidad de su diseño, desprovista de decoraciones ornamentadas, habla de los ideales franciscanos de humildad y austeridad. Las columnas, elaboradas con piedra amarilla natural, sostienen el techo abovedado, creando una atmósfera de majestuosa serenidad.
Una de las características más llamativas de la Basílica de San Buenaventura es su juego de luces. La orientación hacia el sur permite que la luz del sol inunde el espacio a través de ventanas alargadas, creando un dinámico juego de luces y sombras a lo largo del día. Esta iluminación resalta los detalles arquitectónicos de la iglesia, desde las bóvedas de nervaduras hasta las columnas octagonales, mejorando la experiencia del visitante.
La adición de capillas laterales a finales del siglo XV amplió el ancho de la basílica, creando un interior espacioso que acomoda tanto la contemplación silenciosa como el culto comunitario. A pesar de su amplitud, la basílica mantiene un equilibrio armonioso, con su longitud sin cambios en 72.5 metros, ofreciendo una sensación de continuidad a través de los siglos.
Para quienes exploran Lyon, una visita a la Basílica de San Buenaventura es un viaje a través del tiempo. Al cruzar sus puertas, los susurros de la historia resuenan en el aire, invitándote a descubrir las historias grabadas en sus piedras. La basílica se erige no solo como un lugar de culto, sino como un monumento a la resiliencia y la fe, perdurando a través de siglos de cambios.
Ya sea que te atraiga su belleza arquitectónica, su significado histórico o su ambiente espiritual, la Basílica de San Buenaventura ofrece una experiencia profunda que enriquece el alma e inspira la imaginación. Es una visita obligada para cualquiera que visite Lyon, una ciudad donde el pasado y el presente coexisten en esplendor armonioso.
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