Ubicada majestuosa en una elevación natural en el corazón de Kempten, Baviera, la Basílica de San Lorenzo, conocida localmente como San Lorenzo, se erige como un testimonio del brillo arquitectónico y la importancia histórica. Con sus torres gemelas alcanzando el cielo, esta antigua iglesia abacial benedictina, ahora una basílica menor, es un faro del rico patrimonio cultural y religioso de la ciudad.
La historia de la Basílica de San Lorenzo está profundamente entrelazada con el tejido de Kempten. Los orígenes de este sitio sagrado se remontan al siglo VIII, cuando se colocaron los cimientos de una iglesia anterior. Sin embargo, la estructura actual comenzó a tomar forma a mediados del siglo XVII, durante los tiempos turbulentos posteriores a la Guerra de los Treinta Años. Fue el abad Roman Giel von Gielsberg quien, en 1652, inició la construcción de la nueva iglesia, viéndola como un símbolo de resistencia y fe.
Diseñada por el arquitecto de Vorarlberg Michael Beer y posteriormente modificada por Giovanni Serro, la construcción de la basílica se extendió por más de dos décadas, culminando en 1670. La iglesia fue consagrada a San Lorenzo de Roma, con patronazgos adicionales a la Asunción de María y a los protectores de la ciudad, Gordiano y Epímaco. La construcción de la basílica no fue solo un esfuerzo religioso, sino una declaración de identidad, reflejando la grandeza de la Capilla Palatina de la Catedral de Aquisgrán.
Los visitantes de la Basílica de San Lorenzo quedan inmediatamente impresionados por su grandeza barroca. La fachada de la iglesia, adornada con torres gemelas coronadas con cúpulas verdes, es una característica llamativa que domina el horizonte de Kempten. Estas torres, aunque inicialmente quedaron incompletas debido a limitaciones financieras, fueron finalmente rematadas con techos a cuatro aguas simples, dando a la basílica su apariencia distintiva.
Al entrar, uno es recibido por un interior impresionante que muestra el arte del período barroco. La nave, con su alta bóveda de cañón y el intrincado trabajo de estuco de Giovanni Zucalli, exuda una sensación de opulencia y reverencia. Los frescos, pintados por Andreas Asper, representan varias escenas religiosas y añaden un toque vibrante al interior de la basílica. Estos frescos, ejecutados en la técnica de fresco revivida, son de los primeros ejemplos al norte de los Alpes.
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El presbiterio, ubicado bajo la cúpula central, es una obra maestra del diseño eclesiástico. Originalmente separado de la nave por una pantalla del coro, el presbiterio estaba reservado para el convento, enfatizando la doble función de la basílica como iglesia parroquial y abacial. El altar mayor, una creación impresionante en mármol estuco rojo-marrón por Johann Georg Haggenmiller, domina la pared oriental. El retablo, que representa la Asunción de María, es una adición posterior, reemplazando la pintura original de Johann Kaspar Sing.
Los altares laterales, añadidos durante el período Rococó, realzan aún más la riqueza artística de la basílica. Las incrustaciones de Scagliola y los intrincadamente tallados asientos del coro, atribuidos a artistas como Peter Pfaundler y Hans Ludwig Ertinger, son ejemplos exquisitos de la artesanía barroca.
El recorrido histórico de la basílica ha estado marcado por períodos de cambio y restauración. La secularización de Baviera en 1802 transformó la iglesia en una entidad puramente parroquial, lo que llevó a alteraciones significativas en su estructura y uso. Los siglos XIX y XX vieron varios esfuerzos de restauración, incluyendo la finalización de las torres gemelas en un estilo neobarroco por Hugo von Höfl en 1900. Estas restauraciones, aunque preservaron la esencia histórica de la basílica, también introdujeron nuevos desafíos, como problemas estructurales causados por el peso de los nuevos materiales.
Las restauraciones más recientes, que comenzaron en 2017, tienen como objetivo abordar estos problemas estructurales y preservar la basílica para las futuras generaciones. Estos esfuerzos incluyen la estabilización de las torres y la renovación de los magníficos órganos de la basílica.
Hoy en día, la Basílica de San Lorenzo se erige no solo como un lugar de culto, sino también como un hito cultural en Kempten. Su designación como basílica menor por el Papa Pablo VI en 1969 subraya su importancia dentro de la Iglesia Católica. Los visitantes pueden explorar la rica historia de la basílica, maravillarse con su belleza arquitectónica y experimentar la serenidad espiritual que impregna este espacio sagrado.
Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un amante del arte o un peregrino en busca de consuelo, la Basílica de San Lorenzo ofrece una experiencia profunda y enriquecedora. Al caminar por sus sagrados pasillos, no solo estás presenciando un pedazo de historia, sino convirtiéndote en parte de un legado vivo que continúa inspirando y elevando a todos los que cruzan sus puertas.
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