El Castillo de Elda, situado en una pequeña colina junto al río Vinalopó en la localidad de Elda, Alicante, es una fortaleza llena de historia y misterio arquitectónico. Este antiguo bastión, construido entre los siglos XII y XIII, ofrece una visión fascinante del pasado, desde sus orígenes islámicos hasta su transformación en una residencia noble.
La historia del Castillo de Elda comienza en 1172, tras la derrota de los almohades en la Batalla de Huete. La amenaza del avance de las fuerzas cristianas llevó a la Taifa de Murcia a fortificar lugares estratégicos en el Valle del Vinalopó, incluyendo la fortaleza original de Elda. Construida y mantenida por los almohades entre 1172 y 1243, esta fortaleza fue un baluarte defensivo para la creciente comunidad islámica en Elda, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos en el centro histórico de la ciudad.
Después de la conquista cristiana a mediados del siglo XIII, la fortaleza y su comunidad circundante vivieron un periodo turbulento. El castillo cambió de manos frecuentemente a través de concesiones y ventas, reflejando el cambiante panorama político y su importancia militar. Durante este tiempo, el castillo conservó gran parte de su estructura defensiva islámica, aunque probablemente se realizaron mejoras como el refuerzo de muros y torres. Además, se hicieron modificaciones residenciales para acomodar a sus varios ocupantes nobles.
La evidencia arqueológica sugiere que entre la conquista cristiana y 1308, se construyó la Iglesia de Santa María en el castillo, posiblemente el primer lugar de culto cristiano en la Elda medieval. Desde finales del siglo XIII hasta principios del siglo XVI, las áreas extramuros del sur y sureste del castillo sirvieron como cementerios.
Los últimos años del siglo XIV y principios del XV trajeron cambios significativos al Castillo de Elda. El castillo sufrió importantes modificaciones para fortalecer sus defensas, incluyendo el refuerzo de sus muros. Durante este periodo, la fortaleza fue propiedad de Doña Violante y más tarde de la familia Corella, los Condes de Cocentaina. Sin embargo, las presiones económicas llevaron a la venta de Elda, Petrer y Salinas a Juan de Coloma, de origen judío, el 4 de septiembre de 1513.
La residencia de la familia Coloma en Elda a lo largo del siglo XVI y parte del XVII marcó la transformación del castillo de una fortaleza militar medieval a un palacio noble. Este periodo vio cambios significativos en el exterior e interior del castillo, incluyendo la alteración de la puerta de entrada, la construcción de torres circulares y la adición de varias habitaciones residenciales. Características notables de esta era incluyen una pequeña capilla religiosa, una gran cisterna de agua y cuartos domésticos y de servicio, muchos de los cuales permanecen sin excavar.
El declive del castillo comenzó después de la prosperidad económica del siglo XVI. La expulsión de la población morisca impactó gravemente a la familia Coloma financieramente, llevándolos a trasladarse a Valencia e iniciando el deterioro de la fortaleza. El siglo XIX vio una aceleración de este declive, impulsado por cambios políticos en España. El castillo fue adquirido por el estado español en 1841 y subastado en 1848. Durante este tiempo, se hicieron varios intentos de reutilizar el castillo, incluyendo planes para demolerlo para la construcción de un puente y convertirlo en una prisión o un teatro.
El nuevo propietario del castillo, Pedro León Navarro y Vidal, un maestro constructor, finalmente demolió gran parte de la estructura, resultando en el saqueo de sus materiales, incluyendo mármol, trabajos en piedra, carpintería, muebles y metales. En 1879, se construyó un puente sobre el río Vinalopó utilizando piedra de las torres circulares del castillo.
Hoy en día, el Castillo de Elda se encuentra en ruinas, pero los esfuerzos por reconstruir y preservar este sitio histórico han estado en marcha desde 1983. Estudios arqueológicos y exposiciones, liderados por Teófilo Rico Verdú, buscan promover acciones que mejoren la comprensión y recuperación de este significativo monumento. Estos esfuerzos han descubierto nueva información sobre la fortaleza y sus antiguos propietarios, así como sus modificaciones durante los periodos islámico y cristiano.
Protegido bajo la declaración genérica del Decreto del 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español, el Castillo de Elda ocupa un lugar especial en el tejido cultural e histórico de la región. Los planes futuros incluyen la posible reconstrucción del castillo y el establecimiento de un museo para mostrar su rica historia.
En conclusión, el Castillo de Elda no es solo una reliquia del pasado, sino un testimonio de la rica historia de la región y la resiliencia de su gente. Sus muros, aunque en ruinas, resuenan con los relatos de siglos pasados, convirtiéndolo en un destino cautivador para los entusiastas de la historia y los viajeros curiosos.
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