En el corazón de A Coruña, España, se encuentra una institución que es un faro de herencia cultural y lingüística: la Real Academia Gallega (Real Academia Gallega). Este prestigioso establecimiento, fundado en 1906, ha sido fundamental en la preservación y promoción de la lengua y cultura gallegas. Su importancia no es solo académica, sino que está profundamente arraigada en la identidad e historia de Galicia.
La Real Academia Gallega debe su creación a los esfuerzos visionarios de figuras prominentes como Emilia Pardo Bazán y Ramón Pérez Costales. Inicialmente, fue una extensión de la sociedad Folklore Gallego, con el objetivo principal de fomentar la cultura gallega. La Academia fue oficialmente constituida el 30 de septiembre de 1906, bajo la presidencia de Manuel Murguía, un apasionado defensor de la literatura y lengua gallegas. La ceremonia de fundación tuvo lugar en la Reunión Recreativa e Instructiva de Artesanos, marcando el inicio de un camino dedicado a la preservación lingüística y cultural.
El mandato de Murguía (1906-1923) estuvo marcado por hitos significativos, incluyendo la elevación de Rosalía de Castro como un ícono cultural y el inicio del Boletín de la Academia Gallega, una publicación que se ha convertido en un pilar de la erudición literaria y lingüística gallega. A pesar de enfrentar controversias y desafíos debido a su postura regionalista, la Academia perseveró, sentando una base sólida para futuros esfuerzos.
A lo largo de su historia, la Real Academia Gallega ha permanecido firme en su misión de salvaguardar la lengua gallega. Uno de sus objetivos principales ha sido la creación de un diccionario y una gramática completos del gallego, tareas que han visto un progreso significativo a lo largo de los años. La dedicación de la Academia a la precisión y estandarización lingüísticas es evidente en su papel en el establecimiento de las Normas Ortográficas e Morfolóxicas do Idioma Galego, que sirven como las directrices ortográficas y morfológicas oficiales para la lengua gallega.
El compromiso de la Academia va más allá de la mera preservación; promueve activamente el idioma gallego a través de diversas iniciativas. Una de estas iniciativas es el Día das Letras Galegas, una celebración anual dedicada a honrar a una figura literaria gallega distinguida. Este evento no solo destaca la rica herencia literaria de Galicia, sino que también fomenta un sentido de orgullo y continuidad entre su gente.
La Real Academia Gallega ha resistido numerosas tormentas, incluyendo la Guerra Civil Española y el subsiguiente régimen franquista. Durante estos años tumultuosos, la Academia enfrentó la amenaza de disolución y la supresión de la lengua gallega. Sin embargo, logró perdurar, en parte gracias a la resiliencia y dedicación de sus miembros. En 1941, una inducción colectiva de nuevos miembros, incluyendo figuras notables como Xosé Filgueira Valverde y Florentino López Cuevillas, ayudó a revitalizar la institución.
A pesar del clima político opresivo, la Academia continuó su trabajo, aunque bajo la atenta mirada de las autoridades. En 1960, tras la muerte del presidente Manuel Casás Fernández, Sebastián Martínez-Risco asumió el liderazgo. Fue durante su presidencia que la Academia introdujo el Día das Letras Galegas, un movimiento que inicialmente recibió una recepción tibia pero que eventualmente se convirtió en una celebración cultural vital.
En la segunda mitad del siglo XX, la Real Academia Gallega abrazó la modernización. Bajo el liderazgo de Domingo García-Sabell (1977-1997), la Academia alcanzó un acuerdo con el Instituto da Lingua Galega sobre las Normas Ortográficas e Morfolóxicas do Idioma Galego, unificando propuestas previamente divergentes. Este período también vio el establecimiento del Seminario de Lexicografía y el Seminario de Sociolingüística, que contribuyeron significativamente al desarrollo de recursos lingüísticos gallegos.
La reubicación de la Academia a su sede actual en la calle Tabernas en A Coruña en 1979 marcó un nuevo capítulo en su historia. Este movimiento facilitó un mejor acceso a su creciente colección de documentos y recursos, mejorando aún más su papel como custodio de la cultura gallega.
Al entrar en el siglo XXI, la Real Academia Gallega continuó evolucionando y adaptándose a los tiempos cambiantes. Bajo la presidencia de Xosé Ramón Barreiro Fernández (2001-2010), la Academia se centró en digitalizar sus extensos archivos, haciéndolos más accesibles para investigadores y el público. En 2003, las normas ortográficas y morfológicas fueron revisadas y actualizadas, asegurando su relevancia en la práctica lingüística contemporánea.
El compromiso de la Academia con la promoción de la lengua gallega sigue siendo inquebrantable. En 2009, publicó un manifiesto abogando por el uso equilibrado del bilingüismo y la presencia digna del gallego en varios sectores, incluyendo la justicia y la educación. Esta postura subraya la dedicación de la Academia a fomentar un paisaje lingüístico y cultural vibrante en Galicia.
Hoy en día, la Real Academia Gallega se erige como un testimonio del espíritu perdurable de Galicia. No es solo una institución académica, sino un símbolo de resiliencia y orgullo cultural. Los visitantes de A Coruña pueden explorar la histórica sede de la Academia, donde el pasado y el presente convergen en una celebración del patrimonio gallego. Ya sea que seas un entusiasta del idioma, un aficionado a la historia o simplemente un viajero curioso, la Real Academia Gallega ofrece una fascinante visión del corazón y el alma de Galicia.
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