En el corazón del pintoresco pueblo de Sion, dentro de la encantadora Basílica de Notre-Dame de Valère, se encuentra una joya oculta de la historia musical: el órgano de tubos de la Basílica de Notre-Dame de Valère, conocido localmente como el Orgel der Basilique de Valère. Este magnífico instrumento no solo es un testimonio de la rica herencia cultural de la región, sino también uno de los órganos más antiguos que aún se pueden tocar en el mundo, que data del final del período gótico.
El órgano de tubos de la Basílica de Notre-Dame de Valère es una maravilla de la artesanía histórica. Se cree que fue construido alrededor de 1435, y sus orígenes están envueltos en el misterio, al igual que las antiguas piedras de la basílica misma. Las dataciones por radiocarbono apoyan esta cronología, coincidiendo con la decoración pintada en la caja del órgano, que sugiere una fecha de construcción a mediados del siglo XV.
Originalmente, el órgano era un blockwerk, un tipo de órgano caracterizado por su rango limitado y su construcción sencilla. Contaba con hasta 18 tubos por tono, meticulosamente fabricados con plomo fundido sobre arena. A lo largo de los siglos, ha experimentado varias transformaciones, cada una añadiendo capas a su rica historia.
A finales del siglo XVII, entre 1686 y 1688, el órgano fue transformado en una obra maestra barroca por Christoph Aebi. Esta significativa renovación amplió sus capacidades, introduciendo un mecanismo de registro mecánico y reemplazando los fuelles y el mecanismo de teclas originales. El trabajo de Aebi incluyó la adición de cuatro nuevos registros, incorporando ingeniosamente algunos de los tubos antiguos, remodelados y reutilizados para adaptarse al nuevo diseño.
La caja del órgano, con sus tracerías góticas y las contraventanas pintadas por Peter Maggenberg, permanece en gran medida original. Sin embargo, debido a las modificaciones realizadas durante la reconstrucción de Aebi, las contraventanas ya no pueden cerrarse, y sus lados exteriores han sido removidos y exhibidos por separado.
Hoy en día, el órgano de tubos de la Basílica de Notre-Dame de Valère cuenta con ocho registros, con acción mecánica tanto para las teclas como para los registros. Su suministro de aire es proporcionado por dos fuelles de cuña, y está afinado a un tono un cuarto por encima del tono de concierto moderno (a1= 440 Hz). Desde 2019, se mantiene en una afinación de temperamento mesotónico, ofreciendo un sonido único que transporta a los oyentes a la era barroca.
La importancia histórica del órgano solo es igualada por su impacto cultural. Se erige como un testimonio del legado perdurable de la música en la vida religiosa y cultural europea. A lo largo de los siglos, el órgano ha sido testigo de innumerables ceremonias y servicios, sus tubos resonando con los ecos de la historia.
Los visitantes de la basílica a menudo quedan cautivados por los intrincados detalles del órgano y las historias que contiene. Las contraventanas pintadas representan escenas religiosas que añaden una narrativa visual al esplendor auditivo del órgano, convirtiéndolo en un deleite tanto para los ojos como para los oídos.
El viaje de preservación de este antiguo instrumento ha sido meticuloso. A principios del siglo XX, el órgano había caído en el abandono, su voz silenciada por el paso del tiempo. Sin embargo, una restauración sensible en 1954 por Orgelbau Kuhn de Männedorf revivió su sonido, asegurando que las futuras generaciones pudieran seguir experimentando su resonancia histórica.
Esta cuidadosa restauración respetó la integridad histórica del órgano, preservando su carácter único mientras le permitía volver a cantar. El proceso de restauración fue guiado por un profundo respeto por el pasado del órgano, asegurando que su voz permanezca fiel a sus orígenes.
Para aquellos afortunados que visitan la Basílica de Notre-Dame de Valère, el órgano de tubos ofrece una experiencia inolvidable. Ya sea que seas un entusiasta de la música o un viajero curioso, presenciar este antiguo instrumento en acción es un viaje a través del tiempo, ofreciendo un vistazo a las tradiciones musicales del pasado.
La ubicación del órgano, encaramado en un nido de golondrina en la pared oeste de la basílica, añade a su atractivo. A medida que el organista toca, el sonido llena el espacio sagrado, creando una atmósfera de reverencia y asombro. La combinación de historia, arte y música hace que el órgano de tubos de la Basílica de Notre-Dame de Valère sea una visita obligada para cualquiera que explore los tesoros culturales de Suiza.
En conclusión, el órgano de tubos de la Basílica de Notre-Dame de Valère es más que un instrumento; es una pieza viva de la historia, un puente entre el pasado y el presente, y un testimonio del poder perdurable de la música para inspirarnos y conectarnos a todos.
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