Ubicada en el corazón del encantador pueblo de Sant Feliu de Llobregat, a poca distancia de la bulliciosa Barcelona, la Catedral de Sant Feliu de Llobregat, conocida localmente como Catedral de San Feliú de Llobregat, se erige como un faro de esplendor histórico y arquitectónico. Esta impresionante catedral, dedicada a San Lorenzo (Sant Llorenç en catalán), no es solo un lugar de culto, sino también un testimonio del rico patrimonio cultural y la resiliencia del pueblo.
Los orígenes de la Catedral de Sant Feliu de Llobregat se remontan a un testamento de 1277, que mencionaba una capilla dedicada a San Lorenzo en Sant Feliu. Sin embargo, no fue hasta el 19 de marzo de 1524 que se aprobó oficialmente la fundación de la iglesia parroquial. Antes de esto, las necesidades religiosas del pueblo se dividían entre las parroquias de Sant Just Desvern y Sant Joan Despí.
El siglo XIX trajo cambios significativos a la iglesia. En 1862, se llevó a cabo una gran expansión, supervisada por el arquitecto Josep Simó i Fontcuberta o Francesc Renart. Desafortunadamente, esta estructura fue destruida en julio de 1936 al inicio de la Guerra Civil Española, dejando solo el campanario en pie.
La reconstrucción de la iglesia comenzó el 11 de junio de 1939, con la colocación de la primera piedra del edificio actual. Bajo la dirección del arquitecto Josep Ros y la guía del rector Mn. Lluís Brugaroles, la construcción de la nueva iglesia parroquial de Sant Llorenç comenzó en 1940. El 22 de junio de 1941, se bendijo la nueva capilla del Santísimo Sacramento, y el 26 de mayo de 1946, el obispo de Barcelona, Gregori Modrego, presidió la dedicación de la iglesia. Las campanas fueron bendecidas el día anterior, marcando un nuevo capítulo en la historia de la iglesia.
Los últimos detalles de la catedral se completaron en 1955 con la adición de las capillas de Nuestra Señora de Montserrat y el Sagrado Corazón. La reforma más significativa vino después, adaptando la iglesia a las nuevas directrices litúrgicas del Concilio Vaticano II. El pintor local Joan Torras adornó la actual capilla del Santísimo Sacramento con una pintura de la Última Cena, añadiendo un toque de arte local al espacio sagrado.
El 15 de junio de 2004, una bula papal del Papa Juan Pablo II decretó la creación de la nueva Diócesis de Sant Feliu, elevando la antigua iglesia parroquial al estatus de catedral. El 26 de mayo de 2005, el obispo de Sant Feliu, Agustí Cortès, bendijo la silla catedralicia, convirtiéndola en la catedral más joven de Cataluña.
La Catedral de Sant Feliu de Llobregat es un impresionante ejemplo de arquitectura neomedieval con influencias románicas orientales. La catedral abarca 45 metros de largo, 32 metros de ancho y 26 metros de altura. Cuenta con tres naves, un crucero, un ábside semicircular con dos ábsides más pequeños y una cúpula poligonal sobre el crucero.
La nave central está cubierta con un techo de madera artesonado plano, intrincadamente decorado. A pesar de las restricciones de la posguerra que obligaron al uso de materiales simples, el interior de la catedral está espléndidamente adornado con vitrales, esgrafiados, techos dorados, murales pintados en las capillas y un mosaico artístico que cubre todo el suelo. Las decoraciones interiores incluyen pinturas de los evangelistas y motivos vegetales en las paredes, todas realizadas por Francesc Labarta.
La fachada, que da a la Plaça de la Vila, presenta una ventana triforio con celosías y capiteles de inspiración medieval. Debajo, destaca el portal semicircular con arquivoltas y un tímpano esculpido. La fachada lateral en la calle Pi i Margall también cuenta con un portal neorrománico que se abre al crucero. El campanario, un vestigio de la iglesia anterior a la guerra, se erige orgullosamente junto a la fachada, albergando cuatro campanas que resuenan melodiosamente por todo el pueblo.
El campanario de la Catedral de Sant Feliu de Llobregat alberga cuatro campanas, cada una con su propio tono distinto y su historia. Estas campanas no solo llaman a los fieles a la oración, sino que también marcan el paso del tiempo y los eventos significativos en la vida del pueblo. Sus sonidos armoniosos son una parte familiar y querida del paisaje sonoro local, resonando con la memoria y la identidad colectiva de la comunidad.
En conclusión, la Catedral de Sant Feliu de Llobregat es más que una joya arquitectónica; es un símbolo del espíritu perdurable y la devoción del pueblo. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura o un buscador espiritual, una visita a esta catedral ofrece una experiencia profunda y enriquecedora. Sus muros, impregnados de historia, resuenan con historias de resiliencia, fe y comunidad, convirtiéndola en un hito imperdible en el corazón de Sant Feliu de Llobregat.
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