Las fortificaciones de Bruselas, conocidas localmente como la Stadsomwalling van Brussel, ofrecen una fascinante mirada a la historia medieval de la capital belga. Estos antiguos muros, construidos originalmente para proteger la creciente ciudad, ahora se erigen como un testimonio del rico y tumultuoso pasado de Bruselas. Las fortificaciones pasaron por dos fases significativas de construcción: la primera a principios del siglo XIII y la segunda a finales del siglo XIV. Hoy en día, solo quedan algunos restos de estos muros, siendo la Puerta de Halle el ejemplo más destacado y bien conservado.
Las primeras fortificaciones de Bruselas se construyeron a principios del siglo XIII durante el reinado de Enrique I, el primer duque de Brabante. Estos muros se edificaron para defender la ciudad, que comenzaba a prosperar como un centro de comercio. Las primeras murallas, conocidas como la première enceinte en francés y eerste stadsomwalling en neerlandés, se extendían aproximadamente 4 kilómetros (2,5 millas) y rodeaban el corazón de la ciudad, incluyendo la Grand-Place, la isla de Saint-Géry y el primer puerto en el río Senne.
Inicialmente, las murallas eran de tierra con una empalizada de madera en la parte superior. Sin embargo, a medida que la ciudad crecía, estas fueron reemplazadas por muros de piedra más formidables que medían alrededor de 10 metros (33 pies) de altura y tenían un grosor de 1 a 2,5 metros (3 a 8 pies). Estos muros de piedra estaban apoyados por pilares cuadrados enlazados por arcos y enterrados bajo un talud, proporcionando soporte adicional. Las murallas contaban con troneras para arqueros y un parapeto almenado para los defensores. Un gran foso, que podía inundarse para formar un foso, mejoraba aún más las defensas de la ciudad.
Las primeras murallas de Bruselas fueron puestas a prueba durante la invasión flamenca de 1356. Tras la muerte del duque Juan III de Brabante, surgió una crisis de sucesión que llevó a una invasión por parte del conde Luis II de Flandes. Las murallas ofrecieron poca resistencia y Bruselas fue rápidamente tomada. Sin embargo, un grupo de patriotas brabanzones, liderados por Everard t'Serclaes, logró retomar la ciudad, permitiendo a Juana y Wenceslao hacer su entrada triunfal en Bruselas y otorgar una carta de libertades.
Esta invasión destacó la insuficiencia de las primeras murallas, lo que llevó a la construcción de un segundo conjunto de fortificaciones más extensas. Estas nuevas murallas, conocidas como la seconde enceinte en francés y tweede stadsomwalling en neerlandés, se construyeron entre 1356 y 1383. Se extendieron a casi 8 kilómetros (5 millas) e incluían los alrededores de aldeas y campos que abastecían a la ciudad. Las segundas murallas contaban con 72 torres semicirculares y siete puertas principales, correspondientes a las entradas de las primeras murallas.
A medida que la tecnología militar evolucionaba, también lo hacían las defensas de Bruselas. La llegada de la artillería en los siglos XVI y XVII requirió modificaciones adicionales a las murallas, incluyendo la adición de fosos, bastiones y revellines. El Fuerte de Monterey, construido entre 1672 y 1675, fue la defensa más significativa de estas nuevas fortificaciones. A pesar de estas mejoras, las fortificaciones demostraron ser ineficaces durante el bombardeo francés de Bruselas en 1695 y la toma francesa de la ciudad en 1746.
Para finales del siglo XVIII, las fortificaciones se habían vuelto obsoletas y el emperador José II ordenó su desmantelamiento en 1782. El proceso continuó de manera intermitente, con demoliciones significativas bajo las órdenes de Napoleón en 1804 y nuevamente en 1810. La construcción del Pequeño Anillo, una serie de bulevares que reemplazaron las segundas murallas, comenzó a principios del siglo XIX y continuó durante varias décadas.
Uno de los restos más notables de las segundas murallas es la Puerta de Halle. Esta puerta medieval, que se salvó de la demolición, ha sido transformada a lo largo de los años. Entre 1868 y 1871, el arquitecto Henri Beyaert renovó la puerta, dándole una apariencia neogótica que se alineaba con la visión romantizada de la Edad Media. Hoy en día, la Puerta de Halle funciona como un museo, ofreciendo a los visitantes una mirada al pasado medieval de Bruselas.
Aunque gran parte de las fortificaciones originales se han perdido con el tiempo, todavía se pueden ver varias secciones de las primeras y segundas murallas. Estos restos proporcionan una conexión tangible con la historia de la ciudad y son una visita obligada para los entusiastas de la historia y los turistas casuales por igual. Al caminar por estos antiguos muros, uno puede imaginar la bulliciosa ciudad medieval que una vez protegieron y los muchos eventos que presenciaron.
En conclusión, las fortificaciones de Bruselas son más que simples reliquias históricas; son un símbolo de la resistencia y el legado duradero de la ciudad. Al explorar estos antiguos muros, serás transportado en el tiempo, ganando una apreciación más profunda por la rica historia que ha moldeado a Bruselas en la vibrante ciudad que es hoy.
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