El Palacio de Poitiers, conocido localmente como el Palais des comtes de Poitiers-ducs d'Aquitaine, se erige como un majestuoso testimonio de la rica historia medieval y el esplendor arquitectónico de Poitiers, Francia. Este sitio emblemático, que alguna vez fue un centro de poder y justicia, ahora invita a los visitantes a explorar sus salones llenos de historia y admirar su grandiosidad gótica.
Los orígenes del Palacio de Poitiers se remontan a la era carolingia, cuando Carlomagno estableció el Reino de Aquitania para su hijo, Luis el Piadoso. Se construyó un palacio en el siglo IX, estratégicamente ubicado sobre los restos de una muralla romana. Sin embargo, esta primera estructura sucumbió a un devastador incendio en 1018, borrando su forma inicial de la historia.
Reconstruido por los poderosos condes y duques de Aquitania, el palacio se convirtió en un símbolo de su dominio. Fue aquí, el 23 de septiembre de 1174, donde Ricardo Corazón de León se sometió a su padre, Enrique II, marcando un momento significativo en la historia inglesa y francesa.
El Palacio de Poitiers es un tesoro de maravillas arquitectónicas. Una de sus características más impresionantes es la Torre Maubergeon, construida alrededor de 1104 por el Conde Guillermo IX. Este formidable torreón rectangular, una vez reforzado por torres en las esquinas, sufrió daños durante un incendio en 1346, pero su legado perdura.
Los visitantes a menudo quedan cautivados por el Gran Salón, encargado entre 1199 y 1204 por Leonor de Aquitania. Este vasto espacio, que mide 50 por 16.85 metros, rivaliza con la grandeza del Salón de Westminster en Londres. Sus paredes están adornadas con arcadas ciegas y columnas esbeltas, mostrando el intrincado arte del estilo gótico angevino.
A finales del siglo XIV, el Duque de Berry, también Conde de Poitiers, emprendió una significativa reconstrucción del palacio. El arquitecto Guy de Dammartin infundió la estructura con el estilo gótico flamígero, añadiendo chimeneas monumentales y esculturas elaboradas. El hastial sur, reconstruido en 1386, presenta una impresionante serie de ventanas y elementos decorativos, ganándose el apodo de la hermosa chimenea de Poitiers.
Entre las esculturas que adornan el palacio se encuentran figuras del Rey Carlos VI, la Reina Isabeau de Baviera y Juan de Berry, ofreciendo un vistazo a los logros artísticos de la Francia de finales del siglo XIV.
Durante siglos, el Palacio de Poitiers sirvió como sede de justicia. El Gran Salón, conocido como el Salón de los Pasos Perdidos, se convirtió en el Salón del Rey después de la integración de Poitou en el dominio real. Fue testigo de eventos significativos, como el desafío público emitido por Hugo X de Lusignan a Alfonso de Poitiers el día de Navidad de 1241.
A pesar de períodos de abandono, el palacio siguió siendo un centro de autoridad judicial, convirtiéndose en el Tribunal de Apelación de Poitiers tras la Revolución Francesa. El siglo XIX vio más modificaciones, incluida una nueva fachada y un gran pórtico dórico, reflejando los gustos arquitectónicos de la época.
En 2019, el Palacio de Poitiers inició un nuevo capítulo cuando las funciones judiciales se trasladaron a una nueva ubicación. La ciudad de Poitiers adquirió el palacio, transformándolo en un vibrante lugar cultural. El evento inaugural, Traversées/Kimsooja, celebró esta transición con un diálogo artístico entre el patrimonio y la creación contemporánea, atrayendo a más de 165,000 visitantes.
Hoy en día, el palacio alberga una variedad de eventos temporales, desde conciertos y exposiciones hasta competiciones de esgrima, invitando tanto a locales como a turistas a involucrarse con su significado histórico y cultural. El Gran Salón es ahora un espacio público, dando la bienvenida a los visitantes diariamente como una plaza cubierta en el corazón de la ciudad.
Al pasear por el Palacio de Poitiers, uno se envuelve en una sensación de atemporalidad. La intrincada mampostería, los ecos de la justicia medieval y los susurros de la innovación artística contribuyen a su atractivo perdurable. Ya seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura o simplemente un viajero curioso, el palacio ofrece un viaje inolvidable a través de los tiempos.
En conclusión, el Palacio de Poitiers no es solo una reliquia del pasado; es un monumento viviente que continúa inspirando y cautivando. Sus muros cuentan historias de poder, arte y transformación, haciéndolo un destino esencial para cualquiera que explore el rico tapiz de la historia de Poitiers.
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