La Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Moncton, Nuevo Brunswick, es un símbolo del esplendor arquitectónico y el rico tejido cultural de la comunidad acadiana. Esta impresionante estructura, con su presencia imponente y diseño detallado, es un faro de fe e historia en el corazón de Moncton.
La historia de la catedral comienza con la creación de la parroquia Notre-Dame-de-l’Assomption por Henri D. Cormier en 1914. Sin embargo, no fue hasta 1937, bajo la dirección del primer arzobispo de la recién formada Arquidiócesis de Moncton, Louis-Joseph Arthur Melanson, que los planes para la catedral tomaron forma. El 9 de enero de 1938, Melanson anunció su visión para una catedral-basílica dedicada a la Virgen María, un proyecto que pronto se haría realidad.
La construcción comenzó el 24 de abril de 1939, con el genio arquitectónico de Louis-Napoléon Audet de Sherbrooke dando vida a la visión. La primera piedra, un símbolo de los cimientos de la catedral, fue bendecida el 13 de junio de 1939. Para el otoño de 1940, tanto el exterior como el interior estaban completos, culminando en su gran inauguración el 21 de noviembre de 1940, con la presencia de figuras notables como el Cardenal Villeneuve.
La Catedral de Nuestra Señora de la Asunción no es solo un lugar de culto, sino también un lienzo de expresión artística. Las piedras utilizadas en su construcción fueron extraídas de la cantera de Shediac, cada pieza contando su propia historia. La primera piedra, inscrita en latín, rinde homenaje a la Virgen María y marca el año 1939.
En el interior, los visitantes son recibidos con una impresionante variedad de adornos. Piedras esculpidas sobre los pilares de la nave representan el sustento económico de la región, desde locomotoras y aviones hasta pescadores y agricultores. El órgano de la catedral, un Casavant Opus 2256, es una obra maestra de sonido y diseño, encarnando la transición de estilos clásicos americanos a influencias neo-barrocas.
Las vidrieras de la catedral son una narrativa vibrante de la historia acadiana, creadas por Pierre Gaudin. Las estaciones del Vía Crucis en mosaico, adornadas con esmalte veneciano y oro, ofrecen un recorrido meditativo por los eventos de la Pasión de Cristo. Las esculturas y mosaicos de Claude Roussel enriquecen aún más la catedral, representando escenas de la vida de la Virgen María y celebrando los lazos culturales entre los acadianos y el pueblo Mi'kmaq.
Más allá de su significado religioso, la catedral ha servido como un centro cultural e histórico. En 2019, el centro de interpretación MR21 abrió sus puertas dentro de la catedral, ofreciendo instalaciones digitales y un espectáculo de 360 grados que explora la vida de Arthur Melanson. Kioscos interactivos permiten a los visitantes explorar las historias detrás de las emblemáticas ventanas de la catedral.
La catedral también ha sido escenario de eventos históricos significativos. Desde el primer tintamarre acadiano en 1955 hasta visitas del Papa Juan Pablo II y la Madre Teresa, sus muros han sido testigos de momentos de profunda importancia. La ciudad de Moncton reconoció la catedral como un sitio histórico local en 2005, y fue designada monumento histórico nacional en 2017.
En años recientes, la catedral enfrentó desafíos con necesidades de mantenimiento y restauración. En 2014, se estableció la Fundación de la Catedral Notre-Dame-de-l’Assomption para salvaguardar su futuro. Colaboraciones con asociaciones acadianas llevaron a la creación de la Place de la Cathédrale, un espacio comunitario que alberga diversas organizaciones dedicadas a preservar la cultura y el patrimonio acadianos.
Este espíritu de colaboración y dedicación para preservar el legado de la catedral asegura que siga siendo una parte vibrante de la comunidad de Moncton. Como lugar de culto y hito cultural, la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción continúa inspirando y cautivando a todos los que cruzan sus puertas.
En conclusión, la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción es más que una joya arquitectónica; es un monumento viviente a la resiliencia y fe del pueblo acadiano. Sus muros resuenan con historias del pasado, y su presencia es un recordatorio constante de la riqueza cultural que define a Moncton y su comunidad.
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