Ubicado de manera impresionante en los acantilados escarpados de Los Realejos en Tenerife, España, el Elevador de Aguas de Gordejuela se erige como un testimonio inquietante del pasado industrial de la isla. Esta fascinante ruina, que en su día fue un faro de progreso tecnológico, ahora cautiva a los visitantes con su belleza austera y su importancia histórica. Situado dentro del paisaje protegido de la Rambla de Castro, este sitio ofrece una mezcla única de esplendor natural e ingenio humano, convirtiéndolo en un destino imperdible tanto para aficionados a la historia como para amantes de la naturaleza.
La historia del Elevador de Aguas de Gordejuela comienza a principios del siglo XX. Construido alrededor de 1905, este complejo industrial se levantó en el lugar del antiguo molino de Juan de Gordejuela. Aquí se albergó la primera máquina de vapor de Tenerife, marcando un hito significativo en la historia industrial de la isla. El propósito principal de esta instalación era bombear agua fresca de manantial desde casi el nivel del mar hasta las fértiles plantaciones del Valle de La Orotava y el municipio de Los Realejos. Esta agua era crucial para el cultivo de plátanos, tomates y papas, transformando el paisaje agrícola de la región.
Originalmente, el complejo constaba de tres edificios, un almacén y una alta chimenea. La estructura en la cima del acantilado estaba diseñada para alojar a los trabajadores, con un edificio rectangular de una sola planta, paredes robustas y un techo a dos aguas sostenido por vigas de metal. Un camino conducía al edificio rectangular que albergaba las calderas, aunque hoy solo queda la pared oeste. Este edificio contenía la máquina de vapor y contaba con una chimenea de 43 metros de altura, que ya no existe.
El edificio principal del complejo, situado a unos 40 metros sobre el nivel del mar, es una estructura rectangular de unos 27 metros de altura con cinco pisos. La base está construida sobre la roca del acantilado, con el piso más bajo presentando un enorme bloque de mortero de basalto y un pasillo de este a oeste. El segundo piso albergaba dos salas de máquinas con ventilación, mientras que el tercer piso contenía cuatro habitaciones, dos de las cuales están ahora enterradas bajo bóvedas colapsadas. El cuarto piso, el nivel de acceso principal, tiene paredes más ligeras y aberturas arqueadas, y el quinto piso albergaba el motor principal de la estación de bombeo, con restos de rieles de grúa aún visibles en las paredes. En su momento, este fue el edificio más grande de la isla de Tenerife.
El agua se almacenaba en un depósito ubicado a unos 2 kilómetros de distancia a una altitud de 290 metros, con una capacidad de 12,000 metros cúbicos. Un acueducto de 12 kilómetros transportaba el agua a las plantaciones, mostrando la impresionante destreza de ingeniería de la época. La compañía británica Hamilton, que compró las acciones de la Compañía de Aguas de Gordejuela en 1903, encargó al ingeniero militar español José Galván Balaguer diseñar el proyecto. El objetivo era bombear agua hasta la cima del acantilado de casi 200 metros de altura, donde luego se utilizaría para regar las plantaciones de plátanos que se extendían desde Los Realejos hasta La Orotava.
A pesar de su éxito inicial, la compañía Hamilton comenzó a enfrentar dificultades financieras debido a la competencia en el comercio de plátanos. Los intentos de vender agua a otras partes de la isla no tuvieron éxito. En 1910, la instalación fue arrendada a Elders and Fyffes y luego vendida a la compañía Fyffes en 1919. Eventualmente, cayó en el dominio público. Aunque la extracción de agua de los manantiales continúa hoy en día, ahora se realiza mediante bombas eléctricas.
Hoy, el Elevador de Aguas de Gordejuela se encuentra en ruinas, sin techo, puertas ni ventanas. Algunos arcos y pisos se han derrumbado, y el sitio se agregó a la Lista Roja del Patrimonio Español en Peligro el 31 de enero de 2019 debido a su deteriorada condición. A pesar de esto, sigue siendo un destino turístico popular, ofreciendo vistas impresionantes y una mirada al pasado industrial de Tenerife. El área circundante alberga flora y fauna protegidas, incluyendo palmeras, tabaibas, dragos y lagartos.
Los visitantes del Elevador de Aguas de Gordejuela pueden explorar los senderos escénicos que serpentean por la Rambla de Castro, conduciendo a las ruinas. Aunque el acceso al interior del edificio está prohibido, el exterior ofrece una vista cautivadora, con sus paredes desgastadas contrastando con las aguas azules del Océano Atlántico. La cercana playa de La Fajana, con su belleza salvaje e indómita, añade al atractivo de este sitio histórico.
En conclusión, el Elevador de Aguas de Gordejuela es más que una ruina; es un símbolo del rico patrimonio industrial de Tenerife y un testimonio del ingenio humano. Su ubicación dramática, junto con su importancia histórica, lo convierte en un destino obligatorio para cualquiera que explore la isla. Ya seas un entusiasta de la historia, un amante de la naturaleza o simplemente busques una aventura única, el Elevador de Aguas de Gordejuela promete una experiencia inolvidable.
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