En la pintoresca ciudad de Jönköping, Suecia, se encuentra una joya oculta que lleva a los visitantes a un viaje fascinante a través de la historia: el Museo del Fósforo, conocido localmente como Tändsticksmuseet. Este museo único, ubicado en los encantadores confines de la fábrica original de fósforos, es un testimonio de la ingeniosidad y el espíritu industrioso de la Suecia del siglo XIX. Es el único museo de su tipo en el mundo, lo que lo convierte en una visita obligada para cualquier persona interesada en la historia industrial y los objetos cotidianos que han moldeado nuestras vidas.
La historia del Museo del Fósforo comienza a mediados del siglo XIX, una época en la que los fósforos se estaban convirtiendo en un artículo esencial en los hogares. En 1845, Carl Frans Lundström y su hermano Johan Edvard, un químico y técnico formado en la Universidad de Uppsala, emprendieron una aventura para producir fósforos en un pequeño taller de zapatero. La operación comenzó modestamente con alrededor de 30 trabajadores, pero rápidamente superó sus humildes comienzos. Para 1848, los hermanos Lundström habían construido un nuevo edificio de fábrica a orillas del lago Vättern, que ahora alberga el Museo del Fósforo.
Inicialmente, la fábrica producía fósforos de fósforo blanco, que eran altamente inflamables y tóxicos. Sin embargo, en 1844, el químico sueco Gustaf Erik Pasch inventó el fósforo de seguridad, que utilizaba fósforo rojo y era mucho más seguro. Los hermanos Lundström mejoraron el diseño de Pasch y sus fósforos de seguridad ganaron reconocimiento internacional, incluso ganando un premio en la Exposición Universal de 1855.
Durante 127 años, la fábrica en Jönköping produjo fósforos, y el Museo del Fósforo ofrece una visión completa de la evolución de la producción de fósforos durante este período. Los visitantes pueden explorar las diversas etapas de la fabricación de fósforos, desde los primeros días de trabajo manual hasta la introducción de maquinaria. Inicialmente, los trabajadores tallaban las cerillas de madera de álamo y las sumergían en fósforo a mano. La madera de álamo era ideal porque evitaba que la cerilla brillara después de ser apagada y absorbía el fósforo mejor que otras maderas.
La llegada de la maquinaria revolucionó la industria. Uno de los personajes clave en esta transformación fue Alexander Lagerman, un ingeniero e inventor brillante. Lagerman desarrolló varias máquinas que automatizaron diversos pasos de producción, culminando en la creación de una máquina completa de fabricación de fósforos en 1892. Esta máquina podía producir 40,000 cajas de fósforos al día, reduciendo drásticamente los costos laborales y provocando despidos significativos. A pesar del impacto social, estas innovaciones consolidaron la posición de Jönköping como líder en la industria del fósforo.
El Museo del Fósforo también arroja luz sobre las vidas de los trabajadores de la fábrica, que eran predominantemente mujeres y niños. Una exposición conmovedora cuenta la historia de Lena Törnqvist, una trabajadora de la fábrica que soportó las duras realidades del trabajo industrial. Trabajadores como Lena enfrentaban largas horas, bajos salarios y el riesgo constante de envenenamiento por fósforo, lo que causaba problemas de salud graves como la necrosis mandibular, una condición que provocaba la deterioración del hueso de la mandíbula. La historia de Lena es un recordatorio sobrio del costo humano del progreso industrial.
Una de las secciones más visualmente cautivadoras del Museo del Fósforo es la extensa colección de cajas de fósforos y etiquetas. En los primeros años, las cajas de fósforos presentaban texto simple en sueco, pero a medida que la industria se expandía globalmente, se introdujeron diseños más elaborados para atraer a los mercados internacionales. El museo exhibe una variedad de estas etiquetas artísticas, incluidas algunas falsificaciones. Coleccionar etiquetas de cajas de fósforos, conocido como filumenia, es un pasatiempo que ha fascinado a los entusiastas durante generaciones, y la colección del museo es un testimonio de la creatividad y el ingenio en el marketing de la industria del fósforo.
El Museo del Fósforo también rinde homenaje a varias figuras clave que desempeñaron roles fundamentales en el desarrollo de la industria. Entre ellos se encuentra Bernhard Hay, quien se unió a la empresa como adolescente y eventualmente se convirtió en el gerente de la fábrica. Bajo su liderazgo, la fábrica se expandió significativamente, y organizó una brigada de bomberos de la fábrica y construyó instalaciones como una sala de equitación y una sala de tenis para los trabajadores. Las contribuciones de Hay se extendieron más allá de la fábrica, ya que con frecuencia organizaba eventos para recaudar fondos para los menos afortunados en Jönköping.
Otra figura notable es Ivar Kreuger, conocido como el Rey del Fósforo. Kreuger fue un financiero que construyó un monopolio global de fósforos a principios del siglo XX. Su vida, marcada tanto por un éxito inmenso como por una eventual tragedia, también se explora en el museo.
Visitar el Museo del Fósforo no es solo una experiencia educativa; es un viaje en el tiempo que destaca la ingeniosidad, la perseverancia y las historias humanas detrás de un objeto cotidiano que a menudo damos por sentado. Desde los primeros días de fósforos hechos a mano hasta la llegada de la automatización industrial, el museo ofrece una visión completa de la historia de la producción de fósforos y su impacto en la sociedad.
A medida que recorres las exhibiciones, ganarás una apreciación más profunda por el humilde fósforo y las personas que dedicaron sus vidas a su producción. Ya seas un aficionado a la historia, un coleccionista o simplemente curioso sobre el pasado, el Museo del Fósforo en Jönköping es un destino que promete iluminar e inspirar.
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