St. Leopold en Hildburghausen, situado en el encantador paisaje de Turingia, Alemania, es una joya oculta que invita a los visitantes con su rica historia y elegancia arquitectónica. Esta iglesia filial católica romana no solo es un refugio espiritual, sino también un testimonio del tapiz cultural de la región.
La historia de St. Leopold comienza a principios del siglo XVIII cuando el Duque Ernesto de Sajonia-Hildburghausen acogió a los hugonotes franceses que huían de la persecución religiosa. Estos refugiados protestantes, con privilegios especiales, formaron una comunidad vibrante en Hildburghausen, lo que llevó a la creación del Barrio Hugonote. En 1720, la Iglesia Reformada Francesa había planificado un lugar de culto dedicado, colocando la primera piedra el 5 de mayo de 1721. La iglesia fue consagrada el 31 de julio de 1722, en una ceremonia a la que asistió la corte de Hildburghausen.
Con el paso de los años, la congregación disminuyó, y en noviembre de 1824, la Iglesia Reformada se fusionó con la congregación luterana para formar la Iglesia Unida de Neustadt. El edificio de la iglesia fue vendido a la comunidad católica en 1829, gracias a generosas donaciones, incluyendo una del Arzobispo Wenzel Leopold de Praga. En honor a este benefactor, la iglesia fue rededicada bajo la protección de San Leopoldo.
La arquitectura de St. Leopold es una fascinante mezcla de diseño barroco e influencias históricas. La iglesia tiene la forma de un octágono alargado, con aproximadamente 22 metros de largo y 14 metros de ancho, y una superficie total de 335 metros cuadrados. Su diseño se inspiró en el Templo Neuf de Montauban, destruido en 1664. Originalmente, la iglesia tenía doce ventanas y cuatro puertas, aunque algunas fueron selladas después de 1829, dejando la entrada oeste como el portal principal. Sobre el portal norte, el Gran Escudo de Armas Sajón rinde homenaje al Duque Ernesto Federico I, un patrocinador de la construcción de la iglesia.
El techo está coronado con una torreta de madera cubierta de pizarra, con una base octogonal y una cúpula elegantemente curvada. Este conjunto arquitectónico es un deleite visual, combinando elementos tradicionales con un toque regional único.
Al entrar en St. Leopold, te encontrarás envuelto en una atmósfera serena acentuada por el exquisito interior de la iglesia. El punto focal es el altar mayor en el lado este, un regalo del Arzobispo Wenzel Leopold, originalmente de la Iglesia Colegiata de Aschaffenburg. Hecho de madera de nogal y dorado en 1864, el altar es una obra maestra artística. Presenta un tabernáculo en su base, sobre el cual la Madonna y el Niño están flanqueados por los Tres Reyes Magos. La cima del altar está adornada con una estatua de San Jorge y un monograma radiante de Jesús.
En el lado sur, un altar mariano de 1746 representa la Asunción de María, sumando al atractivo espiritual de la iglesia. La pintura del techo, creada por Max Rossmann en 1913, ilustra la Transfiguración de Cristo, infundiendo el espacio con luz y color divinos.
Los amantes de la música apreciarán el órgano de la iglesia, elaborado por el renombrado constructor de órganos de Gotha, Rudolf Böhm, en 1955. Este órgano de acción mecánica de dos manuales llena la iglesia con melodías armoniosas, enriqueciendo la experiencia espiritual de los visitantes.
Bajo las galerías y a lo largo de las ventanas laterales se encuentra una pieza de arte única: una serie de Vía Crucis creada por Wilhelm Pütz de Múnich. Encargada por los habitantes de Saarland evacuados a Hildburghausen en 1939/40, esta ofrenda exvoto consta de catorce estaciones y una placa que detalla su conmovedora historia. Es un testimonio de fe y resiliencia en tiempos de adversidad.
En la torreta de la iglesia cuelga una campana de bronce, fundida en 1722 por Johann Heinrich Graulich de Hildburghausen. Adornada con motivos renacentistas, iniciales principescas y el escudo de armas ducal, esta campana no solo es un objeto funcional, sino un artefacto histórico que resuena con el pasado.
En conclusión, St. Leopold en Hildburghausen es más que una iglesia; es un faro de historia, arte y fe. Sus paredes reflejan las historias de aquellos que buscaron refugio y encontraron comunidad en su abrazo. Para los visitantes que buscan una conexión más profunda con el patrimonio de Turingia, una visita a St. Leopold es un enriquecedor viaje a través del tiempo y la tradición.
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