La Homestead, ubicada en el encantador pueblo de Haverstraw, Nueva York, es una joya histórica que invita a los visitantes a retroceder en el tiempo y explorar la rica trama de la vida estadounidense del siglo XIX. Como uno de los edificios más antiguos del pueblo, La Homestead es un testimonio del legado perdurable de las familias que la han habitado y de la vibrante historia de la zona.
Los orígenes de La Homestead se remontan a principios del siglo XIX, una época marcada por el crecimiento floreciente de los Estados Unidos. La casa fue construida por Peter Denoyelles, una figura local prominente que más tarde serviría en la Asamblea del Estado de Nueva York y en el Congreso. Aunque el año exacto de su construcción es incierto, su importancia es indudable. La Homestead no solo sirvió como residencia familiar, sino también como lugar de reunión para los primeros metodistas de la zona, reflejando el interés de Denoyelles en esta denominación.
A lo largo de los años, La Homestead ha pasado por varias familias, cada una dejando su huella en la propiedad. Peter Denoyelles legó la casa a su hermano Asbury, el sheriff del condado, quien luego la vendió a su hermano George en 1853. Poco después, George la vendió a Edward Pye, el primer presidente de la Junta del Pueblo, quien más tarde se convertiría en juez local y serviría en la milicia estatal. La tenencia de Pye fue interrumpida por la Guerra Civil, durante la cual murió en acción en la Batalla de Cold Harbor. La casa pasó luego por las manos de varias otras figuras notables, incluyendo al abogado Abraham Conger y la familia Snedeker, antes de ser comprada por Aloysius Lynch, un superintendente de escuelas de Haverstraw, en 1937.
La Homestead se encuentra en un terreno de 135 por 155 pies en el lado este de Hudson Avenue, cerca de la intersección con Tor Avenue. El terreno desciende gradualmente hacia el río Hudson, exponiendo el sótano de la casa en la elevación oriental. El vecindario circundante es predominantemente residencial, con algunas viviendas de unidades múltiples que añaden al encanto pintoresco de la zona.
La casa en sí es una estructura de dos pisos, con cinco bahías en el frente y dos en los laterales, revestida de tablones de madera. Su techo a dos aguas, cubierto de tejas de asfalto, está coronado con una cornisa simple, dando a la casa una apariencia clásica pero discreta. Una pequeña ala de cocina se extiende desde el lado este de la casa, añadiendo a su encanto funcional. Todas las ventanas están flanqueadas por contraventanas de lamas, realzando el carácter histórico de la casa.
La entrada principal, situada dentro de un pequeño porche cerrado, cuenta con puertas interiores dobles con vidrio rosado, añadiendo un toque de elegancia. El lado oriental de la casa presume de un porche abierto de dos pisos y tres bahías con postes cuadrados, ménsulas y un frontón central en el techo. En el nivel del sótano, una puerta con luces laterales y un travesaño proporciona acceso, mientras que la puerta doble del primer piso está adornada con columnitas y un arquitrabe, mostrando la atención al detalle arquitectónico de la casa.
Los visitantes de La Homestead descubrirán que el plano interior permanece en gran parte sin cambios, preservando la integridad histórica de la casa. Los acabados son sencillos y simples, reflejando el estilo modesto pero elegante de principios del siglo XIX. Sin embargo, el vestíbulo principal y las grandes habitaciones del primer piso cuentan con una decoración de inspiración clásica, ofreciendo un vistazo a los gustos refinados de los primeros habitantes de la casa.
Al recorrer La Homestead, serás transportado a una época en la que la casa era un bullicioso hogar familiar y un centro de actividad comunitaria. Imagina las animadas reuniones de los primeros metodistas de la zona, dirigidas por predicadores itinerantes, o las rutinas diarias de las figuras prominentes que una vez llamaron a este lugar su hogar. Cada habitación cuenta una historia, desde la sencilla pero funcional ala de cocina hasta el gran vestíbulo principal con su decoración clásica.
El legado perdurable de La Homestead es un testimonio de la resistencia y adaptabilidad de las familias que han vivido allí. A pesar del paso del tiempo y los cambios en la propiedad, la casa ha permanecido en gran parte intacta, preservando su importancia histórica para las generaciones futuras. En 1983, La Homestead fue incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos, asegurando su protección y reconocimiento como una parte vital del patrimonio de Haverstraw.
Hoy en día, La Homestead se erige como un símbolo de la rica historia y herencia cultural de Haverstraw. Sirve como un recordatorio de los primeros días del pueblo, cuando era una pequeña comunidad agrícola a orillas del río Hudson, y de las figuras prominentes que ayudaron a dar forma a su desarrollo. Los visitantes de La Homestead pueden sumergirse en esta historia, explorando los detalles arquitectónicos e imaginando las vidas de aquellos que una vez la llamaron hogar.
En conclusión, La Homestead es más que una casa histórica; es un monumento viviente al pasado, ofreciendo a los visitantes una oportunidad única de retroceder en el tiempo y experimentar la rica historia de Haverstraw. Ya seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura, o simplemente estés buscando un día encantador y educativo, La Homestead es un destino imprescindible que promete cautivar e inspirar.
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