En el corazón de Fulda, una ciudad llena de historia y encanto en Hessen, Alemania, se encuentra la Abadía de Santa María (Benediktinerinnenkloster St. Maria). Este convento benedictino, fundado en 1626, es un refugio sereno de espiritualidad y significado histórico. Su arquitectura atemporal y sus jardines tranquilos ofrecen a los visitantes una visión de las ricas tradiciones monásticas que han florecido aquí durante siglos.
Los orígenes de la Abadía de Santa María se remontan a principios del siglo XVII, cuando el Príncipe-Abad Johann Bernhard Schenk zu Schweinsberg colocó la primera piedra en 1626. Los primeros años de la abadía estuvieron marcados por la agitación, ya que la Guerra de los Treinta Años trajo dificultades y destrucción. Las primeras monjas benedictinas llegaron desde la Abadía de Kühbach cerca de Augsburgo en 1631, lideradas por la pionera Priora Salome von Pflaumern. Estos primeros años estuvieron llenos de desafíos, incluyendo múltiples evacuaciones y saqueos por parte de tropas enemigas.
A pesar de estas adversidades, la abadía perseveró y continuó creciendo. Permaneció bajo la jurisdicción del Principado-Episcopal de Fulda hasta su secularización en 1802. Sin embargo, las monjas lograron evitar la disolución al hacerse cargo de una escuela de niñas en 1804. Esta maniobra astuta aseguró la continuidad de su vida monástica y misión educativa.
La abadía enfrentó otro desafío significativo durante el Kulturkampf a finales del siglo XIX, un período de conflicto entre el gobierno alemán y la Iglesia Católica. De 1875 a 1887, las monjas fueron obligadas a exiliarse en Francia. Regresaron en 1898 y, poco después, el Papa León XIII elevó el monasterio al estatus de abadía.
El siglo XX trajo más pruebas, especialmente durante el régimen nazi. En 1942, las monjas evitaron por poco otra expulsión al ofrecer parte de sus edificios a la Wehrmacht. Más tarde, proporcionaron refugio a los desplazados por la Segunda Guerra Mundial. Un bombardeo en 1944 causó daños significativos a la abadía, destruyendo techos y ventanas. El período de posguerra vio extensas renovaciones, incluyendo la instalación de nuevas ventanas y la modernización del interior de la iglesia en la década de 1950.
Bajo el liderazgo de la Abadesa Maria Wegener de 1978 a 1997, la abadía experimentó una transformación significativa. En 1982, se unió a la Congregación de Beuron, una federación de monasterios benedictinos. A principios del siglo XXI, se llevaron a cabo más modernizaciones, con extensas renovaciones de los edificios del convento y la inauguración de la recién construida Casa de San Lucas en 2007. Desde el año 2000, la Abadesa Benedikta Krantz ha guiado la abadía, continuando su legado de fe y servicio comunitario.
La iglesia de la abadía, conocida cariñosamente como la Nonnenkirche o Iglesia de las Monjas, es una obra maestra de la arquitectura gótica tardía y renacentista. Construida entre 1629 y 1631, su impresionante fachada oeste presenta grandes ventanas de arco apuntado y un frontón renacentista, creando una mezcla armoniosa de estilos arquitectónicos.
Una de las características más notables de la iglesia es el altar de esmalte en el presbiterio, elaborado por la Hermana Lioba Munz OSB, quien sirvió como monja en la abadía desde 1934 hasta su muerte en 1997. Sus talentos artísticos también son evidentes en el crucifijo triunfal, el altar lateral derecho y las hermosas vidrieras.
La música siempre ha jugado un papel vital en la vida espiritual de la Abadía de Santa María. El órgano de la iglesia, construido en 1910 por Martin Joseph Schlimbach de Würzburg, es un testimonio de esta tradición. En 1928, el órgano fue ampliado por la compañía Gebr. Späth, añadiendo a su rica paleta tonal. El instrumento cuenta con una acción de caja de cono neumática y una variedad de registros que permiten una amplia gama de expresiones musicales. Su trabajo manual está completamente encerrado, proporcionando una experiencia musical dinámica y versátil.
Más allá de su significado religioso e histórico, la Abadía de Santa María también es un centro de actividad artística y artesanal. Las monjas operan varios talleres de artesanía y una tienda del monasterio, donde los visitantes pueden comprar productos hechos a mano, incluidos textiles, cerámicas y artefactos religiosos. Estos talleres no solo proporcionan una fuente de ingresos para la abadía, sino que también preservan las artesanías y habilidades tradicionales.
El jardín de 2,000 metros cuadrados de la abadía es otro punto destacado, ofreciendo un retiro pacífico para los visitantes. Aquí, las monjas cultivan una variedad de frutas, verduras y hierbas, siguiendo prácticas sostenibles y orgánicas. El jardín es un testimonio de los valores benedictinos de autosuficiencia y armonía con la naturaleza.
Una visita a la Abadía de Santa María en Fulda es un viaje a través de la historia, la espiritualidad y el arte. La atmósfera serena de la abadía, combinada con su rica herencia y hermosos alrededores, la convierte en un destino imprescindible para cualquiera que explore la región. Ya sea que estés interesado en la historia, la arquitectura o simplemente busques un lugar de reflexión tranquila, la Abadía de Santa María ofrece una experiencia única y enriquecedora.
A medida que caminas por los antiguos pasillos, admiras la impresionante iglesia y exploras los exuberantes jardines, sentirás una profunda conexión con los siglos de fe y dedicación que han moldeado este lugar notable. La Abadía de Santa María no es solo un monumento histórico; es un testimonio vivo del poder duradero de la fe, la comunidad y el espíritu humano.
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