El Castillo de Sant Ferran, conocido también como el Castillo de San Fernando, es una imponente fortaleza situada al noroeste del encantador pueblo de Figueres en Cataluña, España. Este extenso bastión del siglo XVIII no solo es la mayor fortaleza de Europa de esa época, sino también la construcción más colosal de Cataluña. Su grandiosidad y relevancia histórica lo convierten en un destino imprescindible tanto para los entusiastas de la historia como para los turistas casuales.
La construcción del Castillo de Sant Ferran comenzó en 1753 bajo el reinado del rey Borbón español Fernando VI. La fortaleza fue nombrada en honor al rey Fernando el Santo. El propósito principal de este enorme complejo militar era servir como un mecanismo de defensa contra posibles invasiones francesas tras los cambios territoriales provocados por el Tratado de los Pirineos en 1659. La construcción involucró a unos 4,000 trabajadores y se extendió por más de 13 años, estando casi completa en 1766. Sin embargo, los edificios internos se terminaron mucho más tarde, y algunos, como la iglesia, nunca se completaron.
A lo largo de su historia, el Castillo de Sant Ferran ha desempeñado un papel crucial en diversos conflictos militares. Durante la Guerra de los Pirineos (1793-1795), sirvió como una base logística estratégica. También fue un sitio significativo durante las Guerras Napoleónicas cuando fue sitiado por las fuerzas francesas en 1808, lo que llevó a su captura. El castillo presenció numerosos asedios y batallas, con su control cambiando frecuentemente entre franceses y españoles. En 1811, una milicia catalana logró recapturar temporalmente la fortaleza, demostrando su importancia estratégica.
En la Guerra Civil Española (1936-1939), el Castillo de Sant Ferran se utilizó como depósito de municiones y refugio para obras de arte valiosas, incluyendo piezas del Museo del Prado en Madrid. Hacia el final de la guerra, se convirtió brevemente en la última sede del gobierno republicano antes de caer en manos de las fuerzas de Franco. Los republicanos en retirada destruyeron partes significativas de la fortaleza para evitar su uso por las tropas nacionalistas avanzadas, causando daños extensos a la puerta principal, el hospital y los establos.
Con una extensión de más de 32 hectáreas y un perímetro de tres kilómetros, el Castillo de Sant Ferran es una maravilla arquitectónica. La fortaleza es un octágono irregular, rodeado por dobles murallas defensivas y un sistema de fosos. Su diseño incluye seis bastiones principales y numerosos revellines, obras a la corneja y contraguardias, proporcionando múltiples capas de defensa. Los bastiones están estratégicamente nombrados en honor a santos, como Sant Jaume, Sant Felip y Sant Narcís, añadiendo un toque de patrimonio cultural a la arquitectura militar.
Una de las características más notables del castillo es su extenso sistema de almacenamiento de agua. Debajo del patio principal, hay cuatro enormes cisternas capaces de almacenar un total de 10 millones de litros de agua, asegurando un suministro sostenible durante los asedios. Las cisternas están diseñadas ingeniosamente con sistemas de llenado separados y pozos individuales para la extracción de agua.
La fortaleza también incluye un enorme establo para caballos, diseñado como una casamata dentro de la muralla oriental, capaz de albergar a 500 caballos. Este establo tiene acceso directo al foso, destacando el diseño y la funcionalidad reflexiva de la fortaleza. Los alojamientos para el comandante, los oficiales y los especialistas están dispuestos alrededor del patio principal, proporcionando una visión de la vida diaria dentro de los muros de la fortaleza.
Los visitantes del Castillo de Sant Ferran pueden embarcarse en una visita autoguiada, explorando las áreas accesibles de esta histórica fortaleza. La entrada principal a través de la obra a la corneja sur, Sant Roc, conduce al amplio patio principal, donde se puede comenzar el viaje a través de la historia. Los puntos clave de interés incluyen los bastiones, las bóvedas a prueba de bombas, las cisternas y los impresionantes establos para caballos.
Para una experiencia más inmersiva, hay disponibles audioguías que proporcionan información detallada sobre la historia y la arquitectura de la fortaleza. La visita está bien señalizada con paneles informativos, ofreciendo información sobre varios aspectos de la construcción y la relevancia histórica del castillo. Los puntos destacados del recorrido incluyen el Bastión de Santa Bárbara, la prisión y los cuarteles de los soldados, cada uno narrando una historia única del pasado de la fortaleza.
Si bien algunas áreas, como los revellines y ciertas obras a la corneja, no son accesibles debido a restauraciones en curso o preocupaciones de seguridad, las partes accesibles de la fortaleza ofrecen una comprensión integral de su grandiosidad e importancia estratégica. Una visita al restaurante ubicado en las cavernas de la obra a la corneja de Sant Roc proporciona un final perfecto para el recorrido, permitiendo a los visitantes relajarse y reflexionar sobre el viaje histórico.
Declarado monumento cultural e histórico en 1949, el Castillo de Sant Ferran es un testimonio de la destreza arquitectónica y la relevancia histórica de la ingeniería militar del siglo XVIII. Desde 1997, la fortaleza ha estado parcialmente abierta al público, con esfuerzos de restauración en curso para asegurar su preservación para las futuras generaciones.
Además de su historia militar, el castillo tiene un lugar especial en el patrimonio cultural de la región. Notablemente, el renombrado artista surrealista Salvador Dalí cumplió su servicio militar en el Castillo de Sant Ferran en 1927, añadiendo una conexión artística a su narrativa histórica.
En conclusión, una visita al Castillo de Sant Ferran es un viaje a través del tiempo, ofreciendo una fascinante visión de la historia militar, cultural y arquitectónica de Cataluña. Sus imponentes muros, diseño intrincado y pasado lleno de historias lo convierten en un destino imperdible para cualquiera que visite el pintoresco pueblo de Figueres.
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