La iglesia de San Bonifacio en Erkner, conocida localmente como Bonifatius-Kirche, es un símbolo de resistencia y fe en el corazón de Brandeburgo, Alemania. Esta encantadora iglesia, situada cerca del tranquilo Dämeritzsee, invita a los visitantes a descubrir su rica historia y su serena belleza, ofreciendo un refugio pacífico del ajetreo de la vida moderna.
La historia de la iglesia de San Bonifacio comienza a principios del siglo XX. En 1907, se fundó en Erkner la Asociación de Trabajadores Católicos Concordia, marcando el inicio de un nuevo capítulo para la comunidad católica de la zona. El 23 de enero de 1910, se celebró el primer servicio católico desde la Reforma en el Kurhaus, ahora el Museo Gerhart Hauptmann. El camino hacia una iglesia permanente fue gradual, con una capilla temporal inaugurada el 19 de septiembre de 1920 y los servicios trasladándose a la capilla barraca Stella Maris en 1921.
No fue hasta 1932 que la comunidad eclesiástica adquirió un terreno junto al Dämeritzsee, allanando el camino para la construcción de la iglesia actual. Diseñada por el arquitecto berlinés Carl Kühn, la primera piedra se colocó el 15 de junio de 1932. La iglesia fue completada y consagrada en 1941, convirtiéndose en un hogar espiritual para muchos.
La iglesia de San Bonifacio ha enfrentado numerosos desafíos. El 8 de marzo de 1944, un bombardeo dirigido a fábricas locales también alcanzó la iglesia, dejándola en ruinas. Sin embargo, el fin de la Segunda Guerra Mundial trajo esperanza y reconstrucción. Bajo la dirección del comandante soviético de la ciudad, comenzó la reconstrucción, y el 19 de marzo de 1949 se consagró un nuevo altar. La iglesia resurgió de las cenizas, simbolizando el espíritu de renovación y perseverancia.
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La iglesia es una nave única con un llamativo techo de tejas rojas y una torre prominente. Su diseño simple pero elegante refleja el estilo arquitectónico de principios del siglo XX, combinando funcionalidad con belleza. Las líneas limpias de la fachada y la atmósfera serena en su interior crean un entorno perfecto para la reflexión y la adoración.
Los amantes de la música apreciarán la rica historia del órgano de la iglesia. En 1949, se instaló un modesto órgano construido por la compañía Sauer, con siete registros. A lo largo de los años, el órgano experimentó varias mejoras, incorporando materiales valiosos de un órgano de concierto de la Ópera Estatal Unter den Linden en Berlín. Para 1997, el órgano contaba con dos manuales, un pedal, 24 registros y aproximadamente 2000 tubos, ofreciendo un sonido rico y resonante que llena la iglesia de música.
En 2019, se llevaron a cabo más renovaciones por parte del taller de órganos Eberswalder, asegurando el legado continuo del órgano. La evolución del órgano refleja el viaje de la iglesia, adaptándose y creciendo mientras mantiene su esencia fundamental.
La comunidad de la iglesia de San Bonifacio ha evolucionado a lo largo de las décadas. Originalmente parte del decanato de Berlín-Neukölln hasta 1958, luego se unió al decanato de Frankfurt/Oder y finalmente al decanato de Berlín-Köpenick en 1999. En 2004, la iglesia se fusionó con la comunidad de los Santos Tres Reyes en Berlín-Rahnsdorf, ampliando su alcance e influencia.
La iglesia ha sido servida por pastores dedicados, cada uno dejando su huella en su historia. Desde Ernst Klebba en los primeros años de 1920 hasta el actual pastor, Hansjörg Blattner, el liderazgo ha guiado a la comunidad a través de tiempos de cambio y crecimiento.
Hoy en día, la iglesia de San Bonifacio se erige no solo como un lugar de culto, sino también como un símbolo de fe y resiliencia. Sus paredes resuenan con historias de perseverancia, comunidad y esperanza, invitando a los visitantes a reflexionar sobre sus propios caminos. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un admirador de la arquitectura o alguien en busca de consuelo, la iglesia ofrece una experiencia única.
En conclusión, una visita a la iglesia de San Bonifacio en Erkner es más que un paso dentro de un edificio; es un viaje a través del tiempo y el espíritu. Su historia, arquitectura y comunidad la convierten en un destino imprescindible para cualquiera que explore Brandeburgo. Al estar bajo su techo, sentirás los ecos del pasado y la promesa del futuro, todos armonizando en este sereno santuario.
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