Ubicado en el corazón de la histórica ciudad de Durham, el Museo de Durham era un verdadero tesoro de historia y cultura, ofreciendo una fascinante mirada al pasado de la ciudad. Situado en la encantadora y antigua iglesia de St Mary-le-Bow, el museo fue un testimonio del rico patrimonio de Durham hasta su cierre en 2024. Aunque sus puertas están ahora cerradas, su legado perdura, capturando la imaginación de quienes exploran su pasado lleno de historias.
La iglesia de St Mary-le-Bow, una joya arquitectónica en sí misma, era el escenario perfecto para un museo dedicado a la historia. Originalmente reconstruida en la década de 1670, reemplazó a una iglesia que se había derrumbado en 1632. La reconstrucción, que incorporó materiales de diferentes épocas, resultó en un edificio que era un mosaico de historia. El techo, que data del siglo XV, y los paneles del siglo XVIII, añadieron capas de carácter a la estructura. La torre actual, construida en 1702, albergaba una campana fundida en 1759, resonando con los ecos de siglos pasados.
La intrigante historia de la iglesia incluye un arco medieval que una vez conectó la torre con las fortificaciones, creando un "arco". Aunque este colapsó en 1635, los esfuerzos por preservar el edificio continuaron, con la ayuda del Obispo de Durham y el Decano y Capítulo de la Catedral de Durham. Estos esfuerzos culminaron en la transformación de la iglesia en el Museo de Durham en 1972, insuflando nueva vida a sus antiguas paredes.
Las exhibiciones del museo abarcaban desde la era medieval hasta tiempos modernos, ofreciendo a los visitantes una visión completa de la vida, el trabajo y el ocio en Durham. El papel de la ciudad como centro de peregrinación y capital de los Príncipes Obispos de Durham se ilustraba vívidamente a través de una variedad de objetos, modelos, imágenes y presentaciones audiovisuales. Cada exposición era una ventana a un aspecto diferente de la historia de Durham, desde sus logros industriales hasta su evolución social.
Uno de los aspectos destacados del museo era su enfoque en la industria y el comercio de Durham, particularmente la fabricación de órganos, una tradición que continúa hoy en día. Estas exhibiciones permanentes se complementaban con exposiciones y eventos periódicos que exploraban aspectos menos conocidos de la historia social de la ciudad, asegurando que siempre hubiera algo nuevo por descubrir.
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El museo también exhibía los talentos artísticos del escultor local Fenwick Lawson, quien contribuyó con tres obras notables. 'Cuthbert de Farne', 'Gaia', y una representación de Jacob luchando con un ángel, cada una añadía una dimensión artística única a las ofertas del museo. Estas esculturas no eran solo exhibiciones, sino también diálogos con el pasado, invitando a los visitantes a reflexionar sobre las historias que contaban.
Para aquellos con gusto por la historia práctica, el museo contaba con un centro para hacer frottage de latón. Esta actividad interactiva permitía a los visitantes crear sus propios recuerdos, frotando patrones de placas de latón históricas y llevándose a casa un pedazo de la historia de Durham.
El Bow Trust, establecido en 1975, jugó un papel crucial en la operación del museo. Esta organización benéfica registrada se dedicó a mantener St Mary-le-Bow y transformarla en un centro para preservar la historia y cultura de Durham. Gracias a los esfuerzos del trust, el museo se convirtió en un faro de preservación histórica, asegurando que las historias de la ciudad no fueran olvidadas.
Al caminar por el museo, los visitantes emprendían un viaje a través del tiempo, explorando las capas de historia incrustadas en las mismas paredes del edificio. Las intrincadas tallas de madera, los históricos pasamanos del altar, y la pantalla de madera que data de principios del siglo XVIII eran solo algunas de las características arquitectónicas que capturaban la atención. Cada rincón del museo ofrecía un nuevo descubrimiento, una nueva historia esperando a ser contada.
Aunque el Museo de Durham ha cerrado sus puertas, su legado vive en los recuerdos de quienes lo visitaron y las historias que compartió. Era más que solo un museo; era una puerta de entrada para comprender el pasado de Durham, un lugar donde la historia cobraba vida. El cierre del museo marcó el fin de una era, pero su espíritu continúa inspirando a aquellos que buscan explorar el rico tapiz de la historia de Durham.
En conclusión, el Museo de Durham fue una parte vital del paisaje cultural de la ciudad, ofreciendo una experiencia educativa y atractiva para todos los que entraron. Aunque el museo ya no esté abierto, su impacto permanece, un testimonio del atractivo perdurable de la historia y las historias que dan forma a nuestro mundo.
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