En la encantadora ciudad de Deinze, situada en la provincia de Flandes Oriental, Bélgica, se encuentra una joya de la arquitectura gótica temprana: la Onze-Lieve-Vrouwekerk, o Iglesia de Nuestra Señora. Esta iglesia histórica, con su pasado lleno de historias y esplendor arquitectónico, es una visita obligada para cualquiera que explore la región. No es solo un lugar de culto, sino también un testimonio de la resistencia y el arte de las personas que la construyeron y preservaron a lo largo de los siglos.
Los orígenes de la Onze-Lieve-Vrouwekerk se remontan al período medieval temprano. La primera mención registrada de una iglesia en Deinze data del año 840 d.C., cuando Luis el Piadoso donó una iglesia al Obispo de Tournai. Sin embargo, se cree que la estructura original fue destruida por los normandos y posteriormente reconstruida alrededor del año 1000. Esta iglesia temprana recibió reliquias de Poppo, el futuro Abad de Stavelot, a su regreso de Tierra Santa.
Para mediados del siglo XII, probablemente se construyó una nueva iglesia de piedra en estilo románico, partes de la cual aún pueden verse en el transepto actual. El siglo XIV trajo cambios significativos, especialmente después de un devastador incendio en 1327. La iglesia fue reconstruida en el estilo gótico del Escalda, caracterizado por su uso de piedra de Tournai y características arquitectónicas distintivas. Otros incendios en 1381 y 1382 llevaron a la destrucción y posterior ampliación del coro, creando las bases para la estructura que vemos hoy.
La iglesia enfrentó numerosos desafíos a lo largo de los siglos, incluyendo la iconoclasia y el dominio calvinista en el siglo XVI, así como daños durante los siglos XVII y XVIII y ambas Guerras Mundiales. A pesar de estas pruebas, la iglesia gótica del siglo XIV ha perdurado. Restauraciones notables tuvieron lugar en los siglos XIX y XX, asegurando la preservación de este monumento histórico para las generaciones futuras.
Al acercarse a la Onze-Lieve-Vrouwekerk, uno queda inmediatamente impresionado por su imponente fachada oeste, que da al mercado. La iglesia está construida con piedra de Tournai, con un diseño de basílica que presenta una nave central, dos pasillos laterales y un transepto coronado por una torre de cruce. Esta torre, con su sección superior octogonal que descansa sobre una base cuadrada románica, es una característica llamativa que ofrece una visión de la historia estratificada de la iglesia.
La fachada oeste es una obra maestra del diseño gótico del Escalda, dividida en cuatro zonas y adornada con ventanas estrechas. El portal de arco apuntado central está ricamente decorado con columnas y ejes redondeados, y encima, una hornacina alberga una estatua de la Virgen María realizada por K. Verwilghen en 1889. La fachada se acentúa aún más con una monumental ventana de arco apuntado con elaborada tracería, añadiendo a su grandeza.
Los pasillos laterales están marcados por contrafuertes escalonados y techos a dos aguas, cada segmento puntuado por grandes ventanas que inundan el interior de luz. Las paredes del transepto revelan restos de la construcción románica anterior, un testimonio de la larga y variada historia de la iglesia. El coro, con sus altas ventanas de arco apuntado y esbeltos contrafuertes, completa el elegante exterior.
Al entrar en la iglesia, los visitantes son recibidos por una espaciosa nave con una elevación de dos niveles, típica de la arquitectura gótica del Escalda. Los arcos apuntados descansan sobre columnas redondas con capiteles octagonales, algunos de los cuales fueron renovados durante la restauración del siglo XIX. Las bóvedas de cañón de madera, reconstruidas basándose en evidencia histórica, añaden calidez y riqueza acústica al espacio.
El transepto y el coro son igualmente impresionantes. Los brazos del transepto, con sus bóvedas de crucería, crean una sensación de grandeza, mientras que el coro está adornado con pinturas policromadas de Léon Bressers, que representan escenas bíblicas y las genealogías de Jesé y Adán. Las altas ventanas de arco apuntado cuentan con impresionantes vitrales neogóticos de 1899, diseñados por A. Verhaegen, y vidrieras modernas no figurativas de Lionel Holvoet de 1975.
El diseño en forma de cruz de la iglesia es tanto funcional como simbólico, con la nave, el coro y el transepto conectados por pesados arcos apuntados sostenidos por macizos pilares en forma de diamante. Los elementos decorativos, incluidos los capiteles pintados y las bóvedas de crucería, destacan la habilidad y el arte de los artesanos que construyeron y restauraron este espacio sagrado.
La Onze-Lieve-Vrouwekerk alberga una notable colección de arte y artefactos. Entre los puntos destacados se encuentra una pintura que representa la Adoración de los Pastores de la escuela de Gaspar de Crayer, que data del siglo XVII. La iglesia también cuenta con una estatua de la Virgen con el Niño de 1630, donada por Fl. de Merode, Señor de Deinze, en 1638, así como estatuas de los doce apóstoles de 1677.
El altar principal presenta un retablo de madera neogótico realizado por R. Rooms en 1912, y los altares laterales dedicados a San Antonio y San Roque son igualmente impresionantes. Los bancos del coro de roble, elaborados en estilo Luis XVI, datan de finales del siglo XVIII, mientras que la barandilla de la comunión y los confesionarios muestran la intrincada carpintería del período Luis XV.
El órgano de la iglesia, originalmente construido por Pieter van Peteghem en 1740 y restaurado por Georges Delmotte en 1966, es una maravilla de la ingeniería musical. La rica decoración del mueble del órgano, adornado con figuras del Rey David, sátiros y querubines, es un deleite visual y auditivo. Las Estaciones de la Cruz, creadas por Aloïs De Beule en 1925, y la pila bautismal gótica tardía con su cubierta de cobre y grupo escultórico del siglo XVIII, añaden al rico tapiz de arte religioso de la iglesia.
En conclusión, la Onze-Lieve-Vrouwekerk en Deinze no es solo un lugar de culto, sino un museo viviente de arquitectura gótica y arte religioso. Su rica historia, belleza arquitectónica y valiosa colección de artefactos la convierten en un destino imprescindible para cualquiera que explore el patrimonio cultural e histórico de Bélgica. Ya sea que seas un entusiasta de la historia, un amante del arte o un buscador espiritual, esta magnífica iglesia ofrece algo para todos, invitándote a retroceder en el tiempo y experimentar el legado perdurable de la fe y la artesanía.
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