El Rundetaarn, o Torre Redonda, es un símbolo de la rica historia y la ingeniosa arquitectura de Copenhague. Esta torre del siglo XVII, encargada por el rey Christian IV, no solo es una maravilla del diseño, sino también un faro de progreso científico y patrimonio cultural. Con su icónica rampa en espiral y vistas panorámicas, el Rundetaarn ofrece a los visitantes una perspectiva única del pasado y presente de Dinamarca.
El Rundetaarn fue concebido en una época en la que la astronomía estaba ganando importancia en toda Europa. La necesidad de una navegación precisa impulsó la construcción de observatorios, y el Rundetaarn fue la respuesta de Dinamarca a esta búsqueda científica. Construido como parte del Complejo Trinitatis, la torre fue diseñada para albergar un observatorio astronómico, una biblioteca universitaria y una capilla, integrando educación y exploración en un gran proyecto.
La construcción comenzó en 1637 bajo la dirección de Hans van Steenwinckel el Joven, aunque no vivió para ver su finalización. La torre se terminó en 1642, convirtiéndose su observatorio en un sitio crucial para la investigación astronómica. Cabe destacar que el observatorio fue dirigido por Christian Longomontanus, un astrónomo prominente de la época.
Una de las características más fascinantes del Rundetaarn es su rampa en espiral, un corredor helicoidal de 7.5 vueltas que lleva a la cima. Este diseño único no solo era práctico, permitiendo a los caballos llevar equipo pesado al observatorio, sino también estéticamente agradable. La suave inclinación de la rampa hace que el ascenso sea una experiencia placentera, ofreciendo a los visitantes la oportunidad de apreciar el brillo arquitectónico de la torre mientras suben.
La rampa en espiral mide 210 metros de longitud, con una pendiente que varía del 10% al 33% mientras se enrolla alrededor del núcleo de la torre. Este diseño innovador refleja los ideales renacentistas de funcionalidad y forma, haciendo del Rundetaarn un ejemplo destacado de la arquitectura danesa.
En la cima del Rundetaarn, a 34.8 metros sobre el nivel de la calle, se encuentra la plataforma de observación. Aquí, los visitantes son tratados con impresionantes vistas del horizonte de Copenhague. La plataforma está rodeada por una celosía de hierro forjado, creada por Kaspar Fincke en 1643, que presenta el monograma de Christian IV y el lema Regna Firmat Pietas (La piedad fortalece los reinos).
La plataforma de observación no solo ofrece vistas impresionantes, sino que también sirve como recordatorio del propósito original de la torre como centro de estudio astronómico. Hoy en día, continúa inspirando asombro y admiración, atrayendo visitantes de todo el mundo.
Aunque el Rundetaarn dejó de funcionar como observatorio científico hace tiempo, sigue siendo un vibrante lugar cultural. Desde 1987, la Sala de la Biblioteca sobre la Iglesia Trinitatis ha albergado exposiciones, conciertos y eventos, mostrando arte, cultura e historia. La mezcla de importancia histórica y relevancia contemporánea de la torre la convierte en una parte dinámica del paisaje cultural de Copenhague.
El Rundetaarn también funciona como un observatorio público, abierto a astrónomos aficionados y visitantes curiosos desde mediados de octubre hasta mediados de marzo. Esta accesibilidad asegura que el legado de exploración y descubrimiento de la torre continúe prosperando.
El Rundetaarn ha sido el escenario de muchos eventos memorables a lo largo de su historia. En 1716, el Zar Pedro el Grande subió famosamente la torre a caballo, acompañado por su esposa, Catalina I, en un carruaje. Esta hazaña destacó el diseño único de la torre y su capacidad para acomodar tales empresas inusuales.
En tiempos más recientes, la torre ha albergado carreras de bicicletas y otras competiciones, consolidando aún más su estatus como un hito querido. Estos eventos, junto con la rica historia de la torre, contribuyen a su atractivo perdurable.
En conclusión, el Rundetaarn es más que un monumento histórico; es un símbolo del espíritu de innovación y curiosidad de Copenhague. Ya seas un entusiasta de la historia, un aficionado a la arquitectura o simplemente un viajero curioso, una visita al Rundetaarn promete una experiencia inolvidable que une el pasado y el presente en una de las ciudades más encantadoras de Europa.
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