Escondida en el encantador pueblo de Chamalières, en el corazón de la región de Puy-de-Dôme en Francia, se encuentra la enigmática Grotte du Chien, un lugar que ha fascinado a los visitantes durante siglos. Esta intrigante cueva, que alguna vez fue una popular atracción turística, ofrece una vista única de las maravillas geológicas de la región y un curioso vistazo a la historia.
El nombre Grotte du Chien, o Cueva del Perro, se remonta a un fenómeno peculiar que ha divertido y alarmado a los visitantes. Similar a la Grotta del Cane cerca de Nápoles, Italia, la cueva recibió su nombre por la práctica de llevar perros al interior para demostrar los efectos de las emisiones de dióxido de carbono. Al ser el gas más pesado que el aire, se acumula en el fondo de la cueva, haciendo que cualquier perro que entre se desmaye, mientras que sus acompañantes humanos, al estar más altos, permanecen ilesos. Este espectáculo convirtió a la cueva en una atracción notoria, aunque afortunadamente, tales demostraciones son cosa del pasado.
La Grotte du Chien es una mofeta natural, un tipo de formación geológica donde el gas de dióxido de carbono emana de la tierra. Estas emisiones son restos de antiguas actividades volcánicas, con la cueva enclavada en formaciones de roca basáltica. El gas, aunque no tóxico, desplaza el oxígeno, creando un ambiente que puede causar mareos o desmayos si uno se adentra demasiado en la cueva. En el pasado, los visitantes encendían velas o flotaban burbujas de jabón para observar la presencia invisible del gas, viendo cómo se apagaban las llamas o las burbujas flotaban en el límite del gas.
Las primeras menciones de la Grotte du Chien datan del siglo XVIII. Inicialmente, fue propiedad de un molinero que almacenaba vino en la cueva, notando su peculiar atmósfera. La cueva ganó atención nacional cuando el escritor Pierre Jean-Baptiste Legrand d'Aussy la visitó en 1787, documentando su experiencia del aire único de la cueva en sus escritos de viaje. A finales del siglo XIX, la cueva se había convertido en una visita obligada para los visitantes del cercano balneario de Royat, gracias al espíritu emprendedor del Dr. Petit, quien aprovechó la afluencia de turistas de salud a la región.
Uno de los aspectos más caprichosos de la Grotte du Chien es el llamado Banco de las Suegras. Este banco, humorísticamente nombrado, fue colocado en la cueva a un nivel donde la concentración de dióxido de carbono era lo suficientemente alta como para causar incomodidad. Se convirtió en un elemento humorístico de las visitas guiadas a la cueva, añadiendo un toque de ligereza a la curiosidad científica.
En una práctica que hoy sería impensable, se utilizaban perros para demostrar los niveles de dióxido de carbono de la cueva. Los guías llevaban un perro al interior, donde rápidamente sucumbía al gas, solo para ser revivido al salir de la cueva. Esta dramática demostración servía para resaltar el peligro invisible del gas, dejando una impresión duradera en los visitantes.
Aunque la Grotte du Chien dejó de operar como atracción turística en 2004, sigue siendo un sitio de interés científico. La ciudad de Chamalières reconoce el potencial de la cueva como parte de una iniciativa más amplia para celebrar el patrimonio volcánico de la región de Auvernia. Aunque los planes para reabrir la cueva al público aún no están en marcha, su legado sigue intrigando a quienes escuchan su curiosa historia.
En conclusión, la Grotte du Chien ofrece más que un vistazo al pasado geológico; proporciona una ventana a las peculiaridades culturales e históricas de una era pasada. Su historia es una de maravillas naturales entrelazadas con la curiosidad e ingenio humanos, convirtiéndola en un capítulo fascinante en el rico tapiz de la historia natural de Francia. Ya seas un entusiasta de la geología o un amante de las historias únicas, la Grotte du Chien es un relato cautivador que espera ser explorado.
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